Éxodo 21:22-25 “Y si algunos hombres luchan entre sí y golpean a una mujer encinta, y ella aborta, sin haber otro daño, ciertamente el culpable será multado según lo que el esposo de la mujer demande de él; y pagará según lo que los jueces decidan. Pero si hubiera algún otro daño, entonces pondrás como castigo, vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”
No siempre entendemos lo que la Escritura trata de enseñarnos. Es por eso que exageramos las enseñanzas hacia la iglesia y nuestros miembros crecen creyendo una cosa muy diferente de lo que el Señor nos ordena en su Palabra. Es decir, hemos sido malos maestros para nuestros alumnos.
Todo se debe a que no estudiamos todo el contexto escritural que rodea las palabras escritas en la Biblia. Para empezar debemos saber que la Escritura no nos dice todo lo que necesitamos saber. Ella, la Escritura dice: Gloria es de Dios esconder un asunto, pero gloria del hombre es escudriñarlo. Y eso es lo que no hacemos. Escudriñar.
El pasaje que tenemos más arriba dice que si un hombre daña el ojo de su prójimo, el victimario debía sufrir también la pérdida de su propio ojo en compensación a la víctima que ha quedado medio ciego. Pero no es eso lo que tenemos que entender.
Aquí está el dabar:
Primero una pregunta: ¿En qué beneficia a la víctima que su golpeador pierda su ojo? ¿Que gana el medio ciego con que su victimario quede también medio ciego? Dios es Perfecto y su Palabra también es Perfecta.
Lo que los sabios de la Gran Asamblea averiguaron con respecto a esos mandamientos es: Si un hombre, al pelear con otro hombre y por descuido le saca un ojo, debe ser castigado compensando a su víctima cancelando los gastos financieros que el que ha quedado medio ciego ha tenido que enfrentar el resto de su vida. De esta manera, el que perdió su ojo y que no podrá cumplir con sus labores completamente y por lo tanto no podrá llevar todo el sustento necesario a su casa, el que lo hirió deberá darle cierta cantidad de dinero para que supla sus necesidades y que no le falte nada a su familia.
¿Nos podemos imaginar entonces si alguien, peleando, le lastima un diente a otro y que por eso no podrá comer bien y por lo tanto en un día cualquiera se podrá enfermar, el que le lastimó el diente tendrá que correr con los gastos que su víctima necesite enfrentar en el futuro.
Ese concepto no es nuevo para nosotros los que vivimos en el tercer siglo porque nuestras leyes exigen que el juez imponga lo que se llama “gastos civiles” a quien ha delinquido contra otra persona además de pagar la pena de cárcel que le toque según las leyes.
Entonces, vemos que Dios es Justo con quienes creen que están solos. Dios a hecho provisión para quienes sufren algún abuso de otra persona para que no quede desamparada y tenga una vida de sufrimiento. Dios es Bueno y no se olvida de sus hijos y de sus criaturas. Ha dejado mandamientos para protegernos de los abusos que puedan cometer contra nosotros, pero no nos equivoquemos porque también si nosotros victimizamos a alguien, Él pedirá cuentas a nuestras conductas reprochables y tendremos que pagar las consecuencias de una manera o de otra. No se engañen, dice el apóstol, Dios no puede ser burlado.
En este tercer siglo vemos conductores ebrios que manejan sus vehículos irresponsablemente, a veces dejando en las calles y carreteras a gentes que han muerto a causa de su irresponsabilidad sin enfrentar aparentemente las consecuencias de sus malos actos y huyen de la escena creyendo que la justicia no les cobrará ni un centavo para compensar algo a sus hijos o esposa. Pero no pueden huir de la Justicia Divina. Y tarde o temprano les llegará el cobro a sus acciones irresponsables para que cancelen las lágrimas y el dolor que provocaron en los herederos de quien ha quedado malherido o muerto en medio de la calle.
Ojo por ojo, diente por diente, herida por herida… Todo tiene un precio, mis queridos lectores. A usted seguramente no le sacarán un ojo, pero tendrá que pagar en metálico lo que el juez diga que cuesta un ojo. No lo olvidemos, el cuerpo, que es de Dios, es caro…