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jueves, abril 25, 2024

Moisés

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Éxodo 2:10 “y le puso por nombre Moisés, diciendo: Pues lo he sacado de las aguas”

A Abraham se le muere su esposa y no tiene ni un pedazo de tierra para enterrarla, tuvo que comprar uno para hacerlo, y Abraham no se quejó.

Isaac cavó pozos para tener suficiente agua para su gente y sus ganados pero los enemigos se los robaban, Isaac no se quejó.

Jacob va huyendo de su hermano y se queda a medio camino sin cama, sin almohada y sin ropa para dormir, Jacob no se quejó.

Estas personas no tuvieron lo que esperaron de parte de Dios, sin recibirlo pero a pesar de todo no se quejaron.

Una de las más grandes preguntas que todos debemos confrontar en la vida, es: ¿Qué pasa en la vida cuando usted tiene un sueño en su camino y no se transforma en realidad?  ¿Cómo enfrentamos el desafío de ciertas dimensiones importantes en la vida cuando las cosas se voltean inesperadamente y nunca pensamos que tuvimos que enfrentar?

Un aumento salarial que se esperaba y no llegó.

Un matrimonio que se esperaba durara por muchos años y de pronto se terminó.

Un embarazo del que se espera un bebe sano y nace un niño enfermo.

Una posibilidad de tener su casa apropia y el banco no le da el préstamo.

Una promesa de alguien que usted ama y nunca se la cumplió.

Un diagnóstico médico que usted no espera escuchar…

Hay dos clases de personas en este mundo: Los ganadores  y los perdedores. Aquellos que alcanzan lo que sueñan y los que no alcanzan sus proyectos.  Moisés hizo muchísimo a favor del pueblo de Dios, hizo milagros y maravillas para llevarlos a su tierra pero nunca alcanzó el sueño de toda su vida: Entrar a la tierra prometida.  ¿Que hacer cuando no se alcanzan los sueños y deseos que usted ha tenido por mucho tiempo y la vida le ha negado ese favor?

Es fácil decir que el mundo está dividido entre ganadores y perdedores, pero ¿sabe que? No todos los ganadores alcanzan todo ni los perdedores pierden todo. Hay personas que tienen sueños de grandeza y hay cosas que nunca alcanzaron. Y hay otros que nunca alcanzan ni una pizca de sus sueños, y se quedan si deseos de seguir soñando.

Moisés es el hombre más grande de la historia de Israel, el hombre que trajo la Palabra de Dios en el monte, el hombre que fue llamado por Dios para llevar a su pueblo a la libertad, este hombre extraordinario que fue Moisés nos enseña una gran lección: ¿Fue un triunfador o un perdedor? Fue capaz de lograr la grandeza humana pero que al final no logró concretar su deseo más profundo: Disfrutar la leche y miel de la tierra.

Moisés no fue un ángel, no fue una divinidad. Sencillamente fue un hombre como usted y como yo. tuvo que enfrentar desengaños, cometió errores, tanto en su vida pública como en su vida privada. Fue un hombre que Dios disciplinó duramente por sus errores. 

Y Moisés, siendo como era tan humano, tuvo la capacidad de hacer cosas extraordinarias así como errores que afectaron su futuro. Moisés pudo superar sus momentos difíciles, eso quiere decir que al estudiar su vida, nosotros también podemos superar nuestros momentos duros y alcanzar lo que deseamos según la voluntad de Dios.

Moisés es el hombre más poderoso de la tierra de Israel,  el hombre que cambió el curso de la historia, fue también el hombre más solitario de la historia.  Este hombre fue el que subió al monte y bajó con el rostro radiante al ver la Presencia de Dios. Pero también fue un hombre sujeto a sus propias pasiones como usted y como yo. Moisés tuvo que pagar un precio muy alto para servir al Señor abandonando a su esposa y sus hijos. Perdió a su familia por servir al pueblo del Señor. ¡Qué gran precio el que tuvo que pagar ese hombre.! Tuvo fatigas, tuvo cansancio, frustraciones y traiciones. Nació en una familia de esclavos. Nació en una cultura antagónica contra la Ley de Dios. Fue amenazado con la muerte cuando nació por el faraón que no quería varones judios en Egipto.

Lamentablemente la Biblia pasa por alto la niñez de este gran hombre, y no nos queda más que imaginar sus años de crecimiento en el palacio del faraón, aunque se nos señalan sus errores y sus frustraciones y sus amarguras. Parece que lo feo de nosotros sale más a la luz que nuestras virtudes. 

Al final de la vida de ese gran hombre vemos que aprendió una cosa: No cuestionar a Dios. Le suplicó que le dejara entrar en la tierra y Dios se lo negó  y Moisés aceptó la voluntad divina con la frente baja y los ojos cerrados. ¿Qué hacemos nosotros entonces cuando el Señor nos niega lo que le pedimos? 

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