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viernes, abril 19, 2024

¿Nadie te ha contratado?

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Mateo 20:6-7  «¿Por qué habéis estado aquí parados todo el día sin trabajar?». Ellos le dijeron*: «Porque nadie nos contrató».

Si algo le es difícil hoy en día a los pastores o líderes de alguna congregación, es conseguir servidores.  Pero servidores que tengan la conciencia de saber a quien sirven. O sea servidores de Dios. Hombres o mujeres con corazón de siervos.

Porque es fácil conseguir servidores del pastor o del líder. Porque eso da estatus. Da cierta importancia a quien está cerca del pastor de quien toma ejemplos de conducta. Vea por ejemplo a pastores tiranos y malcriados con los demás y verá que sus servidores son iguales. Prepotentes, abusivos y faltos de educación.

Basta ver al que acompaña al pastor a todos lados que supuestamente es para llevarle el maletín cuando va a hacer misiones. El guardaespaldas, que así se llama sin tanto tapujo, pone el vehículo de su “jefe” donde él quiere, no respeta a los demás hermanos, se comporta insolente con los demás y cuidado quien se atreve a obstaculizar el camino de su parqueo porque es capaz de llamar una grúa para que nadie estorbe el camino del ungido a quien sirve.

Por lo general, ese tipo de servidores visten de guayabera blanca, pantalón negro y siempre cargan audífonos no se sabe si para escuchar su música o a saber para qué, pero ese accesorio no debe faltar en su parafernalia de servidor. Sin dejar de lado, por supuesto, el Galil que lucen orgullosamente o una sobaquera para indicar que nadie debe acercarse a más de tres metros de su jefe.

Y, por supuesto, el apelativo con que se dirige al pastor o a quien sea que se acurruca para servir no es un hermano o pastor. No. Eso es faltarle el respeto. El epíteto con que se dirige es “jefe”, como si de un negocio o corporación se tratara.

¿Se puede usted imaginar a Pedro diciéndole a Jesus jefe, en vez de Maestro o Señor? A mi en lo personal me cuesta asimilar como la Iglesia de Cristo ha sido transformada en una corporación en vez de un Cuerpo como él dijo que iba a ser.  Y todo se debe a que hoy por hoy la fama, el estatus con que los pastores de han llenado por sí mismos ha provocado que la Iglesia de Cristo se vea más como un negocio que como un lugar de ministración del alma de sus asistentes. Y es que la Iglesia ha sufrido una metamorfosis a causa de lo que los hombres han hecho de ella. 

Jesus dijo en Mateo: Vayan y hagan discípulos, y eso es precisamente lo que no se ha hecho. Tristemente si usted le pregunta a cualquier creyente en Cristo si conoce lo que es ser discipulado estoy seguro que muchos ignoran tal adjetivo. Desde hace años la iglesia ha dejado de lado la orden del Señor de discipular a sus miembros con tal de llenar sillas y espacios. Es asombroso como la gente no se da cuenta que no están siendo discipulados en la Palabra del Señor y en lugar de eso se les enseña que el domingo tienen que pasar todo el día en el templo consumiendo sus comidas en la cafetería que les ofrecen almuerzo por un precio razonable. Si tienen un tiempo libre, que vayan a la librería en donde encontrarán libros que puedan leer. Si aún les queda un poco de tiempo, hay una cancha de futbol para que jueguen un mascón mientras empieza el siguiente “culto”. El asunto es sacarles todo el dinero posible para que los de arriba cobren su sueldo.

Si Jesus entrara a uno de nuestros templos hoy en día, con mucha tristeza diría: Eso no fue lo que yo planee para mi Iglesia, para mi novia. Eso no fue lo que yo les dije que hicieran. Yo les dije que hicieran discípulos no meros asistentes al edificio. Lo siento, pero lo que veo no es iglesia. Es negocio puro. Es interés material antes que espiritual.

Cuando el Señor contó la parábola del empresario que salió a buscar empleados para su finca, encontró a unos que estaban desocupados, y la pregunta que les hace es la misma que nos hace a nosotros. ¿Qué están haciendo allí sin hacer nada?  ¿Acaso no hay suficiente trabajo que hacer en la viña que están holgazaneando? Eso es lo que la falta de enseñanza ha provocado en los miembros de la iglesia. Están allí, sin hacer nada. Dicen que ganan almas pero se van al otro lado de la ciudad a cumplir ese privilegio, dejando de hacerlo en su propia Jerusalén. No ganan el alma de sus hijos, de sus cónyuges y sus vecinos por la sencilla razón que ellos los conocen de primera mano. 

Y, como dijo San Agustin: Predica, predica y si es necesario usa palabras. Lo otro que señala la parábola es la respuesta de los haraganes: Nadie nos ha contratado. ¿Acaso no han sido enseñados que si el Señor nos salvó del fuego del infierno es para servirle a Él? ¿Se necesita un curso de servicio para entender que hemos cambiado de amo? Porque antes servíamos al Diablo, ahora se supone que somos servidores del Dios Altísimo.  Entonces no empecemos con excusas de que nadie nos ha contratado. Ya lo somos desde el momento en que el Señor Jesus se reveló a nuestras vidas. Desde ese momento en adelante debemos servirlo solo a Él.

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