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jueves, abril 25, 2024

José

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Génesis 50:25 “Luego José hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os cuidará, y llevaréis mis huesos de aquí”

Este escrito está dirigido a los padres de esta generación de jóvenes que están creciendo en la Iglesia de hoy.  Son jóvenes que tienen que aprender algo muy importante para que sepan caminar en medio de las miserias de la sociedad en la que les ha tocado vivir. Y solo hay una manera de hacerlo sin caer en una doble moral: Mantener vivos sus principios, su fe y sus valores. Y de eso deben encargarse los padres. Solo los jóvenes no podrán vencer las tentaciones que enfrentarán en su época que les ha tocado vivir. Necesitan la ayuda de sus padres. La disciplina. Las enseñanzas y exigencias que deben imponer. 

José pide que sus huesos sean enterrados en la tierra de Israel. Y en ese momento José se vuelve un paradigma, un ícono para nuestra generación de jóvenes que están creciendo en el tercer siglo.  José vivió en Egipto, hablaba egipcio, se vestía como egipcio y todo él, para los demás, era un egipcio más. Pero no nos confundamos: Sus valores, sus principios y su fe siempre fueron judías. Esto es un desafío para los jóvenes de este siglo. En Egipto José se presenta a sus propios hermanos y éstos no lo reconocieron. ¿Qué tan cambiado estaba José que sus hermanos no lo reconocieron?  ¿Como es posible esto? José cambió tanto que utilizó un intérprete para comunicarse con ellos. Pero algo sucedió en José: Nunca perdió su verdadera personalidad. 

Es decir, José, nunca perdió su identidad. Aunque las circunstancias de la vida lo llevaron a vivir en medio de una cultura que no era la suya, él supo moverse en ese mundo sin perder su pureza y sus principios. Esa es una buena lección para nuestros jóvenes. Los padres de hoy no tuvieron que sufrir lo que sus hijos tienen que sufrir al moverse en medio de una sociedad altamente politeísta, adoradores de dioses falsos, aunque también era una potencia mundial como era Egipto. 

José era tan definido en sus creencias espirituales, que estaba seguro que un día Dios libertaría a su pueblo de esa tierra y es cuando les hace jurar que cuando eso suceda, no dejaran sus huesos en Egipto. ¿Que garantía tenía José que eso iba a suceder? La fe en la Palabra de Dios. Esa es la esencia de esta clase mis amigos.

Estamos hablando de la contextualización de la fe. Esto es necesario para nuestros jóvenes que están creciendo en el siglo veintiuno, ellos no viven en el siglo veinte sino en estos tiempos en que la cultura, las costumbres y la vida se han corrompido de tal manera que para nosotros los que peinamos canas nos es difícil comprender. 

Si para alguna generación de cristianos es difícil vivir hoy, son nuestros jóvenes porque están siendo bombardeados de costumbres que atentan contra la moral, los principios y la ética de la vida cristiana. Sus hijos tienen que moverse en medio de esa sociedad porque de otra manera tendrían, como dijo Pablo, que apartarse de todo y de todos y eso no es posible. Porque fuimos llamados a ser sal y luz para los gentiles. Pero la contextualización de la fe es importante para que no caigan en las trampas que la sociedad les impone en sus estudios, en sus trabajos, con sus amistades.

Los padres deben enseñarles a sus hijos que no es lo mismo asimilación que contextualización. Contextualización significa a efecto de este tema, la habilidad de moverse en un entorno específico mientras mantienes tus propios valores y principios. Asimilación significa absorber las costumbres y estilos de vida que reemplazan tus valores y principios. 

Y eso fue lo que no sucedió con José: hablaba la lengua de los egipcios, se comportaba con los egipcios como egipcio, pero la pregunta es: ¿Asimiló José las creencias de los egipcios? ¿Perdió su pureza espiritual en esa tierra? Sabemos que no. Hoy tenemos jóvenes que viven en el Egipto de nuestro tiempo, y están en la Iglesia, viven en hogares cristianos, tienen padres cristianos pero nada les afecta en esta clase de vida. En la Iglesia se aburren, no encuentran vida, no encuentran el gozo que debieran tener, porque han asimilado la cultura y costumbres del mundo en que se mueven. Sus amistades, sus lenguajes y sus modas lo dicen.

Los judíos de la antigüedad supieron mantener su identidad como grupo porque nunca se asimilaron en la diáspora porque guardaron tres cosas: Sus nombres, su lengua y su vestimenta. Y eso es lo que los padres tienen que vigilar en sus hijos. Es un trabajo de casa, de cuna, porque de otra manera, cuando sus hijos salgan a la vida que les espera, corren el riesgo de perder sus valores y principios, su contextualización y se asimilarán a la sociedad en la que les tocará vivir. De allí lo que vemos hoy en la Iglesia, que para que acepten venir a acompañarnos, tenemos que aceptar que vengan como quieran venir, con sus modas, sus ropas extravagantes, sus cortes de cabello, su mala educación.

José supo mantenerse puro en su interior y no permitió que la influencia de la tierra en la que le tocó vivir influyera en sus principios y sus valores. José fue tan definido que cambió el sistema financiero del país de Egipto pero Egipto no lo cambió a él. Así de sencillo.

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