fbpx
domingo, noviembre 24, 2024

Consecuentemente

- Publicidad -spot_img

Jueces 8:34-35 “Y los hijos de Israel se olvidaron del SEÑOR su Dios que los había librado de manos de todos sus enemigos en derredor; tampoco mostraron bondad a la casa de Jerobaal, es decir, Gedeón, conforme a todo el bien que él había hecho a Israel”

No sé si llamarle enojo. O cólera. O ambas cosas.  Pero es un sentimiento que me confronta conmigo mismo. Todo porque soy parte de la raza humana. Todo porque en mí también operan esas cosas feas que hay en todos los seres humanos: La ingratitud.

Debo confesar que desde que enseño estas cosas a mi congregación, también a mi me predico tratando de llegar al fondo de mi corazón y que mis entrañas asimilen la enseñanza y tratar por todas las formas, de no caer en esta situación del mal agradecimiento.

Por supuesto, todo tiene una raíz.  El pasaje arriba mencionado lo aclara enfáticamente. Cuando el pueblo de Israel fue librado por Gedeón o Jerobaal de los madianitas que tanta guerra les provocaron y tantas muertes les sufrieron, fueron personas que le decían constantemente “te obedeceremos”, “haremos lo que tú nos digas”.  “No, no nos olvidaremos ni del Señor mucho menos de ti, Gedeón”.

Todo eso puesto entre comillas son las mismas frases que se escuchan cada cierto tiempo en la Iglesia dichas por personas que como los antiguos israelitas, tenían sus emociones a flor de piel. Como escribí en un artículo anterior, tenían siempre la boca más grande que la sinceridad. Es el pan de cada día de cada pastor.

Cuento esto porque la semana pasada se me acercó una familia de mi congregación para decirme que nos abandonan. Estuvieron con nosotros cerca de veinte años y fueron una familia muy cooperadora, buenos amigos y buenos servidores.  Pero me asombró lo que me dijeron. Que el Señor les había ordenado que se fueran de nosotros para ubicarlos en otro lugar. Yo estoy consciente que la iglesia es un lugar de pastos.  Jesus dijo en su Palabra que él, como el buen pastor, nos llevará a pastos verdes. Hace años recibí de parte del Espíritu Santo que eso se refiere a que para muchas personas, el pasto que se les da en un lugar por algún tiempo, se empieza a secar, es decir, para ciertas personas ese pasto ya no es nutritivo, no le encuentran sabor, por ende ya no se sienten alimentados.  Y empieza cierta desnutrición espiritual. Ya no les gustan los mensajes que se predican, no le encuentran el gusto a asistir a los cultos y empiezan a ausentarse de los mismos.

Es lógico que, como pastor, debo creer lo que me dicen. Y es lo mismo que repiten la mayoría. Hemos orado al Señor, le hemos preguntado qué hacer y creemos que nos está diciendo que nos vayamos de este lugar, que él nos llevará a otra iglesia donde podamos encontrar pastos más verdes. Correcto. Lo entiendo. Lo asimilo y lo acepto.

Pero al leer el pasaje de Jueces, me encuentro algo interesante: Cuando un cristiano empieza a alejarse de Dios, cuando empieza a ver los pies de barro de los líderes o de las personas que les hacen compañía en la congregación, empiezan a sentirse incómodos, empiezan a ver lo feo de las personas y poco a poco van, como una espiral, introduciendo a los que predican, los mensajes y de pronto, sin darse cuenta, se van sintiendo enojadas con Dios porque no saben qué hacer por lo mismo que sus corazones ya están confundidos.

Consecuentemente, -de allí el título-, si se enojan con Dios, fácilmente se empiezan a enojar con los pastores, con los hermanos y con la congregación. Es decir, la raíz de todo está en que empiezan a sentirse alejados del Señor y eso va provocando poco a poco un derrumbe de su relación que por tantos años han cultivado con sus hermanos en la fe, hasta que todo se desmorona y terminan por aceptar que ya no son parte activa de esa parte del Cuerpo de Cristo.

Cuando le pregunté a esa familia a qué congregación iban a asistir cuando les despidiera, su respuesta me dejó con una inquietud: “no sabemos, estamos barajando opciones, todavía no tenemos claro a donde debemos asistir”. En ese momento se me encendió un foco: ¿Así actúa Dios con sus ovejas? Es decir, ¿les dice que les llevará a pastos verdes sin saber en donde están esos pastos? ¿Que hacer mientras tanto encuentran esos pastos verdes? No. No me cabe en la cabeza que siendo Dios un Dios de orden y sabiduría, le diga a sus hijos que abandonen una congregación sin saber en donde está la siguiente parada en su caminar.

Ese es el engaño del corazón cuando nos dejamos engañar por él. Cuando nos dejamos guiar por nuestras emociones que son puramente carnales, creemos que es Dios quien nos está sacando de un lugar -y que no dudo que lo haga, yo mismo pasé por eso-, pero sin tener un destino, como el pueblo de Israel en su peregrinar por el desierto hacia la Tierra Prometida, no debemos movernos, no sea que nos hallemos dando vueltas y más vueltas por un desierto que puede llevarnos al fracaso.

El pasaje de Jueces es claro: Primero se olvidaron de Dios y luego de todo el bien que Gedeón les había hecho. Todo tiene una raíz.  La raíz es olvidar las Misericordias del Señor hacia nosotros, lo demás, es efecto dominó. Así de claro.

- Publicidad -spot_img

ÚLTIMAS NOTICIAS

- Publicidad -spot_img

NOTICIAS RELACIONADAS

- Advertisement -spot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario
Por favor ingrese su nombre aquí