Exodo 2:11-12 “Éxodo 2:11-12 (LBLA) Y aconteció que en aquellos días, crecido ya Moisés, salió a donde sus hermanos y vio sus duros trabajos; y vio a un egipcio golpeando a un hebreo, a uno de sus hermanos. Entonces miró alrededor y cuando vio que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena”
Si algo le está faltando al pueblo del Señor, los que han dicho que Jesus es su Señor, es el sentido de justicia.
La justicia es el sello del verdadero cristiano. Es por eso que un cristiano sin sentido de justicia es de dudosa conversión. Por eso vemos a líderes y pastores de algunas congregaciones que se dedican a ayudar a los necesitados. No es que sobre el dinero, lo que sobra es compasión por los que sufren, por los que no tienen lo suficiente para estar bien, por los que están oprimidos por la pobreza y la miseria. Es un gesto digno de todo creyente que se llame hijo de Dios.
En la Biblia tenemos varios ejemplos de lo que este escrito nos señala.
Si usted recuerda, Moisés siempre supo que era hebreo, pero creció como príncipe en casa de faraón. Fue criado en un entorno donde el contraste entre su situación y la de su pueblo estaba delante de él. Un día ve a dos de sus hermanos que son maltratados por un egipcio y actúa. ¿Que fue lo que llevó a Moisés a defender a sus hermanos? ¿Por qué simplemente no se quedó en el palacio mirando películas? ¿Por qué la gente que “tiene el éxito asegurado” arruina su zona de bienestar para defender a alguna pobre alma que está siendo abusada?
La mayoría de la gente conoce la diferencia entre lo bueno y lo malo. Pero la gente de la realeza, los hijos del Rey, tiene un sentido poderoso de justicia en la profundidad de su alma que la impulsa a actuar cuando ve algo malo. Del mismo modo en que Moisés no pudo evitar sino hacer algo cuando vio que sus hermanos eran maltratados, los hijos del Rey son impulsados a rectificar la injusticia, destruir el mal y ver la justicia prevalecer en el mundo.
Otro caso lo tenemos en Gedeón, en el capítulo 6 de Jueces: La cólera de Gedeón se muestra no en lo que estaba sucediendo en su país Israel, sino en lo que NO estaba sucediendo. Veamos: Los profetas habían anunciado desde años que llegaría de parte de Dios la liberación de su pueblo, sin embargo, los madianitas, los amalecitas y los ejércitos del oriente estaban oprimiendo a su país. Como resultado, nos encontramos con Gedeón escondiéndose en un lagar, intentado salvar el trigo del enemigo que venía en tiempo de cosecha a destruir los campos. Un ángel del Señor vino a él con esta gran declaración: “¡El Señor está contigo, guerrero valiente!”. La respuesta de Gedeón nos sorprende: “Si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos sucede todo esto? ¿Donde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres cuando decían El Señor nos sacó de Egipto?”. La verdad es que el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madian”. (Jueces 6:12-13)
Gedeón estaba cansado de esconderse en el lagar trillando trigo. ¿No se ha cansado usted de estarse escondiendo de las deudas que lo atosigan cada mes? ¿No se ha fastidiado de estar cada mes quedandose sin lo de su pasaje por lo menos? ¿No se ha cansado de estar a tres menos cuartillo como se dice? Gedeón quería saber porqué había un brecha tan enorme entre lo que le contaban sus padres y su realidad presente.
Como nosotros, él quería saber por qué había tal distancia entre lo que la Biblia decía que debería ser y lo que en realidad él estaba experimentado. Los hijos de Dios no pueden vivir con esta incoherencia en su corazón. Hay una pasón que se encuentra en nuestra alma que hace que nos levantemos y enfrentemos la injusticia de nuestro tiempo. Esta pasión estaba bullendo debajo de la superficie del alma de Gedeón, esperando una oportunidad y el aliento del Señor para actuar. Es cierto, Gedeón no tenia el valor de salir a defender a su pueblo de las injusticias de los madianitas, pero en su interior había una como cólera santa que lo impulsaba a no estar satisfecho con su vida. Algo estaba mal en el ambiente que privaba en su país. Algo estaba mal y alguien tenía que arreglarlo.
OTRO CASO: SAÚL… Después que fue ungido, regresó a su tierra a trabajar, pero cuando supo que estaba sucediendo, pasó algo extraordinario: 1 Sam. 11:1-7.
Es usted, mi amado lector, usted mi amiga, quien ha sido señalado por Dios para cambiar la situación de su familia. Son ustedes los que tienen que hacer el reclamo respetuoso hacia el Cielo y preguntar: ¿En donde está el Dios de Elias? ¿En donde está el Dios que ha prometido librarnos de la pobreza, la miseria, la falta de amor, la falta de paz?
Porque si somos hijos de un Rey llamado Jesus, tenemos en nuestros genes el vapor que tiene que salir a flote y como él que vino a destruir las obras del Diablo, nosotros también podemos destruir las obras de la injusticia, empezando por nuestra familia.