“¿O pensáis que la escritura dice en vano: ¿El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” Sant 4: 5
Dios te dice:
Espero todos los días platicar contigo, y te me niegas.
Te hablo y no me escuchas, y si me escuchas no me respondes,
Veo transcurrir los días tras de ti y conociendo tu futuro sé que te esperan momentos difíciles. Quiero prepararte para ellos, pero no me consideras como opción en el clamor de tu socorro.
Una y otra vez he arruinado tus malas amistades, para que al extrañarlas me vuelvas a ver a mí, pero lejos de eso, las sustituyes con nuevos amigos.
Te veo llorar, suspirar y meditar, pero no me buscas como antes.
Recuerdo cada una de las promesas que me hiciste, y cuando juntos nos divertíamos en mi presencia, pero ahora ni recuerdas nada de ello.
A veces dices mi nombre, atiendo tu vos, pero en realidad solo son dichos de rutina y vanas repeticiones diarias.
Tus ojos divagan en la oscuridad de tu cuarto cuando se apagan las luces y todos comienzan a dormir. Me dices algunas frases, luego tomas el celular y distraes tu atención, perdiendo tus horas de descanso en tiempo de ocio improductivo.
Permito pruebas en tu vida para que sigas congregandote en mi casa, y poder escucharte cantar melodías hermosas que agradan mi corazón.
Pecas y se te olvida que siempre mis ojos te están mirando.
Hace tiempo que no subrayas tu biblia y hace mucho que no te desvelas hablando conmigo.
No creas que la oración por los alimentos, para acostarte o para levantarse son suficientes, ya que me he dado cuenta que me repites las mismas palabras.
Sabes que…
Lo que me pasa, es que me siento celoso de los que te rodean.
Ellos comen contigo, platican contigo, se divierten contigo mientras a mí me llamas solo cuando me necesitas como si fuera un bombero en tu vida.
Suspiras por tus propios ideales, sollozas por el cumplimiento de tus sueños, pero nuca por mí.
La realidad es que te quiero solo para mí.
Quisiera que tus ojos miren por mis caminos, y que sobre mi senda recta puedas andar. Que me des tú corazón y que yo sea el conductor de tu vida.
Que te llenes y te vacíes una y otra vez en mi presencia
Quiero decirte secretos al oído, que tus manos sean las mías en la tierra para sanar y bendecir a muchos. Que me prestes tus labios para que muchos oigan mi voz, que tus ojos reflejen la dulzura de mi amor, y que pueda ser tu sombra a tu mano derecha.
Te anhelo más de lo que tú me anhelas y te amo más de lo que te imaginas.
Mis brazos te cargan en las noches cuando ni siquiera te das cuenta que estoy allí.
Aún recuerdo el perfume de tus lágrimas en mi altar,
El olor de tu adoración y la fragancia de tus ofrendas…
Me dijiste que nunca te alejarías de mí, pero estas tan distante que oírte orar sería un gran acontecimiento delante de mí trono.
Dame tu sonrisa, dame tus años, dame tu vida, tu mente y tus sueños…
Para que lo entiendas mejor…
Te quiero solo para mi…
Ya no estoy dispuesto a seguir esperándote… ya me has hecho sufrir demasiado…
Óyeme bien lo que te voy a decir: porque te amo y te anhelo celosamente, te deseo y no estoy dispuesto a perderte,
“Por eso ahora, voy a seducirte,
te llevare al desierto y hablaré a tu corazón”
Oseas 2: 14.