Génesis 17:19 “Pero Dios dijo: No, sino que Sara, tu mujer, te dará…”
No es bueno que el hombre esté solo, dijo el Señor en Génesis. Y lo puso a dormir y en el ínterin, tomó una de sus costillas y le hizo a una mujer para que estuviera con él, para que no sintiera solo, pero que ademas tuviera a alguien de quien recibir lo que iba a necesitar para estar en paz con su Creador.
Entendamos una cosa entonces: La mujer fue creada por Dios con un sentido de servicio. No hay que obligarla ni enseñarle a servir. Es parte inherente en ella el ser atenta, sentirse útil en la vida de las personas a quienes quiere. Vea a cualquier mujer que tiene esposo e hijos. Lo primero que verá es que se preocupa porque tengan lista su comida, su ropa y que no les falte nada. Por supuesto, estoy hablando de mujeres bien mujeres, con todo respeto.
De manera que cuando Dios estaba hablando con Abram con respecto a que su esposa le daría un hijo se da por sentado que ese era el rol que Sarai iba a jugar en la vida de su esposo. No solo le estaba dando su servicio, pero también le iba a dar un hijo, un heredero que el anciano tanto deseaba.
Es hermoso ver como Dios ha diseñado a la mujer para que nos de a nosotros los hombres lo que necesitamos. No se trata solo del sexo como muchos machistas piensan, pero también están capacitadas para darnos hijos que nos hagan sentir útiles, fructíferos y realizados con nuestra progenie. Es allí en donde los hombres no han sabido apreciar el hermoso papel que la mujer juega en sus vidas. Y tristemente también, es frustrante ver que muchas mujeres no saben apreciar el distinguido papel que Dios les ha dado para hacer que el hombre se realice como tal.
Un pastor, por ejemplo, no puede cumplir a cabalidad su rol como tal si no está casado. Aunque no es obligatorio, se sospecha mucho del rendimiento completo de un siervo de Dios que no tiene un hogar que mantener, hijos que educar y enseñar, una esposa a quien honrar y una compañera que le haga ver sus yerros y equivocaciones. Un pastor sin esposa no está completo. Le falta ese “algo” que solo la mujer puede llenar y satisfacer. Amén de que si está soltero puede caer fácilmente en dificultades con otras mujeres de su congregación y echar a perder un ministerio que pudo llegar a ser hermoso y poderoso en Cristo.
Pero cuando vemos a un pastor que tiene responsabilidades hogareñas, que tiene una esposa que le respalde en su vida privada, que a su lado está una dama que le cuida y le sustenta sus necesidades emocionales y personales, ese hombre recibe respeto y tiene cierta dignidad que solo el matrimonio concede.
Lo mismo aplica para un hombre de negocios, para un empresario. Cuando uno de ellos está soltero, se sabe que no tiene una meta a donde dirigir sus esfuerzos financieros y laborales. Es un hombre que por muy inteligente que sea para los negocios y hacer prosperar una empresa donde manejar cierta cantidad de personal, si no tiene un hogar, una esposa a quien mostrarle sus triunfos y éxitos, ese hombre se siente vacío, le falta ese “algo” por quien esforzarse cada mañana para salir al trabajo.
Muy bien, pero hay mujeres que no aportan nada de esto al matrimonio. Si, trabajan, dan dinero, producen paz y equilibrio a la relación, pero si no dan lo que solo ellas pueden y saben dar, en ese hogar falta algo. Eso fue lo que vivió Abram. Era riquísimo. tenia suficientes recursos financieros, esclavos y haciendas. Pero no tenía hijo. Y eso le hacía sentir vacío. Si, Sarai era “su” princesa, podía sentirse orgulloso de la belleza física de su esposa, pero no tenía hijo. Y eso solo Dios y Sarai se lo podían dar.
Cuando Sarai le da su hijo tanto tiempo deseado, Abram ahora se siente completo. Ya no le falta nada. Ahora es un hombre completo. ¿Que le hace falta a usted que su esposa le de, querido lector? ¿Respeto? ¿Honra? ¿Apoyo moral? ¿Ternura? Pídale al Señor que la convenza que esos son detalles que solo ella, su esposa, puede brindarle.