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domingo, abril 28, 2024

¿Quién era ese hombre…?

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Génesis 37:15 “…un hombre lo encontró, y el hombre le preguntó, diciendo: ¿Qué buscas?”

El caminar que Dios ha preparado para cada uno de nosotros, -cuando lo entendemos-, se vuelve sorprendente y delicioso.  Cuando revisamos las vicisitudes que hemos pasado a lo largo de nuestro caminar por esta vida nos damos cuenta que han habido personas, hechos y sucesos que nunca esperábamos que fueran para nuestro bien.

Y es por eso que muchos nos rebelamos ante las situaciones a veces dolorosas que nos acontecen sin saber que esas cosas precisamente son las que Dios usa para darnos grandes enseñanzas y cambiar el rumbo de nuestro caminar hasta completar su perfecta voluntad.

Porque fuimos creados para que él sea glorificado. No nosotros. Nosotros solamente cumplimos nuestro papel nos guste o no, para que al final, cuando el cuadro se completa, se vea que su Obra en nuestras vidas ha sido perfecta desde el principio.

Usted debe saber que usted fue creado para la grandeza. Usted fue creado por el Señor para dar antes que recibir. Para no pedir prestado pero sí para dar prestado. Usted fue diseñado por Dios para lograr grandes cosas para su Reino -el de Dios, no el suyo-, y si para lograrlo usted como yo debemos pasar por momentos difíciles, estos nos llevarán como el Destino llevó a Edipo a encontrar su propósito, así nosotros llegaremos al final de la espiral de nuestra vida.

Porque nuestro destino no es una linea recta entre el punto A y el punto B. No. Nuestra vida y nuestro andar es una espiral. Empezamos a girar desde abajo y vamos ascendiendo poco a poco y en el ínterin aprender grandes misterios que nos enriquecerán para nuestro acervo y para enseñar a otros lo sorprendente que puede ser vivir la vida cristiana al máximo. De la Mano de nuestro Dios que nos guiará hasta completar su deseo para nosotros.

José es el máximo ejemplo que tenemos -aparte de Jesus-, para poder comprender como Dios ha orquestado nuestro caminar. Su periplo empezó con sus sueños. Dios provocó que José tuviera sueños de grandeza. Sueños que lo iban a llevar por senderos que él nunca imaginó y que guardó en su corazón para cuando estos se cumplieran. José fue hecho para grandes cosas. Para ser un paradigma de quienes también quieren segur su ejemplo. Pero para cumplir esos sueños de grandeza, primero tenía que empezar desde abajo. Cada gota de hiel, de amargura, de dolor y frustración fueron el ingrediente esencial que Dios usó para llevarlo a cumplir sus sueños.

Solamente quienes sueñan con espigas grandes, solamente quienes sueñan con estrellas brillantes y hermosas, solo aquellos que se atreven a soñar con el Sol y la Luna serán capaces de llegar hasta arriba.  De escalar peldaños hacia la grandeza. Pero antes de tener la rosa, hay que sufrir la espina dijo alguien. 

Así fue como José que había sido enviado por su padre Jacob a buscar a sus hermanos en Siquem, después de dar vueltas y vueltas y no encontrarlos, “un hombre” se encontró con él y le indicó que se habían ido a Dotan. ¿Qué si ese hombre no hubiera estado allí? ¿Qué hubiera sucedido si ese hombre no aparece en el camino de José? ¿Qué si ese hombre no se hubiera atrevido a preguntarle que buscaba? ¿Que si ese hombre no hubiera tenido la información que José necesitaba? A la postre: ¿quien era ese hombre? No se nos da el nombre porque no importa. No se nos dice como era porque no importa. No se nos aclara como era porque no importa. Lo que importa es qué sucedió a causa de haber aparecido ese hombre.

José fue y encontró a sus hermanos en Dotán. Ellos lo venden a unos mercaderes. Lo compra Potifar en Egipto. Lo lleva a su casa como esclavo. La mujer de Potifar se enamora de él y trata de corromperlo. José se niega y va a parar a la cárcel. Allí conoce al copero del Faraón. El Faraón tiene sueños que nadie puede interpretar. El copero le dice que hay un preso que puede hacerlo. Mandan a traer a José y lo ponen en el Ministerio de Finanzas del Estado. Viene una hambruna y José guarda suficiente comida. Sus hermanos tienen hambre y solo José tiene granos. Jacob los envía a “el señor de Egipto” sin saber quien es. Los hermanos no lo reconocen pero llevan suficiente comida a su tierra. Faraón está contento con José y les ofrece asilo en la mejor tierra de Egipto. Pasan cuatrocientos años viviendo en Egipto y luego que entran setenta personas se han convertido en dos millones. Salen una noche al desierto y después de cuarenta años, aquellas setenta personas encuentran su Tierra Prometida. Hoy es Israel, la nación escogida por Dios. 

Todo porque “un hombre” se cruzó en el camino de José allá en Siquem y lo envió a Dotan.

¿Se ha encontrado usted con “un Hombre” en su camino? De seguro usted, si obedece, va directo a la grandeza. Ese Hombre es Jesus.

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