Romanos 4:19 “Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara”
Vivir por fe no es nada fácil. Si a usted le han dicho que no se preocupe, que no tenga “pena”, que vivir por fe es fácil porque Dios le dará todo lo que necesita sin hacer nada más que esperar y creer en sus Promesas le han mentido querido amigo. Muchos que predicamos la Palabra de fe a veces nos dejamos llevar por las emociones y mezclamos las cosas y resulta que muchas personas nos creen el atrevimiento de enseñar lo que no es cierto en la mayoría de las veces.
Vivir por fe no es fácil. Nuestros cerebros, desde pequeños, han sido enseñados a ver antes de creer. Vivir por fe y no por vista es una disciplina que requiere mucha entrega, mucho valor y mucha decisión de no mover un dedo y dejar que sea el Señor quien cumpla sus promesas para nuestras vidas.
Dios le había prometido a Abraham que tendría un hijo, uno que se convertiría en la simiente de muchas naciones. Sorprendentemente, Abraham no se inmutó ante esta promesa, a pesar de que ya había pasado la edad de engendrar hijos. La esencia de la verdadera fe se encuentra en este único versículo.
Para la mente natural, era imposible que se cumpliera esta promesa; pero Abraham no se quedó en la desesperanza. Según Pablo, el patriarca no pensó en cómo cumpliría Dios su promesa. No razonó con Dios: “Pero, Señor, no tengo simiente para sembrar. Sara no tiene vida en su matriz para concebir. Mi esposa ya no tiene la capacidad de tener hijos. ¿Cómo lo harás, Señor?” En lugar de hacer tales preguntas, Abraham simplemente no las consideró.
Cuando Dios está obrando produciendo una fe que es mejor que el oro, primero pone una sentencia de muerte sobre todos los recursos humanos. Él cierra la puerta a todo razonamiento humano, pasando por alto todos los medios de una liberación racional. Esto es algo que he tenido que vivir en mi propia vida. Quedarme sin nada. Quedarme con todas las puertas del mundo cerradas a la posibilidad de tocarlas para resolver alguna necesidad que era apremiante para mi en algún momento.
En algún instante de mi caminar cristiano se me ocurrió abrir una cuenta de ahorro en alguna cooperativa. Todo porque en ese sistema no hay mucho requisito que llenar para pedir un préstamo. El mismo ahorro sirve de garantía como pago si el deudor no logra cancelar su compromiso. Es por eso que lo que le prestan al ahorrante es solo una porción del total de sus ahorros. Todo estuvo bien por algunos años. Cuando tenía alguna necesidad urgente de dinero iba a la cooperativa y hacía un préstamo que en un par de horas todo estaba resuelto. Era un alivio a mi ansiedad por resolver algún problema financiero en mi casa. Ver para creer. Hasta que vino una ley del gobierno contra el lavado de dinero.
¿Y qué cree? Los pastores fuimos los primeros sospechosos de lavar dinero del mundo oscuro del narcotráfico. Por lo tanto, las instituciones financieras tuvieron que cerrar las cuentas de los pastores evangélicos por ser sospechosos de ese delito. Por lo menos eso fue lo que me dijeron a mi. Y me cerraron la puerta en las narices. ¡Bien hecho Dios! Ahora ya no me quedaba ninguna puerta a donde ir a buscar mi solución. Solo me quedaba lo que debía haber usado desde hacía mucho tiempo atrás: doblar rodillas. Creer por fe en que Dios se iba a hacer cargo de lo que el banco había hecho. Aprendí en carne propia a creer.
La fe que agrada a Dios nace en un lugar de muerte. Estoy hablando aquí de la muerte de todas las posibilidades humanas. Es un lugar donde los planes hechos por el hombre florecen al principio y luego mueren. Es un lugar donde las esperanzas humanas brindan un alivio temporal, pero pronto se derrumban, lo que aumenta la sensación de impotencia. Eso fue lo que sentí cuando salí de aquel banco. Impotencia. Dudas. Temblor de manos. Pero en el fondo yo sabía que Dios estaba trabajando en mi fe. Me estaba haciendo un tremendo favor de depender absolutamente de él y no de ningún brazo humano. Y, ¿sabe? Funcionó. Funcionó tanto que ahora nadie puede abrogarse la gloria de ser mi proveedor más que el Señor mismo.
¿Ha estado en este lugar de muerte? ¿Le ha parecido que no le quedan opciones? ¿Los cielos son como bronce cuando ora? Siga, no desmaye, no claudique. Siga creyendo y siga esperando. Le declaro que esto es Dios obrando. Su Espíritu está obrando para que deje de considerar las imposibilidades. Deje de buscar formas y medios humanos, tratando de pensar en la manera de salir de su situación. El Espíritu Santo le insta: “Deja de buscar la ayuda de algún hombre. Deja de centrarte en lo desesperada que crees que es tu situación. Esos son obstáculos para tu fe”.
Que se diga de nosotros las mismas palabras que se dijeron de Abraham: “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:20-21).
¡esa es la fragua de la fe! muy identificado con el escrito, que el Señor nos siga ayudando para no desmayar y estar firmes creyendo en Él