1 Tesalonicenses, 5:18 “…dad gracias en todo…”
El signo más distintivo de un verdadero cristiano es la lealtad. La lealtad no es un sentimiento ni tampoco una consecuencia de algo. Tiene que ser un fruto. Porque dar gracias, para un hijo de Dios es algo que debe nacer desde el fondo del corazón, primero a Dios por todas sus maravillas hechas en su vida, pero también con su prójimo cuando recibe un don o un regalo cualquiera que sea su naturaleza.
Dar gracias a Dios por cualquier cosa que pasa a ser nuestra por su misericordia, es algo que no debe faltar en nuestras vidas. La gratitud es la forma de fe más grande que existe. Cuando damos gracias estamos creyendo y confesando que no hay otro Dador que Dios. Y no hay nada más hermoso que una persona agradecida.
Es una persona que refleja fe, amabilidad, de frutos dignos del Padre. Diez leprosos fueron sanados y solo uno regreso a dar gracias y Jesus preguntó ¿en donde están los otros nueve? También no hay otra forma más ingrata en el corazón del cristiano que no dar gracias por lo que se recibe, sea un mensaje que le ha cambiado la vida, que le ha impresionado y que le ha movido de sus paradigmas o un regalo personal.
¡Feliz el hombre que puede entender esto! Aquí esta el secreto para alcanzar la salud emocional, física y mental para nosotros. Dar gracias es obligar a su mente a pensar según el diseño de la buena inclinación. La mala inclinación es el ser déspota con el que nacimos todos. Pero cuando damos gracias, estamos anulando esa herencia malévola que habita dentro de nosotros. Ese egoísmo y egocentrismo que muchos de nosotros sufrimos durante nuestra vida. Dentro de nosotros hay una batalla que uno de los dos trata de ganarla. Dos ejércitos luchan dentro de nuestra alma y tenemos que saber distinguirlas. Entre el deseo de la carne y el deseo del espíritu, entre el bien que quiero hacer y no hago y el mal que no quiero hacer pero lo hago. Y nuestra mente está dispuesta a unirse a uno de los dos.
O nuestra mente se une a lo correcto o a lo incorrecto. Somos nosotros quienes decidimos de que lado de la balanza se inclina nuestra conducta. Nadie nos puede obligar a hacer lo que hemos decidido dentro de nuestros pensamientos hacer. Pregúntele a la gente por qué tiran basura en las calles sabiendo que ahora ponen multas a quien lo haga. No sabrán que responder porque son gobernados por sus deseos de desobediencia y rebeldía innatas en el ser humano.
Cada uno de nosotros hemos venido al mundo a cumplir una misión única. Por tanto, nuestras circunstancias han sido orquestadas por Dios porque son únicas. No podemos compararnos con otras personas. Solamente nosotros podemos movernos en esas circunstancias y responder a ellas. Por lo tanto, solo cada uno de nosotros podemos tener éxito en ellas. A alguno de nosotros nos toca que enfrentar enfermedades, tragedias y problemas. Pero cada una de ellas son diferentes para cada uno. Son los designios divinos.
En otras palabras, cada uno de nosotros decidimos que queremos hacer con nuestra vida. No son los problemas la causa de los fracasos. Es la forma en que los enfrentamos. Podemos usar nuestra mente para dañarnos a nosotros mismos o la podemos usar para empoderarnos a nosotros mismos. La podemos usar para enfermarnos o para sanarnos. Debemos saber que lo que sana no es lo que entra al cuerpo sino lo que sale del cuerpo. La sanidad empieza por la cabeza a los pies y no viceversa.
Y dar gracias es una de las medicinas más hermosas que Dios nos ha dejado. Porque al dar gracias segregamos una serie de hormonas dentro de nuestro cerebro que impacta positivamente en nuestra salud mental, física y emocional. Dar gracias a Dios por todo, nos hace reconocer que todo es del Señor pero cuando damos gracias, el Señor nos lo está dando para nuestro bienestar. Es por eso que antes de comer damos gracias. Antes de usar algo debemos dar gracias. Mientras no lo hagamos es de Dios, pero cuando somos agradecidos pasa a ser nuestro. Porque vivimos en una relación de pacto con el Señor. Solo él nos da la salud, nos da trabajo, nos da cobijo y nos provee el pan de cada día.
El cerebro humano fue creado por Dios para autosanarnos. La mente genera pensamientos, los pensamientos generan sentimientos, los sentimientos generan actitudes ante la vida. Y nuestra mente tiene un rol muy importante para discernir todo lo que nos pasa. Dar gracias genera dentro de nosotros un sentimiento de humildad, de felicidad por reconocer que nada es nuestro y que lo que recibimos lo hacemos por Gracia y Misericordia. David dijo que del Eterno es el mundo y su plenitud. Cuando somos agradecidos y mostramos gratitud sea a Dios o a quien nos haga un bien nos produce un estado de contentamiento, nos sentimos tranquilos porque hemos reconocido que nada era nuestro pero que ahora nos pertenece.