Mientras el ungido esperaba su tiempo entre las ovejas de su padre, sus hermanos mayores estaban siendo desafiados al lado del ejercito de Israel, por un gigante que parecía invencible.
Después de algunos días, su padre lo mandó a llamar y le asignó una tarea casera, le dijo que le llevará a sus hermanos alimentos, esos alimentos era una medida de grano tostado, 10 panes y 10 quesos.
Fue así como David llegó al campo de batalla, donde los dos ejércitos se encontraban en formación, se enteró del desafío vergonzoso que desde hace varios días Goliat le hacia a los hijos de Israel y de la incapacidad de todos, de no tener valentía para pelear contra él.
Minutos después, el ungido aceptó el reto y fue llevado ante el rey, para su debida aprobación real. David fue advertido de distintas maneras para que pensara bien, en pelear o no con ese gigante, pero él estaba resuelto, se determinó a ganar, contando con el respaldo de Jehová Sabaot, (Jehová de los ejércitos), lo demás de la historia lo conoces muy bien.
Ahora aprendamos las siguientes lecciones:
❖ Los ungidos deben aprender a esperar el momento preciso de Dios.
El profeta Samuel ungió como futuro rey a aquel joven pastor, en la misma casa donde fue criado, y delante de su padre y hermanos, con quienes creció.
Luego de caminar por los corredores de su casa, destilando aceite, la vida continuó casi igual para él.
A simple vista nada cambió, todo seguía igual, David seguía haciendo los mandados de la casa, pastoreando las ovejas de su padre, viviendo en el anonimato del bosque y las praderas, etc.
El mundo no gira a tu alrededor, no importa cuanto logres o cuanto alcances, matando leones y osos, saldrás a escena hasta que Dios te lo permita.
Así que paciencia ungido… Mucha paciencia.
No te desesperes, llegará el momento preciso de Dios para ti.
Mientras David, seguía con su vida cotidiana. En lo secreto de Dios, antes de que él naciera, permitió que Goliat viniera al mundo, creciera y se convirtiera en adversario de Israel.
Lo que te quiero decir es que, tus ojos y los ojos de los que te rodean, no alcanzan a visualizar, el trabajo fino de Dios, en lo infinito de sus planes.
Puede ser que no veas nada, que no hallan señales de nada, pero mantente esperando el cumplimiento de tus promesas. Mientras tanto, diviértete un poco, matando osos y leones, aunque en el presente nadie te fotografíe, pero a la postre, Dios te llevará a la línea de batalla, donde por fin, brillarás con aquella unción que fue derramada sobre ti, desde hace algún tiempo.
❖ Los panes y los quesos serán el método de Dios para ponerte en el escenario de tu victoria.
No desprecies las asignaciones de tus padres, biológicos y espirituales, no delegues lo que tú debes hacer personalmente, no te fastidies con el olor de los quesos que deben ser llevados a sus respectivos destinatarios.
Se obediente, obedece… Oblígate a ser diligente en esas pequeñas tareas, porque al finalizar la mañana vendrá la tarde de tu victoria.
Ese día, cuando Isaí le dijo a David: “Ve a dejar estos panes y estos quesos”. Nadie se imaginó que, en el calendario de Dios, nacería delante de los ojos de todos, el nuevo rey de Israel. Pero si David se hubiera negado a ir, lo hubiese arruinado todo.
Así que dale gracias a Dios, por todo lo que te asignan, y reparte con alegría, esos panes y esos quesos.
❖ Los que no han cargado panes y quesos, no dan la medida, para trabajar en el reino.
“Se levantó pues, David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado…” 1 Sam 17:20.
David llevó la carga de sus hermanos, y de jefes militares, puesto que su padre les envió a ellos también.
De manera que el que no siente carga por su nación, no podrá ser bendecido por ella, el que no tiene carga por otros, nunca llegará a ser un buen líder.
Si quieres ser exitoso en la vida, échate al hombro las necesidades de otros, y se tú un repartidor de bendiciones, sin esperar nada a cambio.
El reino de Dios necesita, siervos, discípulos, soldados e hijos espirituales dispuestos a poner la espalda, por el ejercito de Dios y sus hermanos.
Todo lo que hagas, hazlo para servir a otros, no por hambre de ser reconocido. La medida de tu bendición, es proporcional, al peso de los panes y de los quesos que has cargado por otros.