Filipenses 3:17 “… y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros…”
Van de tres en tres o de dos en dos. Tocan puertas, detienen a la gente en medio de la calle. Les ofrecen sus tratados que casi nadie lee. Unos, por educación los guardan en el fondo de sus bolsas, otros los tiran a la calle. Otros, más osados, se suben a los buses que circulan por la ciudad y les predican a los pasajeros que algunas veces ni los voltean a ver, otros quizá porque no tienen mejor cosa que hacer, los observan sin ponerles atención. La mayoría no les escuchan. Son los evangelistas que las iglesias evangélicas envían a convertir a las personas a que acepten a Jesus como su Salvador personal.
La mayoría tienen un Ministerio de evangelización y que disponen de suficientes recursos financieros como para alquilar o tener en propiedad algún bus que los lleva a otros lugares fuera de su jurisdicción para presentar el plan de Salvación. Son los que se han enamorado de su ministerio y dejan a sus esposas e hijos en el Templo y ellos se van a ganar almas. Después de un par de horas fuera de sus congregación, regresan a sus líderes con un reporte que han ganado unas cincuenta o cien almas, anuncio que se hace en el siguiente culto y todos aplauden por el logro alcanzado. Esas supuestas almas nunca se ven en la Iglesia. No se sabe a donde se han ido a congregar. El asunto es que repitieron una oración guiados por sus mentores en medio de la calle y ya. Lo dice la Escritura: El que confiese el Nombre de Jesus será salvo. Listo.
Ahora que se ha cumplido la gran Comisión, pueden volver a ser los mismos de siempre. Hombres mal hablados, fumadores y asiduos visitantes de algún bar escondido en sus barrios. Vuelven a ser los esposos que le pegan a sus esposas, maltratan a sus hijos y desobedecen a sus jefes en el trabajo. Pueden volver a sus rutinas de pecado muchachos, ya salieron a ganar almas y Dios ya los tiene inscritos en el Libro de la vida. En la semana pueden ir a visitar a sus amantes que también ha ganado un su par de almas para tranquilizar su conciencia.
Mujeres, ni digamos. Es bueno que la Iglesia las tenga en la lista de ganadoras de almas porque así se evitan lavar trastos en su casa, limpiar su habitación y dejar la cama sin hacer porque hay que llegar temprano al ministerio antes que el bus se vaya y la deje sin hacer nada en la banqueta. No importa que no haya desayuno, ahí comen algo los niños en la Escuela Dominical y que la maestra los termine de peinar y limpiarles los mocos. Al fin y al cabo ese es su ministerio.
¿Estoy criticando a alguien en especial? Perdón, pero solo escribo lo que he visto en muchas congregaciones de este hermoso país. Y se me hace que en el resto de Centro America es lo mismo. Porque la Iglesia evangélica es la misma. Cambian los colores y los emblemas pero todo es -como se dice en política-, lo mismo de siempre.
Creo que Pablo ya había visto lo que esta usted leyendo. Es por eso que a los filipenses les dejo escrito en su carta que no deben ser como los demás. Que si salen a predicar a las calles, primero que prediquen en sus casas. Que sus parejas los vean vivir el Evangelio que quieren pregonar. Que sus hijos y hasta sus suegras se convenzan que verdaderamente han nacido de nuevo. Me gusta lo que dejó este gran Apóstol en sus misivas: “…y observad a los que andan…” no dijo a los que hablan ni regalan tratados. No, a los que andan. Porque sabemos que no es lo mismo caminar en la Palabra, andar en el orden de la Palabra que hablar.
Porque para hablar somos buenos. Cualquiera con un poquito de verborrea puede fabricar hermosos mensajes de la Biblia, copiar y pegar algo bonito de alguna página de internet y listo. No importa que su conducta sea más aberrante que cualquiera del mundo. Es por eso que todos esos esfuerzos que se hacen para llenar la Iglesia no funciona porque ya nadie cree en lo que decimos, ellos necesitan y desean vernos vivir el Evangelio de Cristo y no el nuestro propio. Como decía un pastor muy conocido en algún país del mundo: Usted no me vea a mí, vea a Cristo, pero se le olvidó que somos imagen y semejanza del mismo Cristo. Que somos sus embajadores y representantes de su Imagen y Gloria.
El testimonio mis amigos o hermanos, es lo que convence a la gente que quiera conocer al Señor Jesus. Ellos ya están cansados de escuchar mensajes y gritos en los medios, ahora es tiempo de mostrarnos ante ellos como un vivo ejemplo de lo que es y debe ser un cristiano. Un verdadero nacido de nuevo. Que sus hijos quieran -como cantó Berríos-, ser como su papá, pero su papá debe ser como Jesus. Que su esposo inconverso, hermana, vea en usted la humildad y el servicio y el amor de Jesus derramándose en su vida. Que su esposa, querido consiervo, lo vea vivir, hablar, andar y orar como lo hizo Jesus.
El pragmatismo personal de cada uno debe ser el sello indiscutible del verdadero hijo de Dios. La sinceridad en el diario vivir. La franqueza en el trato cuidadoso ante su pareja y sus hijos harán que ellos también quieran ser cristianos. Si no me cree, vea tanto hijo de evangélicos metidos en las cárceles o muertos en las calles por sus propios amigos pandilleros.
Es hora entonces de empezar a ser y hacer, antes de continuar hablando de un Jesus que no estamos dispuestos a honrar con nuestros hechos. Que nos vean “andar…”