Brasil es un país grande, muy grande. Y en su seno conviven personas de diversos trasfondos. Inmigrantes de diversos países y continente le han dado una conformación única que hace de los brasileños personas cálidas, hospitalarias, y alegres.
Por mi trabajo, he tenido la suerte de visitar varios estados y ciudades del país, disfrutar de su diversidad de comidas, bebidas y, claro, beber el café más sabroso del mudo…
Y esta vez, debo hablar de por qué, el candidato a presidente, Luiz Inacio Lula da Silva, conocido como Lula lideró en las elecciones del pasado domingo, pero no le alcanzó para vencer en primera vuelta al actual presidente, Jair Messias Bolsonaro.
El primero se identifica con el Partido de los Trabajadores de tendencia izquierdista. Bolsonaro, por su parte es de extrema derecha y contó con el apoyo del Partido Social Liberal.
“Los últimos sondeos ilusionaban al líder del Partido de los Trabajadores (PT) con un triunfo en primera vuelta, pero los resultados mostraron una pelea más cerrada entre ambos y habrá ballotage ya que ninguno alcanzó el 50% de los votos válidos.
Quien se consagre finalmente ganador deberá hacer frente a las mayores preocupaciones de los 212 millones de habitantes, que se centran en el desempleo, la inflación y la salud, según recientes relevamientos” (Diario El País).
¿Puede una persona, solo con su presencia, torcerle la mano al destino, y, cambiar la mentalidad de una nación, de manera de proyectarla a un mejor futuro?
La historia nos ha demostrado que es posible. Los caudillos de todos los tiempos, han llegado al poder para intentar dar una nueva visión, y hasta una nueva ambición a pueblos que se han visto privados de tal meta en el transcurso de su historia.
Lula, de ganar a fines de octubre, puede repetir su plan maestro, que le llevó de ser un mecánico “maestro tornero” para, por tercera vez, ser el presidente del país más grande de América Latina.
Y es posible, tal ambición de país, cuando Brasil lo tiene todo: industrias medianas y pasadas, todos los minerales, incluyendo aquellos que ambicionan las potencias industrializadas, petróleo, agua, el recurso que se convertirá en el más codiciado por todos los países, y lo más importante, mas de 200 millones de habitantes, que es su mejor y más valioso capital.
Los críticos, catalogan a Lula de ser un populista más, porque en sus dos previas presidencias, dio subsidios y “paquetes económicos” a los más necesitados. Y claro, los que manejan la economía del país, miran con recelo, y hasta con desdén lo que él llama “los pilares en que se sustenta su gobierno” (de ser elegido):
“Uno de sus pilares es subir el salario mínimo e invertir en obra pública y vivienda a través de un plan con “responsabilidad fiscal” para combatir la inflación y generar empleo. Propone una reforma agraria y una tributaria “para que los pobres paguen menos y los ricos paguen más”.
El lenguaje suena hoy muy familiar en la América Latina, en que un número de nuevos presidentes recientemente electos en varios países de la región usan las mismas palabra y planes para lograr la presidencia de sus países, ¡y lo han logrado!
¿Será posible para este Lula, de 76 años, sobreviviente de cáncer y de un discurso, corto, pero efectivos ante millones de pobres que lo ven como su única tabla de salvación, ante una sociedad que los mira como peones de recambio en un sistema económico en que no vales por lo que seas, sino por lo que sirves?
Lo veremos; y estaremos atentos a las noticias de fines de mes, que vengan del Brasil, con sabor a carnaval, a futbol y caipiriña, ese país maravilloso que a lo mejor ha sido la mejor copia de lo que alguna vez fue el edén, si ese lugar, realmente existió.
(guillermo.serrano@ideasyvoces.com)