fbpx
viernes, abril 19, 2024

La paz

- Publicidad -spot_img

Juan 14:27 “La paz os dejo, mi paz os doy…”

Fíjense ustedes, que todo el mundo de hoy anda en busca de la paz. Claro, eso no es nada nuevo. Ya desde la antigüedad los pueblos que poblaban la tierra buscaban ese tesoro tan caro unas veces y otras tan escaso. Es por eso que la paz a veces se logra con guerra. Son dos palabras antípodas pero reales. Para tener paz a veces hay que hacer guerra. La paz es un producto bien caro. Cuesta no solo dinero, pero también vidas humanas. Cuesta a veces dejar un matrimonio que quisimos mantener a toda costa pero la falta de paz en medio de la pareja hizo que tuvieran que tomar una decisión. Apartarse. Abandonar las promesas que se hicieron en algún tiempo y en algún altar.

¿El costo? Hijos abandonados. Hogares desintegrados. Personas rotas. Demandas civiles. Y a veces, hasta la muerte de uno de los cónyuges por venganza o por ira del otro. Mantener la paz no es fácil ni barato. Quiere sangre, sudor y lágrimas.

Las sociedades antiguas que es en donde encontramos los paradigmas de la bendita paz nos ilustran de manera muy clara qué hacían aquellas personas y sociedades para mantener sus fronteras en paz. Pero no solo sus fronteras sino también sus países, sus familias y sus miembros individuales.  Porque vivir en paz es algo inherente de las personas civilizadas. Ya encontramos en los tiempos del primer siglo cuando Jesus anduvo en la tierra enseñando su Evangelio.  Él encontró una sociedad fragmentada. Había varias divisiones sociales en medio de su país Israel. Los judaísmos de aquella época habían separado a los habitantes de su pueblo de tal manera que había grupos que se rechazaban unos a otros por la sencilla razón que no compartían sus ideas de un solo Dios, o una sola Escritura como la Torá. 

Los fariseos esenios se separaron de los fariseos legalistas. Los fariseos legalistas se separaron de los saduceos. Los saduceos se separaron de los sacerdotes y en fin, una plétora de judaísmos que para que les cuento. Hoy no hay diferencia. Estamos iguales. Todo porque cada grupo quería hacer prevalecer sus ideas por sobre las demás. Cada grupo decía tener la verdad absoluta. Eran los omnímodas de la religión. No nos extrañemos: Hoy estamos igual. 

Bueno, pero volviendo al tema, Jesus encontró que todos vivían bajo un sistema que no les brindaba la tan añorada paz para vivir en armonía no solo con sus semejantes pero también entre ellos mismos. Eran personas que andaban en busca de la paz para sentirse no solo libres pero también satisfechos. 

Los griegos habían tratado de insuflarles su paz, pero la paz griega, Eirene, no llenaba las expectativas del diario vivir.  Eirene, la paz griega, se basaba en meditar en los dichos de sus sabios. Conocer a Aristóteles, Platón, Esquilo y Euripides entre otros daba una sensación de paz mental, paz intelectual y paz académica. Pero esa paz no resolvía sus problemas físicos y personales con respecto a su sociabilidad. Eran muy conocedores de la sabiduría griega pero aberrantes en sus conductas internas.

Luego los romanos.  Ellos también tenían su propio concepto de paz. Era la paz de la bota, la paz de la espada y la guerra. La famosa Pax romana se basaba en gritos, en aplastar cualquier signo de insurrección en cualquier parte del Imperio a base de látigo y cruz.  En donde había un batallón de soldados romanos, en donde había un Tribuno a cargo de un grupo de élite militar como los Pretorianos había paz. Era una paz física. No se permitía pensar por sí mismo. Tenía una condición sine qua non: Obediencia al Emperador por sobre cualquier opinión. 

El problema era que cuando los soldados se alejaban un poco del entorno que protegían, los habitantes de dicho lugar se soltaban como usted no se imagina.  Empezaban los insultos en voz baja, la manifestación de su odio hacia los usurpadores de su tierra, los chismes y burlas hacia los que supuestamente eran sus libertadores y protectores sociales. Esa pax romana incentivaba la hipocresía social y personal. Es decir, cuando el gato está presente, los ratones están quietos.  ¿Le parece conocida la situación que priva hoy en muchos hogares y familias?

Es por eso que Jesus, viendo que el pueblo al que él vino, necesitaban paz, les ofrece Su alternativa a la paz. Era su paz. La paz de Cristo rompe todo paradigma. La paz que Jesus nos trae no se basa en la sabiduría griega ni en ningún título académico o logro humano.  La paz que Jesus nos ofrece no está cimentada en la violencia, el abuso de autoridad o la hipocresía como la pax romana. No, la Paz de Jesus es una condición que afecta la mente, el alma y el espíritu. Es decir, nos llena totalmente en todo nuestro ser. No es que nos volvamos ataráxicos y que nada nos perturbe o afecte, pero nada nos puede mover de nuestro estadio de paz porque hemos aprendido a dejar en las Manos de nuestro Señor toda situación que no podamos resolver. 

Es por eso que la Paz que Jesus nos da, no es una paz que hay que pelear con nuestro prójimo. No, su paz viene incluida en nuestra salvación.  Vivimos en paz con todos y con nosotros mismos porque Jesus nos la ha dejado como un regalo de su Eterno Amor.

- Publicidad -spot_img

ÚLTIMAS NOTICIAS

- Publicidad -spot_img

NOTICIAS RELACIONADAS

- Advertisement -spot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario
Por favor ingrese su nombre aquí