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domingo, noviembre 24, 2024

La oración de Jabes (Un pequeño testimonio)

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Génesis 12:1 “…a la tierra que yo te mostraré”

La Biblia es la Palabra de Dios, de eso no hay duda. Es el código de conducta de todo ser humano por excelencia.  Todo aquel que quiera vivir una vida que sirva de ejemplo para otros, especialmente para sus descendientes, tiene la obligación de leerla, estudiarla y vivir lo que allí se dice. No importa su credo, si usted quiere ser una persona de influencia y marcar tendencia como se dice hoy, en la Biblia encontrará las herramientas para ese propósito.

Si usted es un creyente del Budismo o del Hinduismo entonces lea y estudie los escritos del Buda o el Bhagavad Gitá y allí encontrará todo lo referente al misticismo oriental y en consecuencia ellos, los escritos y sus maestros, le enseñarán como alcanzar el Nirvana. 

Pero como yo soy cristiano y un -me considero-, fiel seguidor de las enseñanzas de Cristo, lo que recomiendo por sobre todo, es la Biblia. Es mi código de conducta como mencioné más arriba. Es allí en donde encuentro el mandamiento más difícil de vivir: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En eso no hay nada fácil porque se me pide que ame a pesar de las inconsistencias de carácter de mi prójimo. Porque si amo a mi prójimo, será más fácil poner la otra mejilla cuando me insulten, bendecir al que me maldice, darle de comer al hambriento aunque sea un holgazán y perezoso. 

La oración de Jabes, hace unos años, era una industria musical de varios millones de Dólares. Alguien le puso música a la oración que encierra un misterio de mucho valor y las iglesias, por lo menos las de Guatemala, empezaron a cantar esa oración sin saber realmente qué quería decir Jabes cuando le pidió al Señor que le ensanchara su territorio. 

Lógicamente yo también canté con los casetes que en aquel tiempo era la moda. El formato CD aún no había sido puesto al alcance de nosotros los de esta parte del mundo. Pero así las cosas, esa famosa moda me impulsó a buscar en la Biblia dicha oración y la encontré. Y la tomé como mi bandera de oración. Al igual que Jabes, le pedí al Señor que ensanchara mi territorio, que me bendijera y que no me dañara su bendición. 

Y dice la Palabra que Dios le concedió lo que Jabes le pidió. Como cualquier evangélico, caí en el olvido de dicha oración al ver que el Señor no me concedía lo que le pedí con tanto ahínco y lágrimas. Debo confesar que por mucho tiempo la repetí como si fuera el Padre Nuestro y no alcancé ningún milagro de prosperidad ni ensanchamiento de lo que según yo el Señor tenia que responderme como a nuestro amigo Jabes. No vi ningún resultado. Así que abandoné dicha oración y me dediqué a utilizar otras.

Pero, ¡Oh! sorpresa. A partir de cierto tiempo, empecé a notar cambios en mi vida. Al mismo tiempo que crecí en años y en experiencias materiales y espirituales, me di cuenta que yo no era el mismo. Es decir, no es que me volviera más viejo que era lo inevitable por supuesto, pero en mi interior empezaron a suceder cambios que antes yo no veía. Dejaron de importarme muchas cosas que antes ocupaban un lugar en mi corazón o en mi mente. Ciertos pecados que no podía abandonar empezaron a perder influencia sobre mi vida espiritual, empecé a sentir un deseo intenso de estudiar más la Palabra a través de estudios superiores con maestros calificados académicamente, me inscribí en una Universidad de otro país para aumentar mi acervo espiritual y a medida que fui estudiando mis clases bajo la tutela de mis maestros, nació en mi interior un amor por Jesus que antes no sentía. 

Sinceramente no sé como explicarlo pero a medida que conozco  a Jesus, el amor por Él aumenta exponencialmente y en estos años de mi tercera etapa veo que no puedo ni deseo seguir siendo el mismo que fui antes. 

En una de mis madrugadas para hablar con el Señor, escuché una voz tan suave como un susurro que me dijo: “¿recuerdas la oración de Jabes que por tanto tiempo me hiciste y que creíste que yo no te respondí?”  Si, Señor -le dije-, no vi resultados por eso la dejé de hacer. “Sin embargo -me dijo- esto que estás viviendo actualmente, esos cambios que estas notando en tu interior hacia Mi, no es nada más ni nada menos que he respondido tu oración. He ensanchado tu territorio. Porque tú esperabas que ensanchara tus finanzas, que te diera dinero, fama y prestigio, pero Jabes no pidió eso. Tú, sin saberlo, me pediste lo que pidió Jabes. Que ensanchara su territorio ESPIRITUAL no solo material. Es por eso que mi bendición es que yo te muestre la tierra a donde quiero que llegues. A una tierra que mana leche y miel pero no como tú la percibes sino como yo la veo: una tierra llena de paz y bendición espiritual” 

Entonces, muy agradecido le respondí: Ah, ahora entiendo Señor. Entonces, por favor, “ensancha mi territorio, bendíceme para que no me dañe tu bendición”.  Ensancha mi alma. Ensancha mi fe. Ensancha mi vida de santidad. Ensancha mi conducta hacia mi esposa.

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