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jueves, abril 25, 2024

Prepárense para el impacto

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Génesis 28:15  “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he prometido”

La mañana del 15 de enero de 2009, los pasajeros estaban sentados  a bordo de la nave de la aerolínea US Airways 1549 con sus cinturones abrochados esperando que despegara del Aeropuerto La Guardia de N.Y. con destino a la ciudad de Charlotte, Carolina del norte. Mientras tanto quizá estaban enviando sus últimos mensajes por celular a sus familiares que les esperaban en el otro aeropuerto en un par de horas a lo sumo.

De pronto, una bandada de pájaros se introdujeron en los motores de la nave obligando a sus capitanes a hacer un amerizaje obligado en el río Hudson, frente a la isla de Manhattan. A media mañana, sin previo aviso, todos los pasajeros que gracias a Dios no murió ninguno, estaban siendo atendidos por los barcos y ambulancias acuáticas que llegaron a auxiliarlos, vieron sus sueños de reunirse con sus familias o cumplir algún jugoso contrato de trabajo venirse abajo. Todos sus proyectos se desarmaron en un segundo. 

Cuando los medios entrevistaron a los pasajeros que podían hablar, les preguntaron qué habían escuchado antes del amerizaje, respondieron que lo último que escucharon fue la voz del capitán avisando: “Prepárense para el impacto…”

Y es que la vida puede cambiar en un segundo.

Eso le sucedió a Jacob. Un día tiene todo viento en popa en su casa y en su vida. Tiene casa, comida, vestido, padres que lo aman, ambiente familiar aceptable y ninguna preocupación a la vista. Hasta que su mamá le dice algo que cambiará el rumbo de todo su mundo. Isaac ha pedido a su hermano que le consiga una presa, la cocine y se la presente porque lo bendecirá con la bendición de la primogenitura. La madre le dice que se disfrace de Esaú para conseguir la bendición. Jacob obedece, suplanta a su hermano y recibe la promesa del padre para su futuro. Después de un pequeño altercado, amenazas de muerte y desprecio, Jacob sale huyendo de su casa y se encuentra, de pronto, sin nada. No tiene dinero, ropa, casa, familia, ni donde recostar su cabeza. Después de un largo camino, cansado y ya de noche, se arregla como puede para pasar la noche con su cabeza recostada en una piedra como almohada. 

Todo su mundo que antes era provisorio, ahora está en un mundo de tragedia, dolor y abandono. Se siente solo. Herido y quizá avergonzado por su anterior acción. En una palabra: No estaba preparado para el impacto. 

Pero Dios que es Bueno, le habla en sueños. Le promete que estará con él, que le cuidará y le proveerá todo lo necesario para sus necesidades. Con esa promesa, Jacob al dia siguiente sigue su camino a Harán para encontrarse con su tío Labán. Piensa que allí las cosas serán mejores porque Dios le ha dicho que él estará acompañándole. Pero no es así. Las cosas empeoran. Ahora tiene que trabajar de gratis catorce años y tiene que sufrir vigilias, pobreza, desprecios y engaños. Nuevamente no estaba preparado para el impacto. No era lo que él esperaba. Pero, aunque no lo viera, Dios estaba con él.

Como usted que me lee. Quizá ya sacó su Licenciatura con buenas notas. Se graduó con honores y le prometieron un buen empleo. Han pasado dos años desde entonces y no consigue el prometido trabajo. Se enoja. Se decepciona. Se amarga. Usted no estaba preparado para el impacto.

O que tal su matrimonio. En el altar le prometieron respeto, honor y provisión. En pocos días todo cambió. Violencia en vez de amor. Desprecio en vez de honor. Salir a trabajar en vez de provisión. La engañaron vilmente. Se decepciona porque no era eso lo que esperaba. Incuba rencor y rechazo en su corazón herido. No estaba preparada para el impacto. Pero Dios ha estado con usted aunque no lo vea. Porque aún tiene vida, tiene el aliento que respira. 

Perturbaciones del alma. Desprecios. Engaños. Suplantaciones. Hambres. Frío interno. Desnudez y amarguras. Todo eso lo vivió Jacob y lo vivimos nosotros.  Pero Jacob hizo algo que a veces nosotros no hacemos: Él se refugió bajo el paraguas de la promesa de Dios. Él sabía que Dios le había dicho que le protegería, que estaría con él en todo momento. Que no le faltaría su ayuda y cuidado. Jacob, al contrario de muchos de nosotros, le creyó a Dios y soportó con paciencia todo el sufrimiento que le vino de la noche a la mañana, esperando que la promesa del Señor se cumpliera en su vida. Eso le dio fuerzas para seguir adelante.

Jacob, en Betel, con su cabeza sobre aquella piedra, en la noche más triste de su vida, con el alma en un hilo por haber dejado su casa, su comodidad y sus tranquilos planes para su futuro, escuchó en sueños la promesa de su Dios. Y se preparó para el impacto.

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