2 Crónicas 2:13-14 “Y ahora envío a Hiram-abí, hombre hábil, dotado de entendimiento, hijo de una mujer de las hijas de Dan y cuyo padre es de Tiro, el cual sabe trabajar en oro, en plata, en bronce, en hierro, en piedra, en madera y en material de púrpura, violeta, lino y carmesí, y sabe hacer toda clase de grabados y cualquier diseño que se le asigne…”
Cuando veo Animal Planet me quedo sorprendido por las cosas que aprendo sobre la naturaleza, especialmente de los animales. Y no me refiero solo a los perros, gatos y caballos, sino me asombran también los insectos que allí nos presentan como animales útiles en el desarrollo del microsistema alimenticio de las selvas y los bosques.
Y es que todo, todo en el sistema de la vida tiene un propósito. Y debemos saber cumplirlo para no interrumpir la cadena de la supervivencia del cosmos, de las personas que nos rodean y de nosotros mismos.
La Escritura está llena de advertencias sobre la vida. Sobre la utilidad de cada uno de nosotros en el macrosistema en donde nos movemos y en donde encontramos la respuesta del por qué estamos aquí, para que estamos y en donde estamos. Hay un adagio que dice que somos como la maceta: debemos florecer en donde nos pongan. Pero somos tan egoístas que no queremos fructificar en donde estamos sino que estamos siempre buscando el lugar que nos agrade para hacerlo -si es que llegamos a hacerlo algún día-, pero no lo hacemos en donde el Señor que es el Sabio por excelencia nos ha colocado.
Cada uno de nosotros tiene algo que dar a otros. No podemos quejarnos y decir o alegar que no tenemos nada que compartir. Sencillamente porque siempre vemos las cosas con los ojos del Rico Mac Pato: Todo con forma de dinero. Y el dinero es lo que menos importa en la mayoría de las circunstancias que aquejan a nuestros amigos o hermanos.
Un abrazo, un beso en la mejilla, una taza de café con algún amigo, una plática que enriquezca nuestras vidas, un fuerte apretón de manos o hasta una sencilla y simple pero hemos sonrisa de buenos días. Todos tenemos algo que dar para que otros puedan alcanzar su máximo potencial. Para eso fuimos creados. Y cuando no cumplimos nuestro propósito, estamos dejando el universo incompleto y cojo. Porque, aunque no lo creamos, todos nos necesitamos. Todos somos importantes en el concierto del Cosmos que estamos habitando.
En una ocasión escuché a un líder religioso decirle a su congregación: “Yo no los necesito a ustedes, yo no necesito nada de nadie. Me valgo yo solo para sustentarme”. Me sonó a altanería dicha expresión. Porque pensé, ¿quien le lavará su carro de alta gama? ¿Quien cortará la grama de su jardín o le hará la limpieza de su casa? Y es que el orgullo humano a trascendido fronteras que rayan en la altivez y la ignorancia. Todos necesitamos algo de alguien. Hasta la hormiga necesita de los cadáveres de otros insectos muertos para llevarlos a su hormiguero y prepararse para el invierno. Lo dice la Biblia, que aprendamos de ella.
Salomón está a punto de iniciar una obra jamas vista. Su padre David, le ha dado instrucciones para que construya una Casa para su Dios que tanto ha anhelado hacer. Y llegó el momento en que su hijo, a quien Dios ha escogido para hacerle su Templo, ponga manos a la obra. Pero Salomón, al ver los planos del edificio majestuoso que tiene que construir se da cuenta que no tiene todos los elementos necesarios para hacer tal obra. Si, tiene dinero. Si, tiene obreros. Si, tiene las ganas y el deseo de hacerlo. Pero le falta alguien. Y ese alguien no está en Israel. No lo tiene a mano.
Necesita un orfebre que sepa trabajar madera, hierro, oro, plata y otros metales. Necesita alguien especializado en dichas labores y que tenga mano fina, mano de especialista. Y es cuando acude a un amigo de su padre David, a Hiram, rey de tiro para pedirle ayuda. Porque Hiram tiene un hombre que Salomón necesita. ¿Como? ¿Salomón necesitando a alguien siendo un rey tan poderoso y rico en todo sentido? Aquel predicador que dijo aquellas vanas palabras se quedó enano, con todo respeto, ante la actitud de este rey de Israel que en su tiempo y hasta la fecha, no ha sido superado por nada ni por nadie. Salomón nos da una tarjeta de presentación de lo que es la humildad personal. No importa que sea el rey más poderoso de la tierra y bendecido superlativamente por Dios, pero él mismo se da cuenta que no lo tiene todo. Que alguien más tiene lo que él necesita. Y lo consigue.
Sus palabras nos muestran la sencillez y humildad de un corazón que no solo reconoce sus límites pero también que es capaz de doblar la cerviz ante otro rey para pedirle, según sus palabras “Ahora pues, envíame un hombre diestro para trabajar…”
El rey Hiram no puede hacer lo que Salomón necesita. Hiram, con todo su poder real no sabe hacerlo todo. Pero en su reino tiene un hombre que sí puede hacer lo que su amigo necesita.
2 Crónicas 2:13 “Y ahora envío a Hiram-abí, hombre hábil, dotado de entendimiento…”
En el Reino de Dios hay hombres, mujeres y jóvenes dotados de algún don que serán útiles en el momento preciso en que alguien necesite de ellos. El Rey sabe donde están y quienes son. Solo es cuestión de esperar el momento de ser enviados. El Rey confía en que esas personas han guardado sus talentos y dones para ponerlos al servicio de su Rey.