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domingo, noviembre 24, 2024

¿Por qué desatarlos?

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Lucas 19:31 “Y si alguien os pregunta: «¿Por qué lo desatáis?», de esta manera hablaréis: «Porque el Señor lo necesita»”

Ya la Iglesia no practica la liberación. Ya no practica la expulsión de demonios por ignorancia, por tupé o por no ofender a sus asistentes haciéndoles saber que tienen estorbos espirituales que les hacen cometer toda clase de ingratitudes contra ellos mismos y su prójimo. 

En la década de los noventas, nos llegó a Guatemala la revelación del Ministerio de liberación del cristiano. Fue algo hasta cierto punto chocante e impactante porque nunca habíamos escuchado de ese Ministerio del Espíritu Santo. Era algo que nunca se había visto ni escuchado en los círculos cristianos evangélicos. Para ser más claros con la idea, estoy hablando de lo que la iglesia Católica llama exorcismo. Echar fuera demonios de alguien o de algo. 

Esa idea o Ministerio dividió a grandes sectores evangélicos porque unos decían que el cristiano no podía ser poseído por demonios. Otros decían que si Cristo vive dentro de nosotros no puede convivir con esos diablos. En fin, no quiero entrar en detalles teológicos que sería la de nunca acabar.  El asunto es que Jesus practicó la liberación de demonios entre aquellos que se cruzaron en su camino. No tenemos que estudiar un pénsum teológico para verlo actuar en los evangelios y darnos cuenta de esa realidad.

Pues bien, en este escrito no quiero hablar de posesión demoníaca ni mucho menos. Quiero expresar un pensamiento para que ustedes los lectores puedan -como dice el periodista Del Rincón-, “sacar sus propias conclusiones”.

En el texto que me sirve de base hay una enseñanza muy profunda que hemos pasado por alto. Pero también hay una exhortación a quienes realmente desean servir al Señor. Ya no practicamos la necesidad de que los que aceptan a Jesus como Señor y Salvador, el siguiente paso es ser libres. 

¿De que? De sus traumas y conflictos. De sus áreas grises dentro de sus almas. De sus adicciones internas y privadas. De esas cosas que nos incapacitan para ser verdaderamente libres y poder ser instrumentos en las Manos de nuestro Dios. 

El pollino estaba atado. Si, atado a sus tradiciones y costumbres. Atado a sus amarguras y debilidades. Es por eso que cuando Jesus lo necesita, lo primero que tienen que hacer sus discípulos es DESATARLO. Su dueño lo tenía atado a un poste. Inútil. Inservible. Nunca había sido útil para nada ni para nadie. En lo que a mí respecta, mi dueño anterior me tenía atado al orgullo, al sexo ilícito, a la presunción que yo podía hacer cualquier cosa sin rendirle cuentas a nadie. Atado a la idea que podía fumarme tres cajetillas de cigarrillos al día que no le hacía daño a nadie. Eso y otras cosas que para qué mencionar.  Estaba tan atado a un poste como el pobre pollino de la historia del Dr. Lucas. 

Pero Jesus lo necesita para entrar a Jerusalem y cumplir así su llamado. Pero primero hay que desatarlo. Hacerlo libre. Liberarlo de ese yugo que lo tenía atado a un poste. Lo demás es historia. 

¿En qué nos parecemos a ese pollino, mis amigos? En que mientras no seamos realmente libres de nuestro pasado, Jesus aún no puede cumplir su Verdadero propósito en nuestras vidas. No podemos ser útiles en sus planes si aún tenemos esas cosas feas dentro de nuestro corazón.

Es una cruda realidad que hemos conocido o sabido de buenos líderes evangélicos, capaces de llenar templos con personas necesitadas, carismáticos, con un buen estilo de predicación, con una dicción impecable y mucho conocimiento teológico que han sabido desgranar la Palabra con mucho conocimiento y estilo. 

Pero adúlteros. Fornicarios. Borrachos secretos, atados a vicios de violencia doméstica, mal hablados con sus esposas y violentos con sus empleados.  En resumen: Pollinos atados a un poste que por Misericordia de Dios tienen un ministerio pastoral o liderazgo dentro de la Iglesia. Es allí en donde entra la necesidad de ser liberados. No estoy hablando de demonios mis amigos, no, estoy hablando de ser libres de ese poste en donde no servimos para nada mientras alguien, sí, alguien de carne y hueso nos ayude a desatarnos de esas ligaduras de maldad. ¡Oh!, pero ¿quien le pondrá el cascabel al gato? Se necesita mucha humildad para decirle a otro pastor o hermano: Ayúdeme, necesito ser desatado de este vicio que me vence constantemente. Necesito ayuda, necesito que Jesus me use aún más pero para eso deseo ser realmente libre. 

Para poder liberar a otros, primero nosotros tenemos que ser liberados por la acción del Espíritu Santo. «Y conoceremos la Verdad, y la Verdad nos hará libres». La Verdad es un Hombre, es Jesus y para serle útiles primero debemos permitir que otros siervos nos desaten.

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