Josué 5:14 “Y él respondió: No; más bien yo vengo ahora como capitán del ejército del SEÑOR. Y Josué se postró en tierra, le hizo reverencia…”
Me crié en una familia de militares. El padre de mi padre adoptivo era coronel. Mi padre adoptivo era Capitán. Crecí en la Base Militar de Poptún, Petén, en el norte de Guatemala. Mis primeros años fueron entre soldados y militares. La disciplina militar fue parte de mi niñez y adolescencia. Crecí escuchando música de bandas militares. Escuchando lenguaje y órdenes castrenses. Vi de primera mano los castigos a los que se sometían a los soldados y oficiales que rompían el protocolo militar. Castigos que yo mismo sufría en casa cuando me portaba mal.
Aprendí desde pequeño la forma del saludo militar. El obligado taconazo al presentarse ante un superior. A ponerme de pie cuando me llamaban mis padres. A detener mi caminata al escuchar las notas del Himno Nacional y hacer el saludo poniendo la mano derecha sobre la frente, y cuando, a las seis de la tarde se izaba la bandera para dar por terminado el día. La postura ante los oficiales de alto rango. La rendición de cuentas en la entrada al cuartel que se llama La Garita de Prevención cuando hacía su ingreso el Coronel o algún oficial de alto rango que entraba a las instalaciones.
Me gustaba ver a los soldados recibiendo instrucción militar al mando de sus superiores que los obligaban a pararse firmes a la orden suya, a sacar el pecho y meter el estómago. Me gustaba verlos desarmando y armando sus armas para que aprendieran a limpiarlas pieza por pieza. Todo eso era privilegio mio por ser hijo de un oficial. Se me permitía entrar a las cuadras donde dormían los soldados y escuchar sus quejas o alegrías. Se me grabó el característico olor a sudor de cuerpos ejercitados que flotaba en el ambiente en esas cuadras que eran mi refugio después de clases y haber hecho mis deberes en la casa.
Cuando llegó e tiempo yo también hice mi servicio militar y fue fácil para mi aprender por mi cuenta los ejercicios militares, obedecer las órdenes que se me impartían, hacer mis turnos en las garitas del cuartel y presentarme ante mi oficial para la rendición de cuentas. Pasar lista a las seis de la mañana y a las seis de la tarde era mi deleite porque tenía la oportunidad de poner en práctica todo lo que había aprendido desde mi niñez. No fue ni ha sido difícil para mi mantener esa disciplina hasta la fecha. Hacer ejercicios cada mañana no es asunto de “si quiero y tengo ganas”, no, es asunto de disciplina aprendida durante esos años. El mismo cuerpo me lo exige.
Y así, en muchas de las áreas de mi vida y conducta siguen siendo normas obligadas dentro de mi ser. Ahora que peino canas, me doy cuenta que he sido un hombre muy afortunado pues para mi no existe mejor regalo que me pudieron haber dado sino lo que me dieron: Disciplina. Aprender obediencia y a aceptar que siempre hay alguien superior que me puede dar órdenes.
Es por eso que cuando acepté la Salvación y Señorío que me ofrecía el Señor Jesus no fue ni ha sido difícil para mi obedecerlo. Primero porque desde que empecé a leer la Biblia aprendí que él es el Señor. Y si es Señor requiere obediencia, disciplina y sometimiento a su Persona. Pero luego me llevé una grata sorpresa al leer el libro de Josué. Encontré el texto que sirve de base para este escrito y pequeño testimonio. Leí que él es el Capitan del ejército del Señor. Eso me cambió toda mi perspectiva sobre la vida cristiana.
Como sé de primera mano quien es un Capitán en cualquier ejército del mundo, inmediatamente que leí ese grado que se le da al Señor, mi vida y mi apreciación sobre su Vida se hizo más fácil para mi disciplina cristiana que hasta la fecha observo.
Por ejemplo: El capitán de un ejército es quien va delante de los soldados cuando van a una batalla. O un operativo militar. El capitán es el responsable de cuidar la vida de sus hombres. El capitán es quien dicta las normas de la batalla, en donde se debe atacar, como debe hacerse y dictar las órdenes pertinentes a sus Tenientes para que estos bajen sus órdenes a la tropa bajo su mando. El Capitán es el enlace entre los subordinados y los oficiales de más arriba. Nadie puede hablar al Capitan sin pedirle primero permiso a su oficial inmediato.
Todo esto me lleva a un punto: Si Jesus es mi Capitán, él y solo él manda. Él ordena. Él decide por mi. Él sabe lo que hace conmigo y para mi. Porque la diferencia entre un líder y un capitán es: Al líder se le sigue, al capitán se le obedece. Y, como corolario: Ël pelea mis batallas. Así de fácil.