2 Samuel, 18:33 “¡Hijo mío Absalón; hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera haber muerto yo en tu lugar! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!”
Absalón ha quedado en la historia de la vida con un estigma imborrable: Rebelión contra su propio padre. Incluso en la Iglesia de hoy se nombra a cualquiera que se rebele contra el pastor como alguien que tiene el espíritu de Absalón. El espíritu de división.
Tristemente lo digo una vez más, no se nos ha enseñado a leer la Biblia con ojos nuevos. Hemos repetido lo mismo que hicieron nuestros antepasados evangélicos y no nos hemos dado a la tarea de averiguar algunos hechos que cambian totalmente nuestra perspectiva sobre la conducta de nuestros hijos.
No voy a hacer una apología sobre la conducta de Absalón. Lo que hizo estuvo mal, muy mal. Nada de lo que hizo sufrir a su padre tiene excusa. Pero si vamos a una metalectura de la Palabra y la historia, nos daremos cuenta que hay algo escondido en esa triste historia de rebelión, rencores, odios y muerte. Y al final, un lamento triste y doloroso de un padre ante la tumba de piedra de su hijo amado.
Veamos: Dos hermanos, hijos de una misma madre y de un mismo padre. Absalón y Tamar. Ambos muy hermosos dice la Palabra de Dios. Eran príncipes, hijos de una princesa, Maaca, una de las esposas de David. Pero también tenían hermanastros, hijos de David con otra esposa, Ahinoam. Uno de ellos, Amnon, se enamora perdidamente de su medio hermana Tamar y con trucos y mentiras aconsejado por uno de sus perversos amigos, la viola y la deja abandonada a su suerte. Es decir, le arruinó la vida para siempre. Eso en el antiguo Israel, era penado con la muerte.
Al enterarse Absalón, espera que su padre, el rey David haga justicia a su hija. Que tome cartas en el asunto pero pasa el tiempo y David no hace nada. No disciplina al hijo perverso y abusivo y Absalón entra en un estado de depresión y enojos a causa de ver la conducta permisiva de su padre. Nos podemos imaginar a Absalón ver como su hermanastro se pasea libremente por el palacio, asistiendo a las recepciones reales de gobierno y charlando animadamente con los políticos que visitan al rey como si nada hubiera pasado. No era posible que este perverso pueda andar libremente sin pagar por su delito. Pero así es. Pasa el tiempo y David da por concluido el caso. No hizo nada. Nada de nada.
Mientras tanto en el corazón de Absalón está ardiendo un fuego que en algún momento va a hacer explosión. Y cuando eso suceda las cosas se pondrán muy feas para todos. Absalón, aunque aparentemente participa de las fiestas y reuniones palaciegas, en su interior se está fraguando un plan maquiavélico. Tomará venganza. Honrará a su hermana Tamar y su padre tendrá que arrepentirse de lo que no ha hecho.
Y prepara una fiesta en su casa. Invita al rey y a sus hijos para que asistan y puedan compartir una mesa llena de manjares y pasar un buen momento en familia. El rey, ocupado en sus asuntos de gobierno no puede asistir. 2 Samuel 13:25-27 “Mas el rey respondió a Absalón: No, hijo mío, no debemos ir todos, para no ser carga para ti. Y aunque le insistió, no quiso ir, mas lo bendijo. Entonces Absalón dijo: Pues si no, te ruego que dejes ir a mi hermano Amnón con nosotros. Y el rey le respondió: ¿Por qué ha de ir contigo? Mas cuando Absalón le insistió, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey”
Lo que ni el rey ni Amnón sospechaban, era que Absalón tenía un plan preparado para matar a su hermano por aquel delito cometido hacia varios años antes y que había quedado en el olvido en la mente de ambos: el rey y su padre David. Pero no en la mente de Absalón.
Y sucede lo que ya sabemos. En medio de la cena, Absalón da la señal a algún soldado preparado para ejecutar la venganza tanto tiempo hirviendo en su corazón lastimado por la actitud floja de su padre. Y matan a Amnón. Absalón huye y ahora es perseguido por la justicia. Lo demás es historia.
¿Absalón en rebeldía? ¿Absalón en contra de su propio padre? ¿El joven Absalón tratando de quitarle el reino a su padre? ¿Qué te pasa Absalón? ¿Por qué de pronto te has vuelto contra tu propio progenitor y tratas de arrebatarle el reino? Nadie puede dar respuesta a estas preguntas. Del por qué de pronto Absalón se rebela contra su rey y padre. Nadie conoce la respuesta, excepto el propio rey. Al final, cuando le dan la noticia de la muerte de su amado hijo, David derrama su corazón y se da cuenta que el único culpable de toda esa tragedia entre sus hijos y su familia ha sido él. Es por eso que ante tal dolor, solo expresa: “¡Quién me diera haber muerto yo en tu lugar!”. Porque ahora me doy cuenta de mi falta, mi querido hijo. Yo fui el culpable por no haber hecho nada para honrar a tu hermana y a mi propia hija. Yo provoqué tu mala conducta amado Absalón. Yo debiera haber muerto en lugar tuyo. Solo yo.
Y es que aún hay algo más escondido: Nadie en el reino se había dado cuenta del pecado de Amnón. Era un secreto de palacio que no debía salir a la luz. Son los secretos escondidos de nuestras propias familias y que solo nuestros hijos conocen. El resultado es obvio.