Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer”
La Biblia nos dice que los cielos cuentan la Gloria de Dios. También sabemos que todo lo que está en la naturaleza nos habla de su Creación, de su Poder y su propósito. Los árboles, las plantas y todo lo creado nos dan un mensaje del inmenso Poder de Dios para que aprendamos de ellos.
Es por eso que muchas veces las plantas o los animales son más listos que nosotros. Ellos tienen dentro de su ADN algo que les impulsa a buscar la sobrevivencia en medio de la selva llena de depredadores y malas bestias.
El ser humano, en cambio, busca su autodestrucción. Lo vemos en los centros comerciales llenando su estómago con comida chatarra que saben que les hará daño pero siguen consumiendo una basta cantidad de calorías que a la postre serán su destrucción. O que tal aquellos que se consumen internamente fumando sus cigarrillos desde que se levantan hasta que se acuestan. La lista es larga, sin dejar de lado los sentimientos negativos que muchos que no conocen el Amor de Dios incuban en sus corazones emociones tan destructivas como cualquier vicio. Nosotros los cristianos no nos quedamos fuera de ese rango. Si, es cierto, ya no consumimos (creo yo), grasas trans que atiborran nuestras arterias de colesterol malo, ya no inundamos nuestros pulmones con alquitrán y ácidos que contiene el tabaco, pero si asfixiamos nuestras almas con odio, rencores, rechazos y una serie de emociones que también son destructivas.
Todo porque no hemos aprendido el mensaje que Dios nos ha puesto enfrente de nuestros ojos. Entre ellos, hoy quiero hablarles del misterio del coco:
Para empezar, ¿se ha preguntado usted como llega el agua al interior del coco? ¿Qué mecanismos misteriosos al ojo humano se mueven para que desde la raíz de la planta el agua viaje a travez de las ramas y todo su sistema hasta llegar a la fruta? ¿Se ha preguntado usted qué hace que el coco se vaya haciendo grande a medida que pasa el tiempo? ¿Qué papel juega el agua en su interior para lograr que el coco sea un coco?
No soy experto en agricultura ni en el cultivo del coco, pero me ha intrigado qué sucede en esa planta que tanto endulza nuestros labios cuando bebemos su líquido.
¿Sabe usted por qué el coco necesita del agua para desarrollarse? Si alguien corta un coco que no tenga suficiente agua en su interior, éste estará sin sabor, no crecerá ni alcanzará el tamaño necesario para llamarse como tal. Es únicamente un pequeño fruto de la palmera.
Pero, cuando se le permite al coco alcanzar su tamaño y desarrollo necesario para ser útil, se debe dejar que el agua que se concentra en su interior lo llene hasta el final. Entonces, su sabor será dulce al paladar y refrescante y nutritivo para quien beba su agua. Eso es una figura del creyente en Cristo: Los problemas, las dificultades y tropiezos que van llenando su corazón producen en él un sabor dulce que nutre a otros que necesitan saciar su sed de paz y bendición.
Pero también hay otro motivo del agua interior y es que cuando nosotros nos llenamos de la Palabra de Dios, entonces seremos útiles para bendecir y saciar a los que necesitan un sorbo de bendición.
Otro detalle interesante con este fruto es que el agua que le va llegando a su interior, lo va ensanchando paulatinamente a medida que el agua va llenando su cuerpo y lo va ayudando a alcanzar su madurez. Así funciona la Palabra dentro de nosotros. A medida que conocemos más y más de la Palabra de Dios, nuestro interior se va ensanchando hasta que llegue el momento de nuestra redención. Cuando alcancemos la estatura del Varón Perfecto que menciona la Escritura.
El coco, entonces, es el misterio que revela el propósito de Dios para los que hemos creído en su Hijo Jesus. Él es la Vid, nosotros los pámpanos.