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domingo, noviembre 24, 2024

No lo permita

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Génesis 44:17 “El hombre en cuyo poder ha sido encontrada la copa será mi esclavo; pero vosotros, subid en paz a vuestro padre”

Actualmente hay una pasividad asombrosa en los padres de esta generación. Dan la impresión que no les importa lo más mínimo el cuidado, la dirección y la responsabilidad que como padres tienen hacia sus hijos. Recuerdo mis años infantiles en donde mis padres fiscalizaban quienes eran mis amigos, con quienes me relacionaba en la escuela y, después de hacer mis deberes, me enviaban a la calle a jugar con mis compañeros de cuadra, siempre bajo la supervisión de mi mamá que me controlaba que no me fuera más allá de la esquina de la cuadra donde vivíamos. 

El objetivo era -y lo comprendí años después-, que yo aprendiera a relacionarme con las demás personas. Que no aprendiera sus malas costumbres pero que copiara sus áreas dignas de imitar. Eso se llama aprender a socializar. Después de una hora de juegos, me llamaban para que me lavara las manos y el sudor de la cara y me preparara para los oficios de la hora de la cena. 

De la misma manera, de tiempo en tiempo, mi papá le ordenaba a mi mamá que fuera a la escuela y le preguntaba a mis maestras cómo me estaba portando. En qué grupo de amigos me observaban, si eran adecuados para mi o si eran malas influencias. Claro, en aquellos tiempos los maestros y los padres de familia trabajaban juntos en la formación de los alumnos.  La educación y formación de los hijos y alumnos era asunto muy serio. Por supuesto que los maestros no callaban nada. Si tenían que “ponerle el dedo” a alguno de sus pupilos, no lo dudaban. Que los padres arreglaran el asunto en casa. Ya se imagina cuando llegaba a mi casa después de la escuela y mi mamá me decía la temida frase: “cuando venga tu papá vamos a hablar…”.  Lo demás es historia.

Judá era un hermano muy especial para su hermano Benjamín. Después de un largo periplo entre José y sus hermanos, se llega al punto en que José exige que dejen al pequeño Benjamín en Egipto como prenda para arreglar algunos asuntos familiares.  Judá sabía lo que eso significaba para la vida de Benjamín y su padre Jacob. El anciano no soportaría que su hijo no llegara de regreso a casa. En ese momento, Judá toma el valor de enfrentarse a aquel poderoso segundo hombre de Egipto. Recordemos que para Judá, aquel hombre no era su hermano sino el “señor de Egipto”, el encargado de las finanzas y el segundo al mando en el gobierno. Sin embargo, Judá no tuvo temor de hablarle con la sinceridad de su corazón a favor de su hermanito. 

Al escuchar que José pretendía retener a Benjamín como su esclavo, Judá dio un paso adelante para discutir con José.  A pesar de que le habló respetuosamente, le dijo a José que no toleraría esta injusticia a su hermano, como también a su padre Jacob, que no sobreviviría la pérdida del único hijo restante de su esposa Raquel.

Judá no tuvo timidez de hablar duramente con José, es más, empezó su apelación en forma dura.  Él sabía que cuando la vida de alguien esta en juego, no debemos ser diplomáticos. Judá se plantó ante la misma autoridad egipcia con tal de evitar que su hermano fuera sometido a la esclavitud por aquel encumbrado hombre del poder mundano. 

“No señor, no puedo permitir que mi hermano sufra lo que no debe sufrir. Mi hermano ha nacido en libertad y no puede ser subyugado solo porque a usted se le antoja manejar su vida como usted quiera. Mi hermano Benjamín no ha nacido para ser esclavo de nadie, mucho menos de un sistema corrupto e idólatra como el suyo. 

Le propongo un trato: Yo me quedaré en su lugar. Yo ya soy un hombre maduro que sabe discernir entre el bien y el mal pero mi hermano no puede ser de su propiedad. Yo me comprometo a servirlo hasta donde usted quiera porque yo ya puedo defenderme de la mala influencia de sus costumbres, pero mi hermanito no tiene esa capacidad. Así que lo lamento, Benjamín se regresa a su casa con sus hermanos y su padre y yo me quedaré en su lugar”

¿Qué tal?  ¿Cuando será el día que veamos a un padre o una madre hablarle así al mundo que quiere adueñarse de sus hijos?  ¿Cuando se levantará una madre o un padre peleando contra el sistema educativo que quiere enseñarle a sus hijos que pueden escoger entre ser hombre o mujer cuando les plazca?  ¿Cuando se pondrá un padre ante el señor del mundo -el sistema-, que quiere obligar a sus hijas a vestirse como mujeres de la calle con tal que disfruten su libertad?  ¿O cuando les quieren obligar a sus hijos varones a vestirse como niñas haciéndoles olvidar que Dios hizo varón y hembra? 

Hoy más que nunca necesitamos padres y madres como Judá. Como Judá, que se atrevan a confrontar la conducta pecaminosa de la sociedad en la que sus hijos o nietos están siendo arrastrados a ser esclavos y servidores de la corrupción moral que impera nuestro tiempo.

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