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miércoles, abril 24, 2024

Las tinieblas

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Éxodo 10:22  “Extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas en toda la tierra de Egipto por tres días”

Siempre hemos creído que Egipto sufrió unas tinieblas suavecitas y sin ninguna impresión que fuera impactante.  Pero los estudiosos del Antiguo Testamento nos explican que no fue así. Fueron unas tinieblas tan espantosas que por tres días los egipcios no se pudieron mover. ¿Por qué no se pudieron mover? ¿Qué tenían esas tinieblas como para dejarlos quietos en el lugar donde se encontraban al momento de caer dichas tinieblas?

Es que era una cosa tan pesada -dicen-, que parecía gelatina negra. Los envolvió de tal manera que el que estaba de pie no se podía mover, ni el que estaba sentado o el que estaba acostado. ¡Setentidos horas inmóviles totalmente y aislados de todo y de todos!  Debió haber sido algo espantoso de verdad.

Y, ¿que tiene que ver esto con nosotros?  En este suceso hay una gran lección para nosotros. Es que lo que le sucedió a los egipcios como juicio de Dios, a nosotros nos sucede lo mismo en alguna circunstancia aunque no sea juicio del Dios que nos ama. Él permite ciertos momentos de oscuridad para que aprendamos a apreciar la luz. Nos permite a veces momentos de enfermedad para que apreciemos la salud.  De seguro que algunos de nosotros hemos pasado por momentos de oscuridad financiera, familiar, laboral o de dudas.

A los egipcios se les apagó el sol por tres días. A nosotros también se nos ha apagado en algún momento de nuestra vida. Esos son momentos que quedamos inmóviles, quietos, sin saber qué hacer porque el túnel en el que hemos entrado todo es oscuridad y nos cuesta ver la luz al final.

Cuando nos quedamos en un solo lugar, como que nos acomodamos y no crecemos. Cuando nos acomodamos en nuestra zona de confort hasta nos volvemos perezosos. Ya no perseguimos sueños ni metas. La vida, mis queridos, no es una línea continua. Cuando eso sucede en el monitor de la vida, significa que ya no hay vida. Que todo ha muerto. Pero la vida no es eso, la vida es cíclica. Tiene curvas en las cuales tenemos que saber que después de esa curva hay un camino recto. Ya lo dijo Eclesiastés: Todo tiene su lugar y su tiempo. Sale el sol y se vuelve a poner. Llega la aurora, llega la luz y el día amanece.

El problema es cuando nos quedamos quietos en la oscuridad. Cuando creemos que ya no podemos más, que todo está perdido, que un abismo nos ha succionado y vamos camino a la muerte, no física sino mental y espiritual. Es cuando nos asaltan los miedos, los pensamientos disfuncionales, porque perdemos nuestro control emocional. Perdemos la realidad de la vida.

Cuando Dios permite estas circunstancias es porque damos por sentado todo lo que tenemos. Damos por sentado que Dios ha estado allí y que siempre estará  y no cuidamos nuestra vida espiritual, descuidamos la asistencia a la iglesia, no tenemos amistad con los hermanos, nos aislamos creyendo que allí están. Es lo que sucede en muchos matrimonios: El esposo siempre está allí y no lo apreciamos. La esposa siempre está en casa y no la valoramos. Damos por sentado que los hijos nos aman y no les dedicamos tiempo. Damos por sentado que tenemos amigos y nunca los llamamos.

De pronto Dios permite que nos llegue una profunda oscuridad, momentos de angustia para que aprendamos a apreciar la luz.  La cárcel para muchos es la oportunidad de apreciar la libertad. Como la historia de la mora y la perla. La mora le dijo a la perla: Estoy cansada de verte todos los días. Un día, todas las plantas se asombraron al ver a la mora llorando a la orilla del mar pidiendo: Mar, devuélveme mi perla. Pero ya era muy tarde.

Pero ya lo dijo la Biblia: La mujer sale a media noche buscando a su amado. Si lo ven, díganle que me muero de amor. No le quise abrir cuando me buscó pero no quise abrirle mi corazón. Díganle que lo necesito.  El profeta nos dice: Busquen a Dios mientras puede ser hallado. Antes que sea muy tarde.

No, no demos por sentado que el Señor siempre estará cuando lo queramos ver. Él se esconde a veces de nuestra vida, de nuestras emociones, de nuestras finanzas y nuestra salud para que corramos a buscarlo nuevamente y no separarnos de él. Él espera con los brazos abiertos hasta que hagamos las correcciones necesarias para apreciar su Presencia, hasta que hagamos los ajustes necesarios en nuestra conducta para valorar sus milagros inmerecidos que nos regala cada nuevo día.

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