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jueves, abril 25, 2024

¿Por qué algunos se quedan a medias?

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Génesis 11:8 “Así los dispersó el SEÑOR desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad”

La ciudad y la torre que edificaron los hombres en Babel no fue agradable al Señor. Él les había dicho antes, cuando Noé y sus hijos salieron del arca, que se multiplicaran y que llenaran la tierra.  Pero ellos, en un momento de orgullo y prepotencia, habían decidido quedarse en Babel, construir una ciudad y una torre para hacerse grandes, para hacerse famosos y estar protegidos contra todo y contra todos. Incluso, su idea de la torre era llegar hasta el cielo, ser como dioses, conocer los misterios de las estrellas y los astros.  De allí sabemos que en ese lugar nació la astrología. 

Eso no le gustó al Señor quien les confundió sus lenguas y los dispersó tal como les había ordenado. Su proyecto fracasó y la ciudad quedó a medias.

El otro caso que nos enseña por qué algunos se quedan a medias, es la historia de Abram. El Señor le había hablado a Abram que vivía en Ur de los caldeos para que saliera de esa tierra, que dejara a su padre, su tierra y su cultura. Sin embargo no sabemos por qué, pero Taré, el padre de Abram decidió salir de su tierra y establecerse en Canaán junto a su hijo y su esposa Sarai.

Otra vez vemos como el Señor le corta el paso a Taré y dice la Escritura que quedó enfermo en Harán, a medio camino de Canaan y allí murió. Abram y su esposa siguen su camino.

¿Qué lecciones sacamos para nosotros de estas dos historias?  En el primer caso, los habitantes de Babel fueron desagradables a Dios por desobedientes, porque quisieron hacerse un nombre independientes del Señor, querían hacerse un nombre, es decir, querían ser famosos. A Dios no le gustó nada.

El que desea ser famoso se vuelve desagradable para Dios.  El que edifica un ministerio para ser grande tiene un corazón torcido.  Hay muchos hombres y mujeres que desean ser famosos, edificar algo para ser honrados o ser ricos para ellos mismos.  Por muy buenas cosas que hagan en sus esfuerzos, nunca serán agradables para el Señor, porque no están buscando la Gloria del que les dio la capacidad para edificar, sino desean la gloria para sí mismos.

Pero cuando el hombre llega a cierto nivel de orgullo, Dios interviene para pararlo.  “¡Hasta aquí llegas! Ya no te permito seguir con tu proyecto, porque no me estás dando lo que me pertenece, sino que me estás robando la Gloria.  En lugar de ponerme a mí en el centro tú deseas ser el centro de atención. ¡Basta ya!”

En el segundo caso, el de Taré, vemos que el hombre tuvo el deseo de mudarse de un lugar a otro, pero nunca llegó. Se cree que cuando Abram le contó las instrucciones que Dios le había dado, Taré se sintió incluido, sin estarlo, para hacer lo mismo que haría su hijo. Vemos otra vez cómo Dios tuvo que detenerlo en sus planes personales.  Lo cierto es que Taré no tenía ningún llamado divino para establecerse en la tierra de Canaan. Lo tenía solo su hijo. Taré no era el llamado.  Quiso entrar en algo que no le pertenecía.

Esto nos enseña que hay que tener mucho cuidado en imitar los llamados de otros.  Si uno se propone hacer algo solo porque otro lo haya hecho, el motivo no es correcto y es muy probable que se quede a medias con frustraciones e incluso muerte.  No nos propongamos hacer algo con nuestra vida porque otro lo haya hecho, porque es muy probable que nos quedemos a medias.

La mejor manera de imitar a quienes nos inspiran a hacer algo, es que debemos estar seguros que Dios los ha puesto en nuestro camino para eso precisamente, para inspirarnos y tomar nuestro propio camino, nuestros propios deseos y que los planes sean dirigidos por Dios. La manera que yo encuentro en estos casos es saber si él está de acuerdo conmigo y la señal será que me provea sobrenaturalmente de sus propios recursos sin que yo tenga que echar mano de lo que yo pueda tener. 

No se trata entonces de salir corriendo para imitar a otros a quienes el Señor ha favorecido con un proyecto o llamado para hacer lo mismo. Tengo que discernir si yo tengo también el favor de Dios para hacer lo que él me ordene. Por ejemplo: ¿Qué pasó con los famosos “encuentros” que estuvieron de moda hace unos años? Muchas torres de Babel de ese entonces quedaron a medias. Cuidado pastores. No hagamos lo que otros hacen solo para ganar fama y prestigio. No olvidemos que es Dios quien manda y nosotros obedecemos.

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