Génesis 32:27-28 “Y él le dijo: ¿Cómo te llamas? Y él respondió: Jacob. Y el hombre dijo: Ya no será tu nombre Jacob, sino Israel…”
¿No se ha preguntado usted por qué muchos cristianos le caemos mal al mundo? ¿Por qué es que sin conocernos nos tratan a veces mal, nos rechazan y nos hacen a un lado? Muchas de las personas que nos segregan ni cuenta se dan que actúan de esa manera contra nosotros.
Somos nosotros quienes nos damos cuenta que cuando llegamos a algún lugar pueden suceder dos cosas: O nos reciben bien, con cordialidad y amabilidad o todo lo contrario. Nos hacen sentir rechazados y nos hacen esperar largo tiempo para atendernos.
Todo se debe al cambio de nombre.
Y no se trata del cambio de DUI ni de ningún otro documento de identidad. Se trata de lo que somos en el mundo espiritual. Es la lucha eterna entre el bien y el mal. Es asunto de tinieblas contra la luz. Así de sencillo. Y eso, en vez de molestarnos, debiera hacernos sentir bien. Porque significa que nos ven de una forma que ellos -los del mundo de la tinieblas-, no soportan tenernos entre ellos. Mientras más rápido nos vayamos de ese entorno mejor para ellos.
El problema es que muchos cristianos no lo entendemos así y entonces, cuando nos rechazan o nos tratan mal o nos cobran lo indebido, corremos a la Defensoría del Pueblo a demandar a quienes lo hacen, en lugar de correr a la Presencia de nuestro Dios y refugiarnos a su Sombra para que nos defienda.
Durante muchos años (unos veinticinco quizá), tuve mi cuenta corriente personal en uno de los bancos del sistema. Siempre traté de mantenerla al día, con mis depósitos mensuales y movimientos legales. Evité en lo posible hacer préstamos personales y si alguna vez lo hice, lo cancelé antes del tiempo del vencimiento. Traté siempre de ser un buen cliente no solo para cuidar mi nombre sino dar un testimonio de acuerdo a mi fe en Cristo.
Pero al transcurrir del tiempo, ese banco pasó por varias manos. Fue vendido una y otra vez hasta que llegó al último estado en que actualmente se encuentra. Cual fue mi sorpresa entonces, cuando hará cosa de unos tres o cuatro años recibí una carta de ese banco en donde me “invitaban” a presentarme a la agencia en donde había abierto mi cuenta hace varios años, porque tenía un asunto que arreglar.
Cuando me presenté ante la oficial que atendía mi caso, me hizo saber que mi cuenta quedaba cancelada y que me habían preparado un cheque con mi saldo para que retirara los fondos que tenía hasta el momento. Mi sorprendió. Sinceramente me sorprendió. Cuando hice la pregunta obligada del por qué me cancelaban mi cuenta sin ningún motivo aparente, me explicaron que la política del banco ahora era que a los pastores evangélicos no se les admitía como clientes de ese sistema. Cuando le expliqué a la señora que la cuenta la tenía yo, en forma personal y no a nombre de ninguna Iglesia, me explicó que no importaba, lo que ellos veían era que mi trabajo era de pastor evangélico y que eso me colocaba en la línea de los no aceptables.
Como usted se imaginará, tomé el cheque, lo cambié y me fui a otro banco en donde me trataron con la dignidad no solo de mi persona pero también con la profesión que desarrollo.
¿Y eso que tiene que ver con Jacob e Israel? Pues resulta que el varón que lucha con él en el vado de Jaboc, le pregunta su nombre. Éste le dice que Jacob. El que tanto sufrió en la casa de Labán. El engañado. El amenazado por su hermano. Jacob el que tiene que hacer trampas para prosperar porque no le dejan opción. Es decir, el perseguido por la tragedia, los hombres y su propia familia. Pero ahora te llamarás “Israel”. Ahora te perseguirán no por tu mala fama sino por tu fe en Dios. Como Jacob fuiste perseguido por mañoso, por tramposo y mentiroso y otras linduras por el estilo. Pero ahora te perseguirán no por pícaro ni por estafador, sino serás perseguido y rechazado por confesar que eres hijo de Dios. A causa de tu confianza en el Dios de Betel, serás perseguido y esclavizado. Pero no será por tu causa, será por la causa de Cristo. Por dar testimonio de tu creencia en el Dios que te provee y te protege. Y como Jacob, tenías que ver como te defendías de los que te abusaban, pero ahora será el Dios de tu confianza quien peleará por ti. Él te defenderá de aquellos que abusen de ti. Porque has luchado contra los hombres y has vencido. Si a usted, como a mi, le persiguen por su fe en Cristo, téngase por dichoso dice la Escritura. Gócese en las diversas pruebas. Cristo es su Defensor, así como el mío.