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miércoles, mayo 8, 2024

Lo que otros callan (Parte 2)

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Marcos 1:40 “Y vino* a Él un leproso rogándole, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme…”

En un artículo anterior escribí sobre la experiencia del leproso que busca a Jesus para que lo limpie. En esa porción el Señor nos enseñó cómo, lo que debía hacer el Sacerdote, que era proclamar la llegada del Mesías prometido a Israel, no lo hizo. No cumplió con su cometido que era anunciar la llegada del Príncipe de Paz, del Hijo de Dios. Y como no lo quiso hacer el encargado, lo hizo el hombre sanado por Jesus.

En otro nivel, podemos ver que el hombre que fue sanado de la lepra que le afectaba su vida, su futuro y sus relaciones familiares y sociales, ha quedado limpio, mientras el sacerdote sigue viviendo en el estercolero de su incredulidad y apatía hacia el Reino de Dios.  Se suponía que quien tenía la obligación de creer en las Escrituras que habían profetizado que un día llegaría el Mesías libertador de su pueblo; debía anunciarlo a viva voz para que todo el pueblo se enterara. 

Pero no. El Sacerdote tenía también su propia lepra. Pero sabía ocultarla muy bien bajo el ropaje sacerdotal que exigía su alto puesto en el Templo. Era un profesional del disfraz. Como muchos de nosotros el día de hoy. Nos disfrazamos muy bien de santos y consagrados cuando en realidad bajo el traje de ministro de Dios se esconde un sacerdote incrédulo, que dice que Jesus sana pero no lo cree. Que dice que el Señor provee pero manda a trabajar a su esposa. Que enseña que Dios es Amor pero él no conoce ni una pizca de ese Amor.

Hoy no  hay lepra como enfermedad física, ha sido erradicada.  Pero sigue habiendo lepra espiritual, interna, lepra que va socavando las fuerzas y la voluntad de vivir en paz en muchas personas.  Hay matrimonios afectados por la lepra de la desconfianza, de los celos y la violencia. Hoy hay lepra en muchas de las casas de los cristianos que se comen unos a otros, que critican al pastor y a su propia iglesia.  La lepra de hoy son ciertas reuniones pastorales en donde se critican a otros siervos solo porque no creen lo mismo que ellos, que no predican como ellos y no pertenecen a su institución. 

La lepra de hoy son los traumas que nos afectan a muchos.  Las envidias, las ligaduras que oprimen la mente y el corazón de las personas, hoy día la lepra no es una plaga, y no es plaga porque los hombres hayan mejorado, lo que sucede es que Dios ha enviado a Jesus para darnos de su Misericordia y Gracia para cubrirnos con ese amor.

Pero la soledad sigue siendo una realidad entre nosotros.

La ansiedad, el miedo, la frustración, la tristeza, el cansancio mental, el agotamiento, el suicidio, la manipulación de la conciencia, la calumnia, el insulto, la  burla, el menosprecio, la auto condenación, el miedo, los temores, la inadecuación, la intolerancia, la incompetencia, la negación, las maldiciones generacionales, las adicciones, las predisposiciones a todo tipo de muerte, el miedo a perder la salvación, el miedo a quedarse sin empleo, el miedo a que no alcance el sueldo para llegar a fin de mes, el miedo a que le suceda algo a nuestros hijos, el miedo a cometer el pecado imperdonable, la autolástima, la rebeldía, la irritabilidad, la autocompasión y un largo etcétera…

Es por eso que necesitamos diariamente ir a Jesus que, dicho sea de paso, ya no es como le tocó al leproso de nuestra historia que tuvo que ir a Galilea a buscarlo, sino que ahora nosotros podemos hacerlo en lo privado de nuestro lugar secreto para hablarle de nuestros miedos, de nuestros sinsabores e inseguridades. Ahora podemos ir a Jesus en cualquier momento del día o de la madrugada y confesarle que también necesitamos ser limpios, que nuestra alma, mente y corazón se hunden en el miasma del pecado, de la intriga y el dolor de ser pobres humanos a quienes el mundo ha contaminado con sus pecados vergonzosos. 

Nuestra ventaja, queridos amigos, es que ahora tenemos al alcance de nuestro clamor a Jesus quien por su Espíritu Santo, está presente en cualquier lugar y a toda hora. Ya no necesitamos más ir a un sacerdote incrédulo para que nos limpie, ya la Sangre del Cordero nos ha limpiado y nos ha restaurado a nuestro nuevo estilo de vida. El sacerdote ahora nos debe servir para contarle lo que Jesus ha hecho en nuestra vida, para participarle que, a pesar de su indiferencia hacia nuestro dolor, Jesus nos envía a contarle las maravillas que ha hecho en nuestro interior. Qué haga él con eso, no nos incumbe. 

Lo importante es que si él calla nuestro milagro, nosotros podemos proclamarlo a viva voz y declarar que Jesus sigue vivo, que Jesus está a nuestro lado para limpiarnos de cualquier tipo de lepra que esté dañando nuestro presente y afectando nuestro futuro. 

Porque -como dijo el Maestro-, si nosotros callamos, las piedras lo declararán.

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