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domingo, noviembre 24, 2024

La oración

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Génesis 25:20-21 “Tenía Isaac cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel, arameo de Padán-aram, hermana de Labán arameo. Y oró Isaac al SEÑOR en favor de su mujer, porque ella era estéril; y lo escuchó el SEÑOR, y Rebeca su mujer concibió”

¿Se desespera usted porque el Señor no le responde?

¿El Diablo le ha dicho que no ore porque Dios no oye a los pecadores?

¿Usted misma se ha dicho que ya no vale la pena orar y que es mejor empezar a ver como resolvemos la situación que estamos pasando?  Y entonces hace caso del dicho del abuelo que dice: “A Dios orando pero con el mazo dando”  Y trata, por sus medios, de resolver la situación que le está agobiando. Toma sus papeles, empaca unas pocas cosas que pueda llevar a la espalda, se une a un grupo de gentes que piensan como usted y se va al norte, a buscar un mejor horizonte para “sacar adelante a sus hijos y su casa” 

O, quizá es usted, querido hermano, quien ha estado orando al Señor por un trabajo.  Ha puesto un montón de solicitudes por todos lados. Hace copias de su título, su diploma y los adjunta a su solicitud. Pasan los días, las semanas y los meses y nada. No hay nada que pueda ayudarle a paliar las necesidades de su familia. El Cielo no hace el milagro que tanto ha deseado con su poca fe que ha aprendido en la Iglesia.

Entonces toma el plan “b”. Al igual que el ejemplo anterior, reúne un poco de dinero prestado y se sube a un bus que lo lleve a la frontera entre Guatemala y México y se lanza al río para pasar al otro lado esperando cruzar el otro río y llegar a su destino y lograr entrar al sueño americano y que todo se arregle.

Todo porque Dios no le hizo caso a su oración de largos días. 

Seguramente -pensó-, Yo no soy de los escogidos. A mi Dios no me escucha. A otros quizá porque son buena gente Dios les responde, pero a mi, que soy peor que un gusano, Dios no me oye. Mejor veo como me “rebusco” para salir adelante con mis propias fuerzas. Y deviene la tragedia. Deja a su esposa o esposo, deja a sus hijos, sus deudas pendientes y se queda varado en Tijuana por largos días sin esperanzas de llegar a su destino soñado. 

Fracaso. Desastre. Amenazas de las bandas organizadas. Pasa hambre, frío y calor. Se siente abandonado por todo y por todos. Le hecha la culpa a Biden porque cerró la frontera. Se desanima y deja de creer en Dios y en usted mismo. Una nube oscura envuelve su vida y su futuro. 

¿Que pasó para que todo eso sucediera? ¿Como es que a usted que creyó en el Dios de la Biblia no obtuvo lo que tanto tiempo deseaba? ¿Acaso no hizo la oración adecuada de fe? ¿Acaso no vivió en santidad y consagración como para que Dios le tomara en cuenta en la lista de milagros para sus hijos?

Isaac -dice la Escritura-, tenía cuarenta años cuando se casa con Rebeca. Al poco tiempo de haberla conocido como esposa, se da cuenta que era estéril. No podía tener hijos. Sin embargo Abraham le tuvo que haber dicho que por medio de él, de Isaac y sus hijos vendría la promesa de una generación de gentes que serían hijos de Dios. Pero, ¿como lograrlo si la esposa del único hijo del patriarca es estéril?  Isaac no se buscó otra mujer. Fue fiel al voto matrimonial e hizo lo único que podía resolver el problema: Oró al Señor.

Pero no fue una oración dominical ni congregacional. Tampoco fue una oración en el bus mientras se desplazaba. No. Isaac se iba al campo para estar en comunión con su Creador y Señor y allí oraba fuertemente a favor de su esposa. Día tras día. Tarde tras tarde. Fue una oración de veinte años. A los veinte años de estar orando sin descanso, dice la Biblia: Génesis 25:26: “Isaac tenía sesenta años cuando ella los dio a luz”

¿Lo ve? ¡Veinte años orando por un milagro!  Yo podría contarle cuanto tiempo llevo orando por un milagro en mi vida y aún no ha llegado. Pero el ejemplo de Isaac me enseña que Dios no está sordo a mi petición. Sencillamente sigo orando porque mi fe me dice que en cualquier momento llegará la respuesta. Sea si o no, pero llegará. 

Es pues, la fe, la certeza de lo que no se ve. La convicción de lo que se espera.  No desmaye, no deje de orar, no se desanime. Siga creyendo. Siga orando. Siga esperando.

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