Por: Guillermo Serrano
No es un fenómeno nuevo en la moderna política norteamericana. Que un neófito en la política gane popularidad momentánea y hasta parezca ganar adeptos a cada hora, no sorprende. Recordamos Ross Perot, candidato independiente quien tras haber trabajado para IBM, en 1962 fundó EDS (Electronic Data Systems) empresa de soportes electrónicos que vendió en 1984 a General Motors por 2500 millones de dólares. Posteriormente entró en los negocios inmobiliarios y de energía, para en 1988 fundar Perot Systems.
En 1992 y 1996 participó en las campañas presidenciales a los Estados Unidos con un programa ultraconservador en el cual llegaba a proponer que el ejército protegiera a los ciudadanos de la elevada delincuencia en las grandes ciudades. Logró un porcentaje de votos del 19%, significativo para un país dominado por el bipartidismo. Fundó el Partido de la Reforma de los Estados Unidos.
Luego tuvimos al actual presidente norteamericano, Barack Obama que con muy poca vida política, en marzo de 2004 venció en las elecciones primarias del partido demócrata, y en julio del mismo año pronunció el discurso de apertura de la Convención Nacional Demócrata, lo que impulsó su candidatura. Finalmente resultó elegido miembro del Senado en noviembre de 2004, con un 70 % de los votos a favor.
Y ahora nos encontramos con Donald Trump, que parece arrasar en las intenciones de voto del grueso de la población blanca de los Estados Unidos, especialmente de los llamados “blue collar” ( Un trabajador de cuello azul, es un miembro de clase obrera, que frecuentemente ejecuta un trabajo manual, y que en muchos casos es remunerado por las horas trabajadas o por las jornadas trabajadas, aunque también hay de estos trabajadores que ganan una remuneración fija por semana, por quincena, o por mes. El término cuello azul proviene directamente de la vestimenta de trabajo de los obreros durante las horas de trabajo, generalmente un overol o mameluco o mono de color azul).
El lenguaje directo y hasta ofensivo de Trump le gana adeptos en mítines y declaraciones espontaneas precisamente en un segmento de la población que parece desencantada de los partidos políticos tradicionales y que espera soluciones a corto plazo ante problemas que no son exclusivos de la población norteamericana.
Que los Estados Unidos sean grandes (nuevamente), que el país alcance el liderazgo entre las naciones y que tenga seguridad para sus ciudadanos son las frases de todos los encuentros y discursos del candidato. No nos olvidemos de su retórica anti emigrante (culpándolos de todos los crímenes y males de la sociedad) han llamado la atención y el apoyo de grupos ultranacionalistas y de los llamados supremacistas blancos (de cuya historia nos ocuparemos en una nueva entrega).
Sí, Donald Trump gana adeptos todos los días. ¿Podría ganar en la elección del 8 de Noviembre? Sí, podría ganar. Pero todavía queda la decisión de todos los que creen y piensan que un candidato a presidente de cualquier país debe encarnar valores y creencias que quieran el bienestar para todos los ciudadanos, que los cristianos creemos se destacan , por ejemplo, en el Sermón del Monte que nos insta a todos a buscar la justicia para todos. Claro, eso es posible cuando las personas conocen la libertad que Dios da a los que le buscan y guardan sus mandamientos.