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sábado, noviembre 23, 2024

El peligro de no obedecer

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Génesis 33:18  “Y Jacob llegó sin novedad a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán…”

Jacob… Ah, Jacob… no te diste cuenta de la tragedia que provocaste con tu desobediencia a los mandatos del Señor.  ¿Que tenías que hacer en Siquem, Jacob?  ¿Por qué, después de haber luchado con un varón en el arroyo de Jaboc no hiciste caso a lo que el Señor te había dicho?

¿Te das cuenta, hermano Jacob, que con tu necedad pusiste en peligro a tu propia hija en Siquem?  ¿Reconoces que fue por tu culpa y necedad que Dina fue violada y abusada por Siquem al no haber obedecido al Señor?

Además provocaste que tus dos hijos, Simeón y Levi cobraran venganza contra los de Siquem matando a toda esa gente y derramando sangre inocente por culpa de un solo hombre. ¿Que culpa tenían los del pueblo por lo que había hecho Siquem con Dina?  Además, ¿que andaba haciendo tu hija conociendo a las mujeres de una raza que no era permitido conocer? ¿Por qué, con tu necedad provocaste que tu hija se mezclara con las mujeres de Canaan, habiendo sido prohibido por el Señor desde la antigüedad?  ¿Que te pasó, hermano?

Esas son las preguntas que debemos hacernos a todos nosotros cuando no hacemos lo que Dios dice pero hacemos lo que nosotros queremos.

Estoy escribiendo esto en tiempos de vacaciones en El Salvador. Es la celebración católica de la semana santa. Muchos padres y madres se irán a la playa en vez de quedarse en casa descansando según la voluntad de Dios. Algunos serán cristianos que se olvidarán de la Iglesia por estos días y en lugar de ir a la congregación a celebrar al Señor, se irán a sus ranchos privados o a algún hotel para llevar a sus hijos a la playa, al lago, o a visitar a sus parientes fuera de la ciudad.

El pecado no es que vayan a pasear. Es necesario un momento de distracción y paseo con la familia. El pecado es: ¿le autorizó Dios que se fuera?  ¿Le consultó al Señor si era tiempo de salir de casa para quedar bien con su familia? ¿Le autorizó el Señor que se fuera a gastar un dinero que le hará falta al regreso? No quiero ser ave de mal agüero, pero algunas familias tendrán que llorar la pérdida de un hijo que se ahogó en el mar. O la desdicha que una de sus hijas haya sido abusada por algún perverso que la codició al verla en biquini en la playa. Y qué decir del papá que se distrajo al volante y provocó un accidente fatal en la carretera.

¿Todo por qué?  Porque como Jacob, en vez de ir a donde el Señor le dijo que fuera, tomó su propia decisión y se fue para Siquem.

Veamos: En Génesis 31:13 Dios le dijo: “Yo soy el Dios de Betel, donde tú ungiste un pilar, donde me hiciste un voto. Levántate ahora, sal de esta tierra, y vuelve a la tierra donde naciste.  La orden es clara: vuélvete a Betel. Sal de esta tierra y regresa al lugar donde empezaste.

Pero Jacob, usando su libre albedrío se fue para Siquem: Génesis 33:18 ““Y Jacob llegó sin novedad a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán…”

En el capítulo 34 sucede la tragedia: Génesis 34:1-2 “Y salió Dina, la hija de Lea, a quien esta había dado a luz a Jacob, a visitar a las hijas de la tierra.  Y cuando la vio Siquem, hijo de Hamor heveo, príncipe de la tierra, se la llevó y se acostó con ella y la violó”

Dios, en su Misericordia y Bondad, corrige a este hermano necio y le repite lo que le había dicho capítulos anteriores: Génesis 35:1 “Entonces Dios dijo a Jacob: Levántate, sube a Betel y habita allí; y haz allí un altar a Dios, que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú”

Después de haber pasado la vergüenza del episodio de su hija, después de haber sufrido la vergüenza de la venganza de sus hijos y hacerse odioso a los de Siquem, Jacob obedece. Pero ya su familia se había corrompido con las costumbres de Canaan: Génesis 35:2-4  “Quitad los dioses extranjeros que hay entre vosotros; purificaos y mudaos los vestidos;  y levantémonos, y subamos a Betel; y allí haré un altar a Dios, quien me respondió en el día de mi angustia, y que ha estado conmigo en el camino por donde he andado. Entregaron, pues, a Jacob todos los dioses extranjeros que tenían en su poder y los pendientes que tenían en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de la encina que había junto a Siquem.

¿Lo notamos? Desobedecer al Señor sale demasiado caro. No vale la pena poner en riesgo a nuestra familia por un momento de olvidar que no somos dueños de nuestras vidas. Si hemos declarado a Jesus como nuestro Señor, es que Él es el Señor de nuestras vidas.

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