Es el periodista Manuel G. Pascual quien nos pone en alerta ante la influencia –y a veces el daño- que pueden producir las llamadas redes sociales en jóvenes y adultos.
Afirma, el periodista “que las redes sociales se asoman a un precipicio colosal en los Estados Unidos. Su modelo de negocio ha quedado señalado por un tsunami de demandas procedentes de particulares, entidades educativas y fiscales generales. Acusan a las plataformas de perjudicar conscientemente la salud mental de los jóvenes. Y no solo por los contenidos que ayudan a difundir: el propio diseño del producto, esgrimen los litigantes, busca la adicción para atrapar al usuario. Cuanto más tiempo pase la gente enganchada a la pantalla, mayores beneficios económicos gracias a la publicidad. Este círculo vicioso, sostienen los pleitos, está teniendo unos efectos terribles entre los niños y adolescentes, que sufren depresiones, desórdenes alimenticios o hasta tendencias suicidas.
Una chica de 16 años de Utah se obsesiona tanto con la imagen de su cuerpo tras engancharse a Instagram que desarrolla anorexia y bulimia. Un niño de nueve años de Michigan pasa tantas noches viendo vídeos de YouTube, TikTok y Snapchat que acaba subiendo una foto de él desnudo que se viraliza. Una niña de 11 de Connecticut lidia durante dos años con una adicción extrema a Instagram y Snapchat antes de caer en una espiral de insomnio y depresión que le lleva a quitarse la vida. Estos estremecedores casos, aireados el año pasado por Bloomberg, son algunos de los incluidos en los cientos de demandas particulares interpuestas contra las redes sociales en los últimos meses”.
La noticia no debería sorprendernos, porque antes fue la música moderna -aquella que se catalogaba como demasiado sensual, como cuando los Rolling Stonesdeclaraban que nunca alcanzaban la “satisfacción” aunque trataban y trataban…-
Para después pasar a las vestimentas de modas que mostraban o insinuaban demasiado. Y claro, le llegó el turno a la televisión, con sus películas y telenovelas que “eran una mala influencia para la familia toda”.
Ahora la toca el turno a las redes sociales. No podemos negar los testimonios que se citan y que dicen que ciertos programas y páginas de la internet han influido negativamente en las vidas de aquellas personas citadas.
Nos preguntamos y, les preguntamos a los adultos que debieran “fiscalizar” el tiempo que niños y adolescentes se pasan horas o días prendidos y atrapados en esos sitios virtuales favoritos.
Pero, y en el caso de los adultos, se trata de una cuestión de disciplina personal que cada uno debe aplicar en cuanto a la distribución de su tiempo.
Lamentablemente, para los que sufren de ansiedad al no poder regular la internet, tenemos que decirles que ahora no hay vuelta atrás. Porque las modernas tecnologías desarrolladas y aplicadas en todas las áreas del saber y de la vida humana, llegan para quedarse.
Es cuestión de cada uno es enterarse de los filtros y contraseñas para evitar que los menores de edad tengan acceso a videos y juegos que pueden ser adictivos (dependiendo de los minutos y horas que se le dediquen).
Un texto realmente antiguo, dice que en la vida “todo es vanidad” y esta última palabra quiere decir algo que no tiene substancia. ¡Qué mejor palabra para intentar definir el mundo virtual, que, en realidad, no existe, porque es tan vacío como la vanidad!
(Guillermo Serrano en Ideas y Voces)
