Génesis 2:24 “… y serán una sola carne…”
Para los misóginos lo que dice el Señor con relación al matrimonio no es válido. Los misóginos no aceptan que la mujer tenga algo que ellos no tienen. Y que en realidad necesitan. Pero sus traumas y conflictos no resueltos les hacen rechazar este principio.
El matrimonio, a fin de cuentas, es una relación de pacto. Un hombre y una mujer hacen un pacto delante de Dios, ya sea ante el abogado o ante el pastor, pero pacto al fin y al cabo. El pacto que hacen es que cada uno de ellos aportará algo al matrimonio, es decir, lo que al hombre le falta lo tiene la mujer y viceversa. Lo de ella pasa a ser de él y lo de él pasa a ser de ella.
Y, cuando ambos juntan las virtudes o las capacidades que cada uno tiene, hacen cosas mucho más grandes que si estuvieran solos. Es por eso que Dios dijo que no es bueno que el hombre esté solo. Los hombres necesitamos de las capacidades y talentos que tiene la mujer. El problema es que muchos hombres se niegan a aceptar ese principio porque fueron mal enseñados desde su niñez cuando les dijeron que ellos no necesitaban de nada ni de nadie para salir adelante. Les hicieron un enorme daño. Porque cuando ya necesitan una esposa o mujer que les acompañe en su caminar por la vida, se dan cuenta que ella tiene valores que él no posee y eso le da un sentido de inferioridad porque le hicieron creer que él es autosuficiente.
El matrimonio, como pacto, es parecido a lo que hemos hecho con Dios al aceptarlo como nuestro Señor y dueño de nuestras vidas. Dios tiene algo que nosotros no tenemos. Nosotros tenemos algo que Dios no tiene.
Por ejemplo: Dios no tiene un cuerpo físico, nosotros sí lo tenemos. Dios tiene Eternidad, nosotros no la tenemos. Dios es sabio por sobre todas las cosas. Nosotros no tenemos sabiduría. Dios necesita mostrarse al mundo y para eso utiliza nuestros cuerpos físicos. Dios desea sanar a alguien y para eso necesita nuestras manos. Pero nosotros necesitamos la Unción sanadora de Dios para ayudar al prójimo. Es por eso que cuando entramos en una relación de pacto con Dios, lo de él pasa a ser nuestro y lo nuestro es para él. Es por eso que si Dios quiere hablar al hombre, necesita a un hombre físico para hacerlo. Por eso sabemos que somos el Cuerpo de Cristo en la tierra.
Cuando tenemos al Señor en una relación de Pacto, él nos da la sabiduría para crear las riquezas materiales pero no para quedarnos con ellas sino para administrarlas y que su Nombre sea glorificado. El nos da la salud para que vivamos cómodamente, nos da las fuerzas para trabajar y proveer para nuestro sustento y el de nuestra familia. Dios nos da pero nosotros tenemos que darle. Cuando Dios nos da los recursos que debemos administrar, inmediatamente él espera que nosotros le demos algo a cambio. ¿Que le debemos dar? Darle la parte que le corresponde que es el diezmo. Y nosotros nos quedamos con el noventa por ciento para nuestras necesidades. Noventa por ciento de todo lo que hemos hecho juntos. Dios nos permite quedarnos con lo más y a él le damos lo menos. ¿No es eso lo que hacen las mujeres en el matrimonio? Para vergüenza de muchos hombres, la esposa es dadora más que él.
¿Por qué es fácil aceptar ese principio con respecto a Dios? Porque para muchos hombres no suena raro que sea Dios quien nos complemente, por decirlo de alguna manera. Pero cuando se trata de la mujer las cosas cambian.
Cuando de la mujer se trata ya no aceptan que ella, en algún sentido, sea superior al hombre. Por ejemplo: El hombre no puede incubar a un bebé en su vientre. La mujer tiene la capacidad de soportar un embarazo durante nueve meses sin quejarse. Es capaz de llevar un peso extra en su cuerpo, y, algunas veces, tiene que soportar una cirugía de cesárea para tener a su bebé y luego de unos pocos días de descanso y reposición, las vemos haciendo sus labores del hogar como si tal cosa.
¿Que del hombre? Para que señalar que cuando un hombre cae enfermo que le imposibilita de moverse y hacer sus cosas, es un hecho que necesita la ayuda de su esposa para poder realizar un mínimo esfuerzo porque su enfermedad le ha hecho inútil en esos momentos. Él necesita del apoyo de su esposa para levantarlo, sanarlo, cuidarlo y prepararlo para que vuelva a ser el hombre de la casa. Pero hay un problema: Cuando se trata de darle el respeto, la admiración, el reconocimiento y el amor que ella espera recibir del hombre, lo que muchas veces recibe es abuso, insultos, traiciones e infidelidades.
Todo porque no hemos comprendido que el matrimonio no es sencillamente juntar dos cuerpos en una cama y engendrar hijos. No, mis amigos, el matrimonio va mucho más allá de lo físico y erótico. El matrimonio es aceptar que mi esposa tiene capacidades que yo no tengo y que necesito para realizarme como hombre y como siervo de Dios. Así de fácil.