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viernes, mayo 3, 2024

¿Amor sincero?

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Levítico 21:1 “El SEÑOR dijo a Moisés: Habla a los sacerdotes, los hijos de Aarón, y diles: «Ninguno se contamine con persona muerta entre su pueblo…”

¿Nunca le han dicho a usted ciertas personas que no se irán de su lado pase lo que pase? En el matrimonio hacemos votos de permanecer siempre uno al lado del otro no importando las circunstancias. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido, dice el pastor cuando los está bendiciendo. Y muy románticamente, en las tarjetas de invitación que no salieron tan baratas que digamos, ponen lecturas románticas como para sellar el compromiso: Ni las muchas aguas podrán apagar el amor que siento por ti”. 

Si, suena bonito. Pero que suene bonito no garantiza que será cierto. Porque de pronto, cuando han caminado un par de kilómetros juntos y tomados de la mano, las aguas de la aflicción o las deudas o de alguna tercera persona que se atraviesa en el matrimonio, la separación es inevitable. 

“Hasta que la muerte nos separe” es otro mantra que utilizan algunos a la hora de contraer matrimonio. Y resulta que no es la muerte física lo que los separa sino la muerte del dinero. La muerte de la fidelidad. La muerte que produce el hastío y el cansancio.  No sabemos ser fieles, esa es la verdad. Y no hay quien se escape a este problema de ser abandonado por aquellos que nos dijeron que nunca se irían de nuestro lado. 

A Jesus le pasó lo mismo. Incluso Pedro le dijo que nunca lo dejaría y que aún a la muerte lo seguiría. Pero a los pocos minutos lo negó. Como dice un conocido mío: tenemos más ancha la boca que la billetera. 

Después de haber hablado a todo el pueblo, ahora Moisés recibe la orden, en Levítico,  de hablar solo con los sacerdotes.  El pueblo en general necesita vivir en santidad, pero los sacerdotes tienen la responsabilidad de vivir en un nivel de santidad superior al pueblo, porque tienen el derecho de estar más cerca de Dios en el servicio del santuario.  Como los mandamientos generan santidad, los sacerdotes tienen más mandamientos que el pueblo.  

Dios le da instrucciones a los sacerdotes para que puedan mantenerse en su estado de santidad.  Un sacerdote no puede tocar un cuerpo muerto. 

El mandamiento para los sacerdotes de mantenerse alejados de cadáver se sigue guardando hoy en día entre los varones descendientes de los sacerdotes en el pueblo judío.  Un varón cohén, o de linaje sacerdotal, no puede tocar un cadáver o permanecer bajo un mismo techo con uno de ellos.  

Aquí entramos al asunto del amor a Jesus. Uno de sus discípulos se recostaba sobre su hombro porque le gustaba estar muy junto a él.  Se sentía muy amado, tanto que él mismo lo declara en sus escritos. Se autonombra “el discípulo amado del Señor”. Se trata de Juan.

Pero ¿quien era Juan, el discípulo amado?  Resulta que Juan era conocido del sumo sacerdote. (Juan 18:15)  Según los Sabios de la Gran Asamblea, nos enseñan que este Juan era de una familia sacerdotal.  Y esto puede ser una razón por la que no quiso entrar en el sepulcro de Jesus y contaminarse como lo dice él mismo:  Juan 20:4-5 “Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro; e inclinándose para mirar adentro, vio las envolturas de lino puestas allí, pero no entró”

Para Juan, el que decía que era el amado del Señor y que anduvo con su Maestro por tres años haciendo milagros y comiendo de su Mano, a la hora de la hora, ese amor se esfumó por amor a otro amor.  Amor a su abolengo. 

Aunque Juan no tiene privilegios en el Templo, solo con pertenecer al linaje sacerdotal fue más importante que el amor por su Maestro. Pasaron varios segundos viendo a Pedro entrando al sepulcro, tocando los lienzos, observando la tumba vacía, quizá sintiendo remordimientos al darse cuenta que aún en esos momentos amaba más su linaje que al que había sido su Mentor, después de un buen rato de examen de conciencia, tomó la decisión correcta: Juan 20:8 “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó”

¿Entonces no era amor sincero lo que Juan tenía por Jesus mientras estuvo vivo? ¿Realmente era un amor genuino?  Algo me dice que no. Su amor fue puesto a prueba en el momento de la crisis. En la tumba vacía. Al ver a Pedro que era del vulgo entrando sin temor a contaminarse y sin nada que perder, pero mucho que ganar, Juan se atrevió a dejar por completo el amor egoísta y egocéntrico que tenía por su linaje. Allí encontró la verdadera Libertad. Ya no valía por ser miembro de la clase sacerdotal. Ahora vale por ser hijo de Dios.

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