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sábado, noviembre 23, 2024

El cuervo y el águila

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Isaías 40:31  “…levantarán las alas, como las águilas…”

No se si a usted le ha pasado lo que a mi, que hay personas a quienes sin conocerlas les caemos mal.  O es que han escuchado comentarios o chismes con respecto a nosotros, o porque alguna de nuestras actitudes no les fueron agradables, el caso es que nos han hecho a un lado.  No nos soportan. Basta ver sus miradas de menosprecio o sus gestos tratando de ignorar nuestra presencia para saber que no somos trigo de su mismo costal.

Inevitable, mi querido Sancho -como diría don Quijote-. Todo porque como cristianos, el enemigo se encarga de separarnos a unos de otros. Ya sea con razón o no, pero es parte del Evangelio de Cristo si es que lo estamos siguiendo. Jesus fue claro cuando nos dejó esta advertencia: Si a mi me persiguieron también lo harán con ustedes. 

Y hay otra más dura de aceptar si se quiere: Cuando el mundo les aplauda tengan cuidado. Y no hay mundo más cruel que el mismo mundo cristiano. Hay cierto antagonismo ministerial entre los pastores evangélicos. Muchos de ellos se repelen como el agua y el aceite. Y es que todos creemos que adorar a Dios es de un solo estilo. Si hay que sentarse, o pararse, o hincarse. Si se cierran o se abren los ojos. Si se levantan o no las manos. Si hay que ser callados o bulliciosos. En fin, toda una gama de manifestaciones que nada tienen que ver con la adoración a nuestro Dios.

Como en el mundo judío del Segundo Templo. A Jesus -no se como lo hizo-, le fue difícil amalgamar sus enseñanzas en medio de toda una pléyade de creencias judías. El sabio Shamai decía una cosa, su contrincante Hillel decía otra. Los fariseos le escarbaban hasta la forma de pronunciar la Letra de la Ley. Los Sacerdotes le buscaban -como decimos en Guatemala-, cascarita para ver en qué punto resbalaba. Los judíos zelotes estaban esperando el momento de desenvainar las espadas. Dos de sus seguidores ya se estaban distribuyendo los puestos en el futuro Gobierno mesiánico que ellos creían que Jesus iba a instaurar. Una mamá de sus alumnos le pidió que sentara a sus retoños uno a su derecha y el otro a su izquierda. Querían los mejores sueldos y privilegios. Aparte estaban los judíos herodianos. Los saduceos con su orgullo nacionalista y clasista, y hasta los callados y silenciosos Esenios. 

En fin, Jesus tuvo que lidiar con toda esa gama de creencias judaicas. Que si el Mesías vendría en un caballo blanco, que si vendría en un caballo negro, que si nacería en Belén o en Galilea, que si su papá tenía que ser del linaje de David y que si su mamá tenía que ser de la tribu de Judá. ¿Como aguantaste tanta división Jesus?

Pero, en medio de todo, hay un ejemplo que Jesus nos ha dejado cuando sufrimos la misma discriminación de los demás. Ya Isaías lo había mencionado en una de sus profecías: “pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”

Esto nos pone en una disyuntiva: Si hemos dejado de hacer lo que tenemos que hacer por mandato del Señor porque a unos cuantos no les gusta nuestro estilo, porque no les caemos bien o no nos pueden ni ver, la culpa, mis amigos es nuestra. No de ellos. Ellos son los cuervos que tratan de picotear a las águilas.

¿No les he contado esa parábola? 

Se dice que un cuervo se posó un día sobre un águila. El águila, al sentir el peso del cuervo sobre ella, se quedó quieta. El cuervo al ver que ella no se movía, empezó a picotearle la cabeza tratando de hacerla sangrar y disfrutar de un manjar de cerebro de águila. Cuando el águila se cansó de que el cuervo la estuviera molestando, sencillamente extendió sus alas y se remontó a las alturas del espacio en donde el cuervo ya no podía volar porque corría el peligro de asfixiarse. 

El cuervo le es útil al águila porque no le permite quedarse en el nivel de él. Si ella no quiere ser estorbada por el cuervo, busca las peñas más altas del acantilado en donde el cuervo no pueda llegar y robarle la paz que ella disfruta en su soledad. Los cuervos son útiles para todo aquel que tenga que mantenerse en las alturas, en la misma Presencia de Dios.

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