Hermanos y hermanas en Cristo, la invitación a escudriñar las Escrituras y ser como los Bereanos (Hechos 17:10-11) es un llamado que resuena hoy con mayor urgencia que nunca. Nos enfrentamos a una gran diversidad de voces que proclaman hablar en nombre de Dios, y se hace imperativo discernir la sana doctrina de la falsa.
A lo largo de la historia de la iglesia, los herejes nunca se han considerado a sí mismos fuera del camino verdadero. Insisten en la autenticidad bíblica de sus enseñanzas, llevando a muchos fieles a ser engañados. ¿Cómo, entonces, podemos discernir la verdad? ¿Cómo podemos identificar una falsa enseñanza incluso cuando se viste con palabras bíblicas, citas de versículos o menciones de Jesús?
El principio rector aquí es la propia doctrina, como lo confirman 1 Pedro 4:11 y 2 Timoteo 1:13. La auténtica enseñanza es aquella que se alinea plenamente con las palabras de Dios y retiene las sanas palabras que han sido transmitidas a lo largo de las generaciones de creyentes.
Para discernir la sana doctrina, debemos tener en cuenta tres aspectos cruciales:
1. El Patrón de la Sana Doctrina: La enseñanza debe ser “evangélica”, en consonancia con el verdadero evangelio de Jesucristo. Debe ser “apostólica”, ajustándose a las doctrinas fundamentales, y debe ser “histórica”, es decir, coherente con los credos y confesiones que han salvaguardado a la iglesia de herejías a lo largo de la historia (Efesios 2:20). Recordemos las palabras de Judas en su epístola, nos insta a «pelear por la fe que una vez fue entregada a los santos» (Judas 1:3).
2. El Efecto de la Enseñanza: Examinemos la influencia de la enseñanza en nuestra vida. ¿Nos impulsa a conocer más profundamente a Dios, a temerle, a arrepentirnos genuinamente y a centrarnos en Cristo, o, por el contrario, nos distrae hacia nuestros propios deseos y anhelos materiales particulares? La sana doctrina nos dirige hacia Dios y su voluntad escritural,apartándonos de nosotros mismos, como lo expresó Juan el Bautista: «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:30).
3. La Vida Moral del Maestro: Jesús advirtió sobre los falsos maestros y enfatizó la importancia de su carácter (Mateo 7:15-20). De igual forma Pablo, en su primera carta a Timoteo (1 Timoteo 3:2) establece la norma de una vida irreprensible para aquellos que desean ser maestros. La hipocresía, el orgullo, y un enfoque en logros personales son indicios de un falso maestro. En contraste, la sencillez, la piedad y la humildad son marcas del auténtico maestro de la verdad.
Siguiendo estos principios, podemos abordar con sabiduría y discernimiento la multiplicidad de enseñanzas que nos rodean en el mundo cristiano. Pero recordemos, queridos hermanos y hermanas, que la tarea de discernimiento no se logra en nuestro propio poder. Se necesita una conexión viva y activa con el Espíritu Santo, el cual nos guía a toda verdad (Juan 16:13).
Además, el discernimiento no es una tarea solitaria. Es en la comunidad de creyentes, en la iglesia local saludable, donde este proceso se vuelve más sólido y edificante. La iglesia, guiada por la sabiduría del Espíritu Santo y el consejo de los ancianos y líderes piadosos, puede sostenernos en este viaje hacia la verdad.
En última instancia, todo esfuerzo en discernir la verdad es un acto de adoración a Dios, una respuesta al amor de Jesucristo que «dio su vida por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras» (Tito 2:14). Por tanto, este es nuestro llamado: ser un pueblo que busca, ama y vive la verdad en un mundo lleno de engaños.
Mientras nos enfrentamos a las enseñanzas y doctrinas del día, hagámoslo con la mente iluminada por las Escrituras y el corazón dispuesto a la guía del Espíritu Santo. Es mi oración que Dios nos conceda sabiduría, discernimiento y un amor apasionado por su verdad. Así, podremos no sólo reconocer la sana doctrina, sino también ser un faro de ella en un mundo que tanto la necesita. Que Dios nos bendiga en esta noble tarea.