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sábado, noviembre 23, 2024

Los últimos libros

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Juan 21:25  “Y hay también muchas otras cosas que Jesús hizo, que si se escribieran* en detalle, pienso que ni aun el mundo mismo podría* contener los libros que se escribirían*”

¿A que se refiere Juan cuando escribió estas palabras?  ¿De qué libros estaba hablando? ¿Es posible que Jesús hizo cosas que no se escribieron porque fueron muchas y no cabrían -como Juan mismo dice- en el mundo?  ¿Como discernir este misterioso concepto de Juan?

Aquí tenemos algo escondido. Y, con la ayuda del Señor vamos a tratar de desentrañarlo.

Jesús le dijo a sus discípulos en Juan 14:16 “Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros”

Esto lo dijo Jesús del Espíritu Santo que iba a venir en cuanto él -Jesús-, regresara al Padre después de su sacrificio en la Cruz.  ¿Por qué era necesario que viniera el Espíritu Santo? No era solo para que habláramos en lenguas, no era para que lo manipuláramos con exageraciones corporales ni nada por el estilo.

La promesa de Jesús con respecto a “otro Consolador” se trata de que su función es semejante a la que tuvo Jesús.

En esa ocasión Jesús se refiere al Espíritu como “otro Consolador” mostrando que su función es semejante a la que tuvo Jesús  y que por tanto en algún modo prolonga en el futuro de un modo permanente la misma función que Jesús había tenido en su existencia física en medio de su pueblo. Por eso no es posible la simultaneidad de ambos ministerios, el de Jesús y el del Espíritu. Este segundo ministerio comienza cuando termina el primero; por eso les conviene a los discípulos que Jesús se vaya, porque hasta entonces el Espíritu no puede empezar a actuar. Les convenía a ellos y por supuesto, a nosotros por extensión.

Las funciones del Espíritu Santo pueden resumirse en dos: una función magisterial y una función vindicativa.  Algunos han traducido el término “Paráclito” como “abogado”, otros como “consolador” o “animador”, y otros como “intercesor”. No es necesario escoger entre estas distintas funciones, pues el Espíritu las cumple todas.

El evangelio queda así abierto, como queda abierta la obra de Jesús en nosotros. A través de ese otro Consolador, o Animador, o Abogado o Intercesor, que Jesús envía, el evangelio es un libro inconcluso que él -el Espíritu Santo-, terminará.

La obra de Jesús no cabe en todos los libros del mundo. Se nos invita a nosotros a ser personajes en esta prolongación de la vida de Jesús a través de la acción del Espíritu, en la medida en que nos vamos viendo reflejados en los personajes históricos de la Magdalena, el discípulo amado, el ciego, y los hermanos de Betania. El criterio hermenéutico de comprender el texto bíblico a través de nuestra propia vida, hace que sólo pueda hacer exégesis del evangelio quien se sitúa en la misma perspectiva en la que fue escrito, y quien adopta para con Jesús las mismas actitudes que adoptaron los que le acogieron en su existencia terrena.

De ese modo la galería de personajes evangélicos queda abierta de forma que otros muchos retratos, el de cada uno de nosotros, puedan hoy todavía añadirse a dicha galería.

Entonces, la obra que el Espíritu Santo está haciendo en cada uno de los que hemos llegado a los Pies de Jesús por su intercesión, su abogacía o su convencimiento, o porque nos ha llevado “a toda la Verdad”, está quedando escrita en los anales del Cielo, formando así los libros que hacían falta que se escribieran para terminar la Obra misma de Jesus.  Ahora podemos entender lo que dijo Pablo: 2 Corintios 3:3 “…siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones humanos…”

En cada uno de nosotros entonces, se está escribiendo “un libro” con lo que el Espíritu Santo está obrando en nuestras vidas, en nuestro interior y en nuestro testimonio.  Terminemos con esta cáustica pregunta: ¿Qué se está escribiendo de mi? Y ¿que se está escribiendo de usted?

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