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lunes, abril 29, 2024

¿Qué buscaba este escriba?

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Mateo 8:19-20 “Y un escriba se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Y Jesús le dijo*: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”

Hay personas que se acercan a Jesus para ver qué de bueno para sus intereses personales pueden sacar.  Algunos lo hacen para ser vistos por otros. Otros lo hacen para sentirse importantes dentro de la congregación. Unos cuantos para ver en qué pueden ocupar su tiempo libre.

Muy pocos lo hacen por amor a Jesus. Por amor a su Reino y por amor a las almas.

Cuando uno estudia las Escrituras con ojos nuevos como me enseñó uno de mis profesores, encuentra respuestas que de otra manera se pasan por alto y se pierden esas perlas que están escondidas entre sus líneas.  Hay muchas cosas ocultas en ese vasto océano de sabiduría que es la Biblia.

Dice nuestro texto que un escriba se acercó a Jesus para decirle que lo seguiría a donde quiera que fuera. Aquí, a simple vista, no hay nada extraño. Cualquiera puede decirle eso a Jesus. Yo, por ejemplo, se lo he dicho muchas veces. Quiero seguirlo y ser su alumno consagrado a su servicio.  Pero este hombre tiene algo escondido que solo Jesus sabe sacar a luz. Y lo hace sin pelos en la lengua. Lo confronta con la verdad que tiene escondida en lo profundo de su alma.

Este aspirante, a quien Mateo llama certeramente “escriba”, quiere que Jesús le ofrezca un tipo de seguridad de vivienda.  Sabemos que los escribas del primer siglo eran itinerantes. Tenían que ganarse la vida traduciendo las Escrituras y haciendo copias de la Torah para aquellos que podían pagarle. Eran expertos en su ramo y como pocos, sabían lógicamente, leer y escribir. Según los historiadores, un noventa por ciento de habitantes del Israel antiguo eran analfabetas. Solo unos pocos eran ilustrados. 

Dicho lo anterior, este escriba estaba ofreciéndole a Jesus sus servicios de ayuda como experto intérprete del Libro como se llamaban también, alcanzado así dignidad y respeto. Este escriba es un hombre importante para el judaísmo, tiene un buen puesto y espera conservarlo con Jesus, pues, a su juicio, el camino del Reino necesitará especialistas, como los rabinos de la Mishná y los teólogos posteriores de la iglesia cristiana, es decir, los doctores del Libro.

Pero Jesús lo defrauda, diciéndole que no le puede ofrecer un estatus de tal dignidad.  La visión de Jesus es diferente a lo que este hombre estaba acostumbrado. Este escriba no sabe que con Jesus las cosas no se arreglan de esa manera.

Esa perla escondida la encontramos en la respuesta pragmática de Jesus: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza. Es decir, ¿me quieres seguir? Tendrás que dormir donde te agarre la noche. No tengo casa que ofrecerte, no tengo almohada para compartirla contigo, no tengo comodidades ni nada parecido para darte a cambio de tu servicio.

Conmigo, señor escriba, no tendrás un cheque mensual. Tendrás que comer lo que nos ofrezcan por el camino. No habrá carros halados por caballos veloces ni carretones para que nos lleven a los diferentes lugares a donde iremos. Las aves tienen nidos para descansar pero nosotros no tendremos ni un lugar donde reposar nuestros pies.

Pasaremos por lugares de sombra de muerte ya que la oscuridad nos alcanzará por todos lados y no tendremos más techo para pasar la noche que el brillar de las estrellas y si es posible, la luz opaca de la luna.

Ah, pero eso si: Veremos cada día como nuestro Padre se manifestará en nuestras vidas ya que ha prometido no abandonarnos nunca y será nuestro Guía y nuestro proveedor.

Mateo no nos dice que pasó con el escriba que buscaba fortuna y estatus. Lo que sí creo es que Jesús le aconsejó que viviera su Carpe diem.  Que siguiera con su proyecto de vida sin exigencias ni incomodidades que su compañía exige de aquellos que quieran seguirlo.

¿Alguien dice amén?

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