Génesis 48:19-20 “Sin embargo, su hermano menor será más grande que él, y su descendencia llegará a ser multitud de naciones. Y los bendijo aquel día, diciendo:
Por ti bendecirá Israel, diciendo: Que Dios te haga como Efraín y Manases”
En la Biblia hay sucesos que escapan a nuestra lectura normal de la misma. Parece que se esmera en ocultarnos ciertos detalles que son importantes para poder practicarlas el día de hoy en nuestras familias.
Si en alguna época ha sido difícil la educación de los hijos es ésta. No vamos a magnificar nuestro tiempo y culparlo de los fracasos emocionales, físicos, espirituales y familiares solo porque hoy tenemos redes sociales que antes no existían. Celulares con todas las tentaciones que atraen a los jóvenes y de los cuales, los padres creen que tienen la obligación de darles a sus cachorros para que no se traumen y en el futuro se pierdan. Eso es una utopía, pensar que los antiguos no tuvieron los mismos problemas con sus hijos que tenemos nosotros.
Basta con leer el libro de Éxodo para darnos cuenta que Balaam, por ejemplo, logró que los hijos de Israel en el desierto cayeran víctimas de sus bajas pasiones cuando logró que las bellezas madianitas los atrajeran con sus lindos rostros, sus hermosas piernas y toda la lujuria necesaria para llevarlos al pecado de adorar a su dios, provocando la muerte de una buena parte de ellos por la ira de Dios.
¿Acaso habían redes sociales como las de hoy? No. No existía el Tik Tok como para ver pornografía. No había YouTube para ver música profana. No existían los peligrosos “Short” que muestran cuerpos semidesnudos como para complacer al más corrupto de los hombres cristianos o no.
Sin embargo, los padres de aquellos tiempos también tuvieron sus propios problemas para educar a sus hijos en el temor a Dios, en enseñarles la Palabra Oral de aquellos tiempos y vigilar constantemente sus comportamientos para que no se fueran por la barda de las tentaciones que sus pequeños sufrían a causa de vivir en una sociedad que no temía a Dios ni a nada. La moral de aquellos tiempos estaba tan corrupta como la de hoy.
Entonces, surge la pregunta: ¿Por qué Jacob, antes de morir decide bendecir a sus nietos Efraín y Manases con bendiciones más altas que a sus propios hijos? ¿En donde reside la diferencia del trabajo moral que hizo José con sus hijos, a cambio del trabajo que hizo Jacob con sus propios hijos que crecieron bajo su custodia en Canaan?
La respuesta la tenemos con una meta lectura de la Palabra. Bien dicen los teólogos que ella misma se explica cuando se trata de encontrar razones que justifiquen ciertas conductas.
Resulta que Efraín y Manases, hijos de José, el segundo al mando en Egipto, nacieron precisamente en Egipto. Ellos nacieron, crecieron y se desarrollaron en una cultura pagana cien por ciento. Los dioses egipcios eran toda clase de cuadrúpedos. Adoraban a los animales más que a los hombres, excepto a Faraón. Imaginemos a Efraín y Manases acudiendo a las clases en la escuela egipcia el día de la celebración de tal o cual dios. ¿Qué haría José para mantenerlos en el temor a su Dios Jehová a toda costa? Imaginemos a Efraín y Manases cuando en las celebraciones nacionales obligaban a los alumnos a disfrazarse de tal o cual animal para honrarlos en su aniversario: ¿Cómo hizo José para evitar que sus hijos que eran de linaje hebreo, no absorbieran las costumbres de su sociedad?
Tuvo que ser un trabajo arduo, difícil, pragmático y dedicarse en cuerpo y alma en ir contra la corriente social y religiosa de su tiempo con tal de guardar el corazón de sus hijos para que no cayeran en la inmoralidad pagana que amenazaba sus creencias morales y su legado de honrar a su Dios Jehová. Tuvo que ser difícil mantener a sus hijos en un entorno peligroso para su formación moral, cuando sus maestros les pedían a Efraín y Manases que participaran de algunos deportes propios de niños y jóvenes estudiantes, aunque profanos.
Y ahora viene el abuelo y los aparta para bendecirlos con una bendición especial que hasta el día de hoy sirve de ejemplo para los israelitas de nuestro tiempo. Y es que a diferencia de sus primos que fueron criados juntos y en la proximidad de su abuelo Jacob, Efraín y Manases vivieron sus primeros años en las cortes egipcias con todos los lujos que había en ella, y, al mismo tiempo, con el vacío moral que caracterizaba la vida mundana egipcia. Estos dos niños tienen más valor moral que sus primos que nunca habían conocido las tentaciones y peligros de su época. De allí que se hayan ganado un puesto especial en el corazón de su abuelo a la hora de bendecirlos.
¿Y nosotros? ¿De que nos asustamos entonces? ¿Cómo nos atrevemos a decir que no se puede evitar que nuestras hijas muestren sus cuerpos semidesnudos solo porque está de moda y porque son jóvenes? ¿Es que nos hemos vuelto camaleones entonces?