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lunes, abril 29, 2024

La ironía se repite…

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Por: Dr. Carlos Berges | Iglesia de Cristo Visión de Fe

Mateo 2:2-5  “Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle.  Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalénén con él.  Entonces, reuniendo a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, indagó de ellos donde habìa de nacer el Cristo.  Y ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta…”

¡¡Feliz navidad y próspero año nuevo!! es la frase que está de moda en estos días. La vemos en la televisión, en los comerciales de cervezas, en los comerciales de las bacanales en donde se muestran grandes cantidades de comida y gentes disfrazadas con sus gorros rojos y ropas alusivas a la época. Todos riéndose a carcajada abierta. Mostrando una felicidad efímera y mentirosa. Todo plástico, falso y espurio.

No soy el Grinch. No tengo nada que ver con las fiestas que casi todo el mundo está celebrando estos días. Soy un simple siervo del Señor que no tengo párpados en los oídos y los que tengo en los ojos no quiero ni puedo cerrarlos para hacer como el avestruz, esconderme en la tierra evangélica para no ver lo que sucede a mi alrededor.

Y es que incluso en la Iglesia de Cristo las cosas se han leudado. Ya no somos aquella Iglesia de los ochentas en que la santidad se vivía en todo su esplendor.  Ahora los evangélicos tienen un Dios-niño. Un niño que soporta cualquier cosa que le hagamos. Lo quitamos, lo ponemos, lo movemos a nuestro antojo. Y se nos olvida -como escribí en otro artículo-, que ese “niño” nació no para ser Rey, no, nació siendo Rey.  Y como Rey, merece ser adorado, alabado y honrado. Respetado y merecedor de toda pleitesía.

Pero no tengan pena. Esto no empezó ayer ni hoy. Esto viene de tiempos antiguos. Les contaré lo que he aprendido en la lectura diaria de mi devocional:

Cuando los sabios del oriente llegan a Jerusalén preguntando donde había de nacer el Rey de los judíos porque ellos «necesitaban ir a adorarle», Herodes les pregunta a los que conocían la Ley y los tiempos. Eran los sacerdotes y escribas. Ellos sabían perfectamente en quéé lugar había de nacer el Señor, el Dios de Israel y que había que ir a postrarse, adorarlo y humillarse ante su Presencia.

Sin embargo, lo irónico es que los sabios del oriente querían saber en donde estaba para hacer eso precisamente, adorarlo y llevarle presentes.  Ellos solo conocían que un día una Estrella aparecería en el cielo para llevarlos al lugar en donde estaba el Dueño del Mundo y necesitaban más información. Lógicamente fueron al lugar apropiado: Jerusalén. El lugar en donde se tenían las respuestas.

Y las recibieron: En Belén. Los sacerdotes y escribas sabían las respuestas. Conocían la Ley y los Profetas. Aquí tenemos una gran ironía que se repite al día de hoy:

Porque de los sacerdotes y escribas que conocían la profecía al dedillo, ninguno de ellos fue con los sabios a cumplir ese requisito. Nadie se movió para acompañar a estos hombres a cumplir una orden desde antiguo: Presentar Alabanzas al Dios de Israel.

¿No les parece irónico que hasta el día de hoy, muchos pastores que enseñan que hay que alabar, cantar y humillarse ante el Señor, se encierran en sus oficinas sin estar entre el pueblo cantando alabanzas, adorando y presentando al Señor sus ofrendas de alabanza?  ¿No les parece irónico que muchos «hombres de familia» que conocen la Palabra y saben que es necesario humillarse ante el Señor, dejan que lo hagan sus esposas e hijos pero ellos no? 

Me duele ver que lo que hicieron aquellos sacerdotes y escribas en los tiempos de Herodes, se repita hoy en día. ¡Con razón hay tanta pobreza y mediocridad espiritual entre el pueblo del Señor!  Los hombres que conocen la Biblia no la cumplen. No se atreven a humillar sus corazones y sus vidas ante Aquel que merece ser adorado y alabado cada día de nuestra vida. 

Que cante el pueblo. Que los músicos gasten luz con sus instrumentos y que disfruten su música que para eso están.

El pastor, los hombres de hogar y los ancianos están muy “ocupados” organizando el evangelismo, organizando fiestas de fin de año para llenar sillas, organizando las “cosas” del Templo. Están muy “ocupados” en los asuntos eclesiásticos como para perder su tiempo en esas cosas de mujeres y niños.

Creo, mis amigos, que esto tiene que cambiar si realmente queremos tener -como se dice hoy-, un “feliz y próspero año nuevo”. 

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