Como padres en un mundo tan avanzado y tan lleno de maldad, debemos pensar en el futuro que les espera a nuestros hijos. Por ello, hay que estar claros en que la formación de un niño tiene que ser propicia.
Pues para que nuestro hijo o hija llegue a ser una persona de bien, culta y temerosa a Dios es fundamental que desde niño se le instruya, que conozca la palabra que Dios nos ha dejado, pues en muchos de los casos el fracaso llega porque él o ella no conoce realmente a Dios. El padre de familia tiene la responsabilidad de formar al niño de una manera en la que logre una verdadera educación espiritual.
Un padre de familia tiene que enseñar a su hijo las vicisitudes espirituales, los niños tienen que comprender que la única verdad absoluta está en la Biblia y que según la forma en que sigan adelante si no están sujetos de la mano de Jesucristo, no será posible triunfar.
Se debe educar al niño a seguir los buenos ejemplos, y por supuesto como padres brindarles buenas guías ya que querrán ser como nosotros. La mente de un niño es como una esponja que todo lo absorbe, entonces que todo lo que escuche y vea que sea de bendición para su vida.
Si nuestro Padre Celestial nos ha dado la maravillosa oportunidad de tener hijos, en nuestras manos está ayudarlo en su formación y conducirlos a nuestro Creador, que el niño sepa quién es Dios.
Como personas Cristianas sabemos que Dios sabe lo que nuestro corazón siente, y más aun cuando este corazón es tan puro como el de un niño, por esto mismo tenemos la obligación de hablarles a nuestros hijos con verdad, con la verdad de Dios, para que tengan la voluntad de ejercer sus virtudes humanas y cristianas.
La educación Cristiana no debería ser una opción sino un compromiso que se adquiere cuando sabemos que seremos papás, pues parte de la palabra de Dios es llevar por el camino correcto a quienes nos siguen.
Los padres tienen la obligación y el derecho de elegir los medios e instituciones (iglesias y colegios), por los cuales por medio de su aporte, ayudaran a una educación Cristiana de calidad.
«Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de Dios.»
(Marcos 10:14)
Debemos tomar en cuenta lo siguiente:
Dios así lo manda:
Dios, nos manda que dejemos que los niños lleguen a él, y que los adultos les brindemos ayuda para que su mandato sea posible.
El Señor no mandó a sus discípulos anunciar el evangelio exclusivamente a los adultos, sino a todos los seres humanos, es decir, esta ordenanza incluye tanto a niños como adultos.
Porque es la mejor maniobra:
Un poco más de la mitad de los cristianos aceptaron a Cristo antes de cumplir 12 años. Entre ellos pastores y líderes actuales, son entre 70 y 90% los que llegaron a Cristo mientras eran niños. Esto nos señala rotundamente dónde deberíamos centralizar nuestros esfuerzos. Si queremos que la próxima generación de cristianos sean fuertes, y que tengan buenos líderes, entonces se debe enseñar a los infantes de hoy.
El tiempo que estamos viviendo los niños y jóvenes son el sector más vulnerable hacia el enemigo, ya que están constantemente al borde del peligro con drogas, rebeldía, grupos delictivos, etc. Todo esto marca de por vida. Para poder evitar estas circunstancias, es vital ayudar a nuestros hijos a que conserven una relación con Dios, una amistad real y legitima para que crezcan con bases sólidas de amor, verdad, fe y misericordia.
Esta misión no estará del todo completada si como padres no nos vemos involucrados presentándoles un modelo idóneo, para que los niños puedan desarrollar su vida a través de la oración y la lectura bíblica.
Los niños son las personas más abiertas para el Evangelio, pero a la vez los menos alcanzados con el Evangelio.
Dios escucha la alabanza de un niño:
Nuestro Padre Celestial, escucha la voz de un niño cuando este le clama, y es que un corazón humilde y sin malicia entra al reino de los cielos; por esto se tiene que impulsar a los pequeños a seguir una vida cristiana.