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martes, abril 30, 2024

El director de la sinfónica

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Por: PAI Otoniel Alvarado

Los violines suenan, y los demás instrumentos de viento, de cuerdas y percusión se lucen en la presentación y debut de esa noche de gala.

El público aplaude, a la gloriosa sinfónica que hizo una presentación de lujo en el concierto de etiqueta, ofrecido en el gran teatro.

De repente se ponen de pie todos los integrantes y músicos… y centran sus ojos en el director; lo miran a los ojos, le sonríen, dejan sus instrumentos en los pedestales, le comienzan a aplaudir y se inclinan ante él como señal de honra y gran admiración. 

Y eso se debe a que ellos saben lo que muchos NO.

Ellos saben, lo que no conocen los espectadores; y es que cada músico reconoce, que lo único que hicieron fue leer las partituras hechas por el director…

Cada sonido, cada nota y cada silencio, fue totalmente ingeniado por la mente del director de la sinfónica. Así que no se quedan con los aplausos y reconocen ante todos, la procedencia de la gran obra maestra musical que gustó a los oídos de la audiencia.

Compañero musico de la sinfónica de la vida que me lees: Recuerda siempre que la gloria de tus éxitos y sueños realizados, se los debes a Dios. A ese director de la sinfónica.  Nosotros solo tocamos las cuerdas que él dice, las melodías las elabora él.

Así que no nos ocultamos tras los violines, sino que juntos nos ponemos de pie para aplaudirle al director de la sinfónica.

A ese director que nos hace sacar sonidos de victoria en medio de las perdidas.  Dios es el mentor de las melodías del alma; el gran genio de las armonías dulces en medio del dolor.

Ni una onza de gloria es para nosotros.

Nosotros solamente leemos las partituras que él diseñó, la cual es su palabra. Y de allí nace toda nuestra inspiración.

En el escenario de los milagros solo él puede brillar. Nosotros damos sonidos de fe, y el mueve su mano de poder.

A veces no entenderemos, ni comprenderemos las señales que el gran director nos hace. Pensaremos que esas notas, esos silencios musicales, o esas armonías extrañas no concuerdan; Pero nosotros solo tocaremos las cuerdas de la obediencia, y luego nos daremos cuenta, que solo a un genio como él, se le podía ocurrir el arte de nuestra canción imposible.

Haaa que hermoso fue, cuando se reventaron mis cuerdas, y antes de que sintiera vergüenza ante todos, sus cuerdas de amor cayeron sobre mí!  Y seguí tocando, pero no con mis cuerdas, sino con las de él.  Con esas cuerdas de oro, que solo el director de la sinfónica puede diseñar.

Él me devolvió el arpa que yo colgué en los sauces de mi tristeza. Y me hizo entonar canticos en la noche, cuando todos lloraban y nadie sonreía.

El gran maestro me permite seguir en su sinfónica a pesar de que soy un musico indisciplinado. Me equivoco con frecuencia, y llego tarde a los ensayos. Pero, aun así, no retira mi silla de entre sus músicos. Solo le pido, que me de fuerzas para seguir tocando melodías de victoria, sin importar las circunstancias que vengan.

Salmos 16:6; Job 35:10; Salmos 77:6; 137:2.

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