Por: Luis Medina | director La Prensa Cristiana
El tiempo pasa en un abrir y cerrar de ojos, y muchas veces vivimos postergando aquello que deseamos hacer, lograr o alcanzar, quien diga que no tuvo miedo cuando comenzó estaría mintiendo, tal vez no lo sintió en principio, pero cuando se detuvo a pensar con cabeza fría qué estoy haciendo, casi pone freno al nuevo paso, pero siguió y el merito final ha estado en continuar.
Muchos catalogan como éxito el llegar o alcanzar una meta, pero la trascendencia está en permanecer haciendo, no que el camino avanzado no tenga valor, sino más bien, no solo ser parte de un recuerdo efímero de un logro que al final sabe a frustración por la insostenibilidad para estar o perseverar, por supuesto es fácil darse aires de grandeza cuando se avanza y culpar a las circunstancias cuando no se logra, pero en el fondo más que de nosotros, la verdadera plenitud proviene cuando se está anclado a las manos de Dios, en el sentido de reconocer que él es quien da las oportunidades, como muy bien esta plasmado: “El caballo se alista para el día de la batalla; Más jehová es el que da la victoria” –Proverbios 21:31.
Cuidado con andar buscando comparativos, porque el día que se comienza a ver alrededor y pensar yo estoy más arriba que, yo tengo más que, ese el día en que las alturas le han mareado, y es un síntoma de un claro desenfoque del propósito sustituido por el yo, enmendar nuestra actitud no le hace mal a nadie.
Caso contrario, que sería el otro extremo, son aquellas personas que tratan de tomar como espejo el que hacer de los demás para determinar si están atrás, o peor aun frustrarse por aquello no logrado, si algo es cierto es que no se trata de si alguien ya lo logró y yo aún no, en el fondo la vida no es una competencia, la vida es aprender a caminar o correr a nuestro propio ritmo, por querer andar al ritmo de los demás se termina desgastando las fuerzas y lapidando los esfuerzos.
¿Cuándo es el tiempo para avanzar? Siempre, todos los días es un buen momento, si no damos pasos de fe, nunca sabremos qué hay detrás de la puerta que nunca se tocó o abrió. Establezcamos todos nuestros anhelos en las manos de Dios y demos pasos firmes para que su poder pueda ser manifiesto.