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sábado, abril 27, 2024

No es de los nuestros.

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Por: Pr. Carlos Berges | Iglesia de Cristo Visión de Fe

Marcos 9:38  “Juan le dijo: Maestro, vimos a uno echando fuera demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos seguía”

Vaya si somos ingratos. Somos egoístas por naturaleza. Nos creemos el Non Plus Ultra.

Y, lo peor, confesamos que amamos a Jesús y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, sin embargo, a la hora de la hora, nada de eso es cierto. Le cerramos el paso a aquellos que tienen un diferente llamado que el nuestro, solo porque no se congregan con nosotros.  Dios nos ha dado talentos a cada grupo de acuerdo con nuestras capacidades. Si todos fuéramos profetas qué aburrido, si todos fuéramos maestros qué aburrido también. Es por eso que Dios, en su sabiduría nos ha dado a cada uno una porción de las tablas de la Ley que moisés rompió allá en el desierto. No todos tenemos las tablas completas. Todos tenemos una porción, y muy importante, de lo que Dios nos ha encargado.  A él le rendiremos cuentas.

Eso fue lo que Juan y sus amigos pensaron de aquel anónimo que andaba “por allí” haciendo milagros, sanando enfermos y echando fuera demonios. Y van con Jesús, y el discípulo “amado”, a decirle -el muy chismoso-, lo que andaba haciendo ¿con permiso de quién?  ¿con qué autoridad? ¿quién le dio carnet para andar echando fuera demonios? ¿estudió acaso en “nuestro instituto” para que anduviera haciendo lo que hacía?

Veamos el otro lado de la moneda entonces, porque eso es lo que se repite hoy en día en muchos ministerios evangélicos. Si no es de los nuestros, no le crean. Si no es de los nuestros ciérrenle las puertas de nuestros recursos de radio, televisión o nuestro medio. No tiene derecho. Por no ser de los nuestros.

Un día vienen los discípulos a Jesús para informarle de que han visto a uno que está expulsando demonios en su nombre, aunque no es del grupo.  Ellos ya han tratado de impedírselo, pero conviene que Jesús esté advertido.  Los discípulos no piensan en la alegría de quienes han sido curados por aquel hombre; lo que les preocupa es su grupo:  “No es de los nuestros”.  Jesús los sorprende con su amorosa respuesta: No se lo impidáis, pues el que no está contra nosotros, está de nuestra parte.

¿Cómo va a impedir Jesús que los enfermos sean sanados, si es el mejor regalo de la fuerza salvadora de Dios?  Y ese es el dolor hasta el día de hoy de Jesús con respecto a nuestro egoísmo evangélico.

Conozco a una pareja de esposos que el Señor tuvo la bondad de levantar con un ministerio para restaurar matrimonios y familias. No pertenecen a ninguna institución reconocida de cierto país centroamericano. Fueron enviados por el Señor para ayudar en algo en una nación que necesitaba con urgencia esa ayuda a causa de un conflicto político que había dañado terriblemente a las familias. Mujeres violadas por ambos lados del desorden. Hijos muertos en las calles. Esposos prisioneros por pensar de forma diferente. Hijos bastardos, sin padre porque fueron concebidos en un arrebato animal de lujuria.

Así las cosas, esta pareja empezó su trabajo en reuniones pequeñas en donde muchas mujeres y varones mutilados y amargados por el dolor de haber perdido sus derechos familiares asistían. El mensaje que predicaban era de restauración, sanidad interior, liberación del odio y el rencor. Poco a poco fueron siendo levantados por el Señor y él mismo fue abriendo las puertas para llevarlos a otros niveles.

Empezaron a ser reconocidos por algunos locutores cristianos que escucharon de su labor y empezaron a ser invitados a emisoras de radio cristianas para compartir sus consejos basados en la Palabra de Dios. Tres emisoras tuvieron la bondad de abrirles sus micrófonos para ayudar al pueblo de Dios diseminado en toda la república. Hubo muchas llamadas pidiendo auxilio. Muchas mujeres encontraron respuesta. Muchos varones se reconciliaron con sus abusadas esposas. Muchos hijos perdonaron la forma en que fueron concebidos. Se estaba haciendo una hermosa obra.

Hasta que los “Juanes” los escucharon y les cerraron las puertas. Solo porque “no eran de los nuestros”. ¿Qué pensaría Jesús de tan egoísta acción?  Si no lo hacemos nosotros, nadie más tiene el derecho de hacerlo. Que la gente viva enferma de odio, rencor, divorcios, abandono y muchas cosas más, que se aguanten y que oren, pero no vamos a permitir que un par de desconocidos, que no son “de los nuestros” se metan en nuestro terreno.

Así las cosas, mi amigos. Nada ha cambiado desde que Jesús puso sus Pies en esta tierra.

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