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viernes, noviembre 22, 2024

Mujeres

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Por: Pr. Carlos Berges | Iglesia de Cristo Visión de Fe

Marcos 5:34 “Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción”

Me gusta ver entre líneas lo que dice la Escritura en muchas de sus partes. Me gusta que el Espíritu Santo me ayude a abrir ventanas para ver más allá de lo que está escrito en blanco y negro.  Porque de esa manera puedo comprender no solo el dolor ajeno, pero también darme cuenta de lo que sufren las personas con las que me cruzo a diario en las calles de mi ciudad.

Mi profesor de Doctorado en Nuevo Testamento me enseñó a hacer una metalectura de lo que se ve a simple vista. Comprender el metalenguaje que usaron los evangelistas para hablarnos de las personas que vivieron las experiencias en el camino de Jesús y los apóstoles, es algo enriquecedor y que hace ver que las cosas no han cambiado en absoluto.

Lo que dañó tanto la cultura y costumbres del siglo primero, sigue dañando nuestro entorno. Es por eso que para mí es fuente de sabiduría leer los acontecimientos que Jesús tuvo con las personas que encontró en el camino.

Algunas de ellas fueron mujeres.

Por ejemplo, la protagonista del relato de Marcos 5:25 nos deja una buena lección sobre el trato que recibían en aquel tiempo (y hoy no es la excepción), las mujeres. Nada ha cambiado. Todo sigue igual. A pesar de que decimos que el Evangelio de Cristo cambia a las personas, en lo profundo de la verdad no es así. Y no es porque el Evangelio no pueda. No. Es el hombre el que no quiere cambiar. Quiere seguir siendo el mismo de siempre.

Esta mujer -decía-, es una mujer enferma en las raíces mismas de su feminidad.  Aquellas pérdidas de sangre que viene padeciendo desde hace doce años la excluyen de la intimidad y el amor conyugal.  Según las normas del Levítico, es impura ente sus propios ojos y ante los demás.  Una mujer frustrada que quedó excluida de la convivencia normal con el varón.  Su ser más íntimo de mujer está herido.  Su sangre se derrama inútilmente.  Su vida se desgasta en la esterilidad.

La psicoanalista Françoise Dolto, al comentar esta curación señala que “una mujer solo se sabe y siente femenina cuando un hombre cree en ella.  Es en los ojos de un hombre, en su actitud, donde una mujer se sabe femenina” Para aquella mujer enferma, ese hombre es Jesús.

A pesar de los adelantos en las leyes que protegen a las mujeres violentadas, somos todavía poco conscientes del sufrimiento oculto y la tragedia de tantas mujeres frustradas en su ser más íntimo de mujer.  Mujeres perdidas en el anonimato de los hogares y las faenas caseras, cuya dedicación y entrega apenas nadie valora.

Mujeres inseguras de sí mismas, atemorizadas por su propio esposo, que viven culpándose de sus desaciertos y depresiones, porque no encuentran el apoyo y la comprensión que necesitan.

Mujeres vencidas por la soledad, cansadas ya de luchar y sufrir en silencio, que no aman ni son amadas con la ternura que su ser de mujer está pidiendo.

Mujeres desgastadas y afeadas por la dureza de la vida, que descuidan su cuerpo y su feminidad porque hace mucho tiempo que nadie las mira ni las besa con amor.

Mujeres que recuperarían su ser auténtico de mujer si se encontraran con la mirada acogedora y curadora de un esposo o un verdadero amigo.

Es triste pero cierto: En una iglesia dirigida por varones no hemos sido capaces de descubrir todo el pecado que se encierra en el dominio que los hombres ejercemos, de muchas maneras, sobre las mujeres.  Y lo cierto es que no se escuchan desde el liderazgo voces que, en nombre de Cristo, enseñen a los varones a una profunda conversión.

Los seguidores de Jesús hemos de tomar conciencia de que el actual dominio de los varones sobre las mujeres no es “algo natural”, sino un comportamiento profundamente viciado por el egoísmo y la imposición injusta de nuestro poder machista.

¿Qué diría Jesús si entrara a una de nuestras congregaciones dominada por varones que aman las luces, cámaras y acción mientras las mujeres están cocinando, cuidando niños, cambiando pañales, abandonadas y escondidas en las aulas oscuras y sucias del mismo Templo donde decimos servir al mismo Jesús?  ¿Qué diría?  ¿Qué le responderíamos?

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