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martes, octubre 8, 2024

Bueno… No todo está tan mal

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Marcos 10:43 “Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor”

Si, el título que encabeza este escrito está bien pensado. No todo está perdido. En esta selva humana, en donde, como dijo el comediógrafo latino Plauto “el hombre es el lobo del hombre”, aún quedan segmentos dignos de respeto, admiración y ejemplo. No todo está tan mal. Aún quedan resquicios de la Imagen y Semejanza de Dios en algunos hombres.

Si, hay muy pocos, pero los hay. La excepción siempre rompe la regla.

Me muevo en el mundo de la familia. Mi esposa y quien esto escribe nos dedicamos a la restauración familiar desde hace unos cuarenta años. Empezamos nuestra visión allá en Guatemala en donde hicimos nuestros pininos entre los miembros de nuestra congregación de aquel entonces. Desde allí hasta hoy, hemos seguido nuestra labor de ayudar a los matrimonios que necesitan arreglar algunos asuntos que se les han salido de control. Gracias al Señor, hemos logrado evitar un buen poco de divorcios. Con Su ayuda e inspiración, seguimos grabando micro programas dedicados a los matrimonios actualmente. Nuestro ministerio se llama REMA, que significa Restauración Matrimonial. Algún otro día les contaré con más detalle.

Y eso me ha permitido conocer verdaderos héroes del hogar. Hombres y mujeres que se han negado a dejar que Satanás tome el control de su matrimonio y su familia. Seres dignos de admiración y respeto. Por supuesto, han necesitado un buen encuentro personal e íntimo con el Señor Jesús para lograr orientar su casa y sus vidas conforme la Palabra de Dios. Pero que se puede, se puede…

De ellos nunca viene su nombre en los periódicos.  Nadie les cede el paso en lugar alguno.  No tienen títulos ni cuentas corrientes envidiables, pero son grandes.  No poseen muchas riquezas, pero tienen algo que no se puede comprar con dinero: bondad, capacidad de acogida, ternura y compasión hacia el necesitado.

Hombres y mujeres del montón, gentes de a pie a los que apenas valora nadie, pero que van pasando por la vida poniendo amor y cariño a su alrededor.  Personas sencillas y buenas que solo saben vivir echando una mano y haciendo el bien.

Gentes que no conocen el orgullo ni tienen grandes pretensiones.  Hombres y mujeres a los que se les encuentra en el momento oportuno, cuando se necesita la palabra de ánimo, la mirada cordial, la mano cercana.

Padres sencillos y buenos que se toman el tiempo para escuchar a sus hijos pequeños, responder a sus infinitas preguntas, disfrutar con sus juegos y descubrir de nuevo junto a ellos lo mejor de la vida.

Madres incansables que llenan el hogar de color y alegría.  Mujeres que no tienen precio, pues saben dar a sus hijos lo que más necesitan para enfrentarse confiadamente a su futuro.

Esposos que van madurando su amor día a día, aprendiendo a ceder, cuidando generosamente la felicidad del otro, perdonándose mutuamente en los mil pequeños roces de la vida.

Estas gentes desconocidas son los que hacen el mundo más habitable y la vida más humana.  Ellos ponen un aire limpio y respirable en nuestra sociedad y en nuestra iglesia.  De ellos ha dicho Jesús que son grandes porque viven al servicio de los demás.  Ellos mismos no lo saben, pero gracias a sus vidas se abre paso en nuestras calles y hogares la energía más antigua y genuina: la energía del amor.

Es posible que nadie les agradezca nunca nada.  Probablemente no se les harán grandes homenajes.  Pero estos hombres y mujeres son grandes porque son humanos.  Ahí está su grandeza.  Ellos son los mejores seguidores de Jesús, porque viven haciendo un mundo mucho más digno, como él.  Sin saberlo, están abriendo caminos al Reino de Dios. Ojalá haya muchos que los imiten.

¡Un aplauso a sus vidas!

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