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martes, octubre 1, 2024

Guiando a los niños en un entorno seguro y lleno de oportunidades

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Recuerdo con claridad una experiencia que viví cuando tenía diez años, que marcó no solo mi vida, sino mi comprensión sobre el valor que Dios ha puesto en los niños y la importancia de proteger ese valor. Aquel día, acompañé a mi mamá al Hospital Francisco Menéndez en Ahuachapán, como muchos otros niños que esperaban consulta con sus madres. En un momento, la situación se complicó: las llaves de la enfermería quedaron atrapadas dentro del consultorio, y nadie sabía cómo abrir la puerta.

Instintivamente, algo en mí me llevó a mirar hacia arriba, donde una ventana permanecía abierta. Lleno de confianza, propuse que me dejaran subir para ayudar a abrir la puerta desde el otro lado. Aunque apenas era un niño, me sentía seguro de que podía contribuir. Pero más allá de mi confianza, lo que subyace en esta experiencia fue un llamado a la protección infantil.

La valentía y disposición de los niños no solo son valiosas, sino que deben ser resguardadas por los adultos. Aquel día, algunos me preguntaron si realmente era lo suficientemente valiente para la tarea. Y aunque me animé a hacerlo, esta anécdota resalta la importancia de proteger y acompañar el crecimiento de los niños, no solo dándoles oportunidades, sino asegurando que esas oportunidades ocurran en un entorno seguro y guiado.

La Palabra de Dios nos enseña que los niños son un tesoro del Señor, y como comunidad, tenemos el mandato de proteger y cuidar de ellos. Esa protección no solo implica cubrir sus necesidades físicas, como la salud y la seguridad, sino también proteger su desarrollo emocional y espiritual. Los niños deben ser guiados y acompañados en todo momento para que su fe, su valentía y su sentido de propósito florezcan de manera saludable.

Después de todo, aunque la recompensa por mi valentía terminó siendo una inyección, la satisfacción de haber ayudado permaneció grabada en mi memoria. Esta experiencia me lleva a hacer una invitación clara: a todos aquellos que valoran y celebran la vida de los niños, los animo a unirse a iniciativas como las de Compassion y las iglesias, que tienen como misión conocer, amar y proteger a los más pequeños.

Cada pequeño acto de confianza y valor que un niño exhibe es una señal de la ventana de oportunidad que Dios abre en sus vidas. Sin embargo, estas ventanas deben ser acompañadas de seguridad, amor y apoyo, brindando a los niños el espacio necesario para crecer, aprender y ser guiados hacia el futuro. Esto me recuerda lo que las Escrituras dicen en Proverbios 22:6, “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Esa instrucción debe ser integral. Con la ayuda de Dios, todos podemos superar obstáculos y contribuir al crecimiento y bienestar de los más vulnerables. Las ventanas de oportunidad están ahí, listas para ser aprovechadas; solo necesitamos el valor para subir, abrirlas y ver las bendiciones que se encuentran del otro lado.

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