Marcos 8:22-26 “Llegaron* a Betsaida, y le trajeron* un ciego y le rogaron* que lo tocara. Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó: ¿Ves algo? Y levantando la vista, dijo: Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan. Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y lo veía todo con claridad. Y lo envió a su casa diciendo: Ni aun en la aldea entres”
La fe se pelea mis amigos. La fe hay que defenderla. Los milagros hay que cuidarlos con sumo interés. No se dan en los árboles ya que a veces hay que esperar mucho tiempo y entregar una buena parte de energía y esperanza para lograrlos.
He conocido muchas personas que una vez recibieron un milagro de sanidad pero con el tiempo se olvidaron de dar gracias al Señor, de cuidar sus pensamientos e incluso, amistades, y el milagro se empezó a disolver como el agua en las manos.
He conocido muchas personas que recibieron un milagro que el Señor les cancelara sus deudas. No se dieron cuenta cómo ni cuando, pero el milagro empezó a obrar a su favor. Quedaron limpios. Empezaron a disfrutar de un período de solvencia financiera. Los bancos los felicitaron y como ellos de eso viven -de los que se endeudan-, volvieron a las andadas y volvieron a ofrecerles dinero. Dinero fácil de pagar, según sus bienhechores. Y ellos, los que recibieron el milagro, volvieron a creer en esas falsas promesas y, como escribió Salomón, fue como correr tras el viento. El milagro se perdió. La esperanza se esfumó y la vida quedó sometida a esclavitud.
Conocí un pastor evangélico que me pidió que por favor orara por él porque el banco lo estaba asfixiando con cobrarle el préstamo que hizo para construirle casa al Señor Jesus. No se había vuelto a levantar como antes de la pandemia. Ahora se estaba ahogando en un mar de deudas. Estaba enfermo. Su matrimonio a punto de colapsar. La pastora tuvo que desempolvar su título y buscar un trabajo fuera de la Iglesia que pastorean. Pudo haber construido esa casa de oración al Señor si hubiera pedido el dinero en el lugar correcto. Pero sus consejeros le ayudaron a buscar el milagro en otro lugar. Y salió perdiendo.
Historias como estas no son nuevas. Ya existen desde hace mucho tiempo. En todos los lugares del mundo cada día se sabe de un padre de familia que se ahorca de una viga de su propia casa que el banco le está quitando por falta de pago. O de una madre que deja abandonados a sus hijos para salir a buscar el dinero que le está cobrando el prestamista a quien le vendió su libertad.
Porque no cuidamos nuestra fe. No la cultivamos como nos aconseja Pablo. Y luego Santiago nos recuerda que la fe tiene que tener obras. De otra manera está muerta. Así de sencillo.
Eso fue lo que conoció Jesús en su tiempo. Él vivió en una época en que Israel estaba inundada de pobres. No solo de pobres en espíritu, pero también pobres de recursos ya que los ricos se habían adueñado de sus tierras y ahora se las alquilaban a sus antiguos dueños. Así eran de ingratos. Pero también los otros tenían su cuota de culpa por no buscar en el lugar correcto que era el Trono del Dios que les había dado su tierra.
Dicho esto, vamos a ver lo importante que es cuidar el milagro recibido. Le llevaron un ciego a Jesus para que lo sanara. Jesús no dudó ni un instante y luego de hacer ciertas cosas, el ciego empieza por ver algo. Al principio solo ve algo que se mueve como árboles. Eso quiere decir que su milagro fue progresivo. Había que tener paciencia. Luego del segundo toque de Jesús, el hombre ve 20/20. Ahora tiene visión perfecta. Como de un recién nacido.
Pero ahora viene lo mejor o lo más delicado. Creo que Jesus le dijo: Cuida tu milagro. No lo vayas a perder por creerle a la gente a quien se lo cuentes. Escoge bien a quien le contarás lo que Jesús ha hecho por ti. No todos tienen tu nivel de fe y te la pueden anular con sus palabras. Recuerda que muchos por su boca hablan muerte. No tomes a la ligera lo que tus ojos ven ahora. Cuídalos. Mira bien lo que vayas a escuchar porque te pueden hacer dudar. Y, ¿sabes que? Ni siquiera a tu aldea vayas a entrar porque allí viven los que te conocieron ciego y te van a meter dudas de tu milagro. Anda y ve a tu casa, pero no vayas a tu colonia pregonando tu milagro porque te van a hacer creer que no fue real lo que te pasó, que fue tu cerebro calenturiento, que fue casualidad, que no es posible, etc. etc. etc.
Una parábola mía: Aquellos que volvieron a endeudarse con el banco hicieron eso. Le contaron que Dios les había pagado sus deudas y entonces se dijeron: Si su Dios les pagó una deuda, puede pagarles otra. Y volvieron a caer en su ceguera…