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miércoles, enero 15, 2025

Nada nos pertenece

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El agua, el fuego y el viento son fuerzas de la naturaleza que, en su inmensa potencia, impactan la vida de millones. Estos elementos, esenciales para la vida, también poseen la capacidad de recordarnos cuán frágiles somos frente a su poder.

Un claro ejemplo de esto son los incendios que han arrasado más de 145 kilómetros cuadrados entre las zonas de Palisades y Pasadena, California, en los últimos días. En su paso devastador, el fuego ha reducido a cenizas más de diez mil estructuras, entre viviendas, negocios, iglesias, vehículos, bibliotecas y escuelas.

El esfuerzo heroico de los bomberos no ha sido suficiente para contener el avance de las llamas, que devoran todo a su paso, dejando una estela de destrucción y dolor. En medio de esta tragedia, surgen historias conmovedoras. Familias que, con dedicación y sacrificio, lograron construir un patrimonio, hoy lo ven reducido a escombros.

Un hombre de 45 años se detuvo frente a lo que alguna vez fue su hogar. Las lágrimas rodaron por su rostro mientras contemplaba los restos calcinados de su vida. «Tantos años de trabajo duro, y hoy no queda nada», expresó con voz quebrada. Luego, señalando entre las ruinas, murmuró: «Aquí estaba la sala, allá la cocina», como si intentar reconstruir en su mente lo perdido aliviara de alguna forma su dolor.

Más de 180 mil personas han sido evacuadas de las zonas afectadas, y lamentablemente se reporta la muerte de al menos veinte personas. California, conocida por albergar tanto a familias millonarias como a comunidades menos favorecidas, evidencia en esta tragedia que el fuego no discrimina. Lo que para unos era una gran riqueza, para otros era todo lo que tenían.

Esto nos lleva a reflexionar: ¿Realmente somos dueños de lo que poseemos? Alguien me dijo una vez: “Lo que tenemos no es nuestro”. Si bien disfrutamos de nuestras pertenencias, la realidad es que, tarde o temprano, estas dejarán de estar en nuestras manos. El fuego de California lo demuestra con crudeza.

La Biblia nos invita a reflexionar sobre este tema. En Mateo 6:19-20, Jesús nos dice: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hagan tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.»

Por más bienes materiales que acumulemos, no hay garantía de que permanezcan con nosotros para siempre. Un cambio climático extremo, como las sequías que ahora afectan al 40% de California, o un simple giro inesperado del destino, puede arrebatárnoslos en un instante.

En 2018, el incendio forestal conocido como Camp Fire dejó una huella imborrable en la historia del estado, destruyendo 6,500 edificaciones y cobrando 23 vidas. Hoy, la historia parece repetirse, recordándonos que en esta vida todo es efímero.

El filósofo Séneca decía: «No es pobre el que tiene poco, sino el que desea más.» Esta frase nos invita a replantear nuestras prioridades, a valorar lo que realmente importa y a vivir con gratitud por lo que tenemos, sin olvidar que todo es pasajero.

Nada nos pertenece de forma absoluta. Lo poseemos por un tiempo, pero eventualmente debemos dejarlo atrás. Esto puede doler, pero también nos enseña una valiosa lección: la vida no consiste en acumular, sino en amar, compartir y vivir con propósito.

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