Génesis 5:24 “Y Enoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó”
No podemos decir que nosotros los cristianos de hoy no podemos vivir en santidad porque nuestra época nos arrastra a vivir como los gentiles que no conocen a Dios ni su Palabra. No podemos pretextar que porque estamos en otros tiempos tenemos que vivir siendo arrastrados a vivir conforme las concupiscencias de las demás personas.
Celebramos sus fiestas. Celebramos sus chistes. Celebramos sus tradiciones. Y lo que debemos realmente celebrar que es la muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús no lo hacemos. Y, si lo hacemos, es por pura costumbre, sin saber el verdadero significado de sus actos a favor de nuestra vida. Nos hemos vuelto idólatras y paganos solo para quedar bien con la gente aunque quedemos mal ante nuestro Dios que nos salvó con su muerte en la Cruz del Calvario.
No sé como hizo Enoc para caminar con Dios en medio de su época pecadora, pagana e idólatra. Dice la Escritura que mientras Enoc caminaba y adoraba a su Dios Jehová, las gentes a su alrededor se convertían en bestias salvajes, llenos de lujuria, dureza y sensualidad. Sin embargo Enoc se volvía cada vez más como Aquel con quien caminaba. De la misma manera se espera que usted y yo seamos transformados, junto a muchos otros cristianos, a la semejanza de Cristo.
Pero eso no ocurre con todos los creyentes. Más bien, muchos se han endurecido y vuelto egoístas. Deberían estar creciendo en gracia, satisfechos por completo en Cristo, pero por el contrario, están cayendo de nuevo y volviendo a sus antiguos hábitos carnales. ¿Por qué? Porque no caminan con Dios. Rara vez oran. Pocas veces escudriñan la Palabra de Dios. Se amargan y endurecen por la vida, ponen mala cara y se abren a la voluntad del diablo.
Simplemente no aman a Jesús lo suficiente como para desear estar con Él.
Muchos cristianos acuden con prisa a talleres de fe, distribuyen grabaciones de fe y citan “pasajes de fe”, todo como parte de un esfuerzo por producir fe. Es cierto que “la fe es por el oír, y oír, por la palabra de Dios”. Pero esos cristianos no se dan cuenta de que la Palabra es Cristo. Y la fe, en última instancia es saber quién es Dios. Consiste en familiarizarse con su gloria y majestad, porque quienes mejor conocen a Dios son quienes más confían en Él.
Muéstreme un pueblo que camina cerca de Él, que aborrece en realidad el pecado, que se ha desapegado de este mundo y que está conociendo la voz de Dios, y le mostraré un pueblo que no necesita mucha predicación ni enseñanza acerca de la fe. No necesitarán “diez pasos” acerca de lo que es la fe y cómo obtenerla, porque la verdadera fe procede del corazón mismo de Jesús. Será la fe de Jesús, no la de ellos, la que crezca y brote de su corazón.
Enoc ya no podía soportar estar detrás del velo, simplemente tenía que ver al Señor. Oraba, con fe en que Dios iba a responder a su clamor de estar en su presencia real. Tanto aborrecía el mundo terrenal, que le decía a Dios: “Ven, Señor, aquí no hay nada para mi”.
Nuestro hermano Enoc no tenía Biblia, ni himnario ni compañeros de congregación, ni maestros, ni al Espíritu Santo morando dentro de él, ni un velo rasgado que diera acceso al Lugar Santísimo, ¡pero conocía a Dios! Sin tener ni la corrección de un profeta ni el ejemplo de los demás, Enoc decidió en su corazón seguir al Señor.
¿Por qué hoy día a tantos se les hace difícil andar en victoria, aunque tienen a su alcance todo tipo de ayudas, condiciones, advertencias proféticas y los impulsos del Espíritu Santo? ¿Acaso no es un reproche para nosotros que Enoc se diferenciara de su época de maldad, y fuera un hombre que caminaba con Dios a pesar de contar con tan poca ayuda?
Dios es un recompensador o remunerador, es decir, alguien que paga bien por la fidelidad. ¿Cómo es que Dios recompensa a los que son diligentes? Sé que cuando camino del brazo con Jesús, enamorado de Él, las recompensas brotan por todos lados. Son tiempos en que todo lo que hago o tengo recibe bendición: mi esposa, mis hijos, mis amigos y mi ministerio.
Veo brotar dentro de mí la vida de Cristo que fluye como un río poderoso. Sí, tengo pruebas y tribulaciones, incluso en los momentos cuando camino más íntimamente con Él. Pero en medio de todo eso, Él me recompensa con manifestaciones de su presencia.