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miércoles, julio 23, 2025

La sunamita: Fe que no retrocede

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Basado en 2 Reyes 4:8-37

¿Tu vida ha pasado por momentos de tanto dolor que sientes que algo en ti se apagó?

Tal vez perdiste a un hijo, a tus padres, o a esa abuela que te sostenía. Quizás atravesaste un divorcio que desgarró tu alma, o enfrentas una enfermedad que te roba la fuerza y la esperanza. Hay heridas invisibles que dejan el corazón seco, y en medio del dolor, la fe puede comenzar a apagarse lentamente. No siempre dejamos de creer, pero sí dejamos de esperar.

La mujer sunamita conocía ese tipo de dolor. Dios le prometió un hijo por medio del profeta Eliseo. Lo vio nacer, crecer… y luego morir en sus brazos. La promesa se convirtió en duelo. ¿Qué haces cuando lo que Dios te dio parece desmoronarse?

Ella no reclamó. Guardó silencio, pero no se rindió: su fe actuó en medio del dolor.

Ella se preparó y salió sin dudar en busca del profeta, y cuando le preguntaron cómo estaba, respondió:

“Todo está bien” (2 Reyes 4:26).

No lo decía porque todo estuviera bien, sino porque su confianza seguía intacta en el Dios que no miente.

La sunamita no enterró a su hijo de inmediato; enterró su desesperanza y abrazó su fe.

No permitió que el dolor dictara su final. Fue su convicción, su valor y su decisión de correr a Dios lo que abrió la puerta al milagro.

Mujer, tal vez algo ha muerto en tus manos: una relación, un sueño, tu ánimo. Pero no entierres tu fe.

Dios sigue viendo tus lágrimas silenciosas, tus oraciones no dichas, y tu corazón que aún late por dentro.

Dios aún está obrando en tu historia, incluso en los capítulos que más duelen.

Levántate. Acércate a Dios con tu fe quebrada. Él sabe cómo restaurarte.

“Todo está bien”

—2 Reyes 4:26

Tomando Mi Nación Mujer

Emma de Cuéllar

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